Blanca Portillo: "Lo llevamos todo dentro, el asesino en serie y el santo"
Fuente: Justo Barranco (lavanguardia.com) | Foto: Josep Aznar
Blanca Portillo (Madrid, 1963) no para. Acaba de dirigir en Madrid una versión de Don Juan Tenorio que sigue en gira –estará en Reus el 6 de mayo– y que muestra al mítico conquistador como un individuo destructivo y despreciable que responde al ideal de una sociedad machista. Sigue con la serie televisiva El chiringuito de Pepe, donde es Mariana, una pescadora que rescata a un africano veinte años más joven que ella de una patera y mantiene una relación con él. Y vuelve desde hoy a Barcelona, al Lliure de Montjuïc, con El testamento de María, con la que triunfó en el Grec. Una obra del irlandés Colm Tóibín que ha supuesto el debut en la dirección teatral de Agustí Villaronga y que muestra la historia de Jesús de Nazaret según su madre, una mujer de campo sencilla que sufre y no entiende nada, que ve cómo se va su hijo de casa y cuando vuelve casi no le reconoce, que dice que es hijo de Dios cuando lo ha parido ella y que ve el peligro que planea sobre él y finalmente llora su muerte. La escenografía, poderosa, es de Frederic Amat, consiste en una enorme estantería llena de evocadores fardos negros y comprada en la liquidación de la casa Ribes & Casals, donde tantos teatreros iban a comprar las telas.
¿Cómo se pasa de un día para otro de la comedia televisiva a la tragedia en el teatro, de un personaje que debe hacer reír a otro lleno de rabia como esta María?
Está lleno de rabia y de muchas cosas. Es un personaje doloroso. Yo creo que he encontrado la clave para poder pasar de un sitio a otro y la clave es que no soy yo. Son los personajes. Yo lo que hago es prestarles el vehículo que es mi cuerpo, mi voz y mi sistema emocional. Cada uno tiene sus necesidades. Yo lo que tengo que hacer es ponerme al servicio. Cuando dejas de pensar que eres tú quien pasa de una cosa a otra y empiezas a pensar que son los personajes los que toman de ti lo que necesitan resulta más cómodo, más fácil y te permite no tener que empujar nada. Lo que tienes que hacer es abrirte. ¿Qué necesita Mariana en El chiringuito de Pepe? Sentido del humor, alegría, energía, felicidad, pues que lo tome. ¿Qué necesita María en El testamento de María? Oscuridad, conflicto interno, angustia… pues que lo coja. De esa manera ellos tienen mucha más personalidad que yo y la mía queda bastante más tranquila. Es algo casi alquímico.
Es usted una médium.
De alguna manera. Siempre me he sentido vehículo. Una cosa que una va analizando con los años es que todos los personajes están en ti. En la vida nos creemos buenos, simpáticos, malos, que somos una serie de cosas. Cuando eres actor te das cuenta de que eres todo eso que hay en el mundo, en ti está el mal, el bien, el odio, la felicidad, los malos sentimientos, los mejores, hay que tener el valor de darse cuenta, mirarlo, asumirlo y ponerlo en juego. Por eso siento que soy un vehículo y pongo a disposición de cada personaje lo que busque de mí. Porque lo tengo. Me guste o no.
¿Eso es lo que le permite dar vida a hombres en el escenario, a más de uno, y también a la Virgen, al epítome de la madre, de la mujer, lo más opuesto?
Efectivamente. Por un lado esa capacidad de desaparecer tú y por otro partir de la idea de que todo eso está en ti. Desde el sistema emocional masculino al femenino, emociones y sentimientos de todo tipo. Por eso creo que hago cosas muy dispares. No quiero pensar que estoy capacitada sólo para una serie de cosas, porque entonces sólo sería hacer de mí todo el rato. Del mí que tiene que ver con lo social. Luego me saldrán mejor o peor las obras, peor todo eso lo tengo guardado aquí. Aunque a veces has de escarbar más. Recuerdo que cuando hice Medea pensé: ¿pero cómo voy a hacer yo a una mujer capaz de matar a sus hijos? Eso no existe. Sí existe. Hay que escarbar y ser honesto. Alguien que dice “yo nunca podría hacer Medea porque ese sentimiento no está en mí” es que quizá no lo quiere ver, o te da miedo, o no te sientes capaz, pero de que está no te quepa la menor duda. El asesino en serie y el santo, lo llevamos todo dentro. Luego, claro, hay personajes con los que puedes identificarte más porque requieren de ti cosas que te son más habituales.
De Medea, que asesina a sus hijos, ha pasado a María, la madre que ve morir a su hijo y no entiende nada.
Creo que debió pasar algo así. Jesús cambió el mundo por completo, pero en los días que estuvo vivo hacía la revolución con un grupo muy pequeño. Puedo entender que su hijo apareciera y María dijera: “¿Pero en qué se ha convertido mi hijo?” No creo que dijera: “Ah, bien, pues nada, es el hijo de Dios y ya está”. ¿Cómo iba a imaginar ella que se convertiría en la religión más importante del mundo? En ese momento ella creía que tenía unos amigos muy raros, que las malas influencias estaban ahí, como todas las madres creen que sus amigos hacen que sus hijos vayan por el mal camino. Una madre normal.
¿Ella siente más rabia por la situación de peligro que ve o porque su hijo haya dejado de conectar con ella, porque casi no le conozca?
Por todo, incluso por lo que debió hacer y no hizo, como cualquier madre cuando un hijo sufre se plantea qué hizo mal. Cómo no vio, cómo no hizo, por qué no evitó, no estuvo atenta. No conozco ninguna madre que no sienta culpa. Hay que ser muy mala madre. Lo he visto en mi madre y mi abuela, para las que para mí esta obra es de alguna manera un homenaje también. Todo lo que produce dolor a sus hijos para ellas es fuente de culpa.
Con María revisa en escena un personaje histórico, contando la que pudo ser su verdadera historia, sus sentimientos, y justamente acaba de revisar a fondo otro mito, el de Don Juan Tenorio, en Madrid.
Entiendo el teatro para eso, para cuestionar, para no dar por hecho nada, para eso sirve en general cualquier manifestación cultural o artística, y el teatro por encima de todo. Primero es un espacio de libertad, y aunque la historia diga equis yo en escena tengo la libertad para cambiarlo. Sobre todo porque para lo que sirve es para dar otros puntos de vista, para ayudarte a ti como espectador, como ciudadano, a mirar el mundo desde otro lugar. Es una realidad nueva, distinta. Si no, es un documental. O un biopic.
Y el Tenorio no le caía nada bien a usted, tenía el proyecto en mente hace años.
Hace muchos, desde que quería dedicarme al teatro en la escuela. Siempre se ha visto, y está en la calle todavía, a Don Juan como algo positivo. Le hemos colocado en un lugar que creo que no se merece y el propio Zorrilla no le tenía ningún afecto. En sus memorias lo dice: la oscuridad era Don Juan Tenorio y la luz Inés, el gran personaje de su obra. Pero hay un componente machista en ese personaje que ha sido exaltado por una sociedad muy machista que es la nuestra y que sigue siéndolo. Por eso creo que se sigue representando, porque en el fondo nos gusta el canalla, golfo y chulito que se las lleva de calle y que además acaba rendido en las redes del amor y eso le salva. Pues yo dije: “Y una mierda”. No es un chulito golfo, es un asesino, un maltratador, un delincuente, el paradigma de lo peor que puede tener una sociedad, un destructor sistemático, no construye nada nuevo, un egomaníaco, en él se condensan todos los valores sociales negativos y eso es lo que quería contar. Igual que en El testamento de María sobre todo quería recordar que María fue un ser humano que sufrió, no una señora con un manto azul rodeada de angelitos. Debió sufrir y sentir rabia, incluso odio. está bien mirar las cosas desde otro ángulo.
¿El teatro para usted tiene que ser un lugar de compromiso más que el cine o la televisión?
Para mí lo es cualquiera de los medios. Por eso hago proyectos que cuentan cosas. Incluso ahora en El chiringuito de Pepe me siento feliz interpretando a una mujer que sale en su barco a pasear cada madrugada, que vive sola, se autofinancia la vida, que tiene una pareja que es negro, inmigrante y mucho más joven que ella. Como modelo, me mola mucho. Contar una historia así en este país. Los proyectos que me motivan siempre cuentan algo que permite una mínima reflexión, y en la comedia, que me encanta, también se reflexiona muy bien. Es lo próximo que quiero hacer cuando acabe El Testamento de María, una comedia con Secun de la Rosa, que es inteligentísimo y escribe maravillosamente bien.
Tiene una compañía de teatro. ¿No son muchos quebraderos de cabeza?
Es mucho más divertido que sentarte a esperar a que te llamen y me encanta juntar compañeros, equipos humanos, y levantar proyectos, ver hecho realidad algo que sólo era una idea. Por otro lado, lo que gano lo reinvierto en lo único que se hacer: teatro.
¿Cree que, como dicen algunos, el teatro de Madrid ha dado un subidón y el de Barcelona se ha estancado?
Tengo una sensación de que ha habido un balanceo. Durante muchísimo tiempo Barcelona era el ejemplo a seguir en el teatro y todos mirábamos hacia ella porque de aquí salía lo más grande. Eso ha hecho que mucha gente crezca en otros sitios y ahora dé sus frutos. Madrid había sufrido durante un tiempo una sequía que pedía a gritos una generación que cambiara eso. Y ha surgido una generación que se ha apropiado del teatro desde abajo. Como pasa en toda Europa, ahora que casi todo está ya inventado y no nos dejamos epatar por teatro “vanguardista”, buscamos historias bien contadas que nos emocionen. Madrid ahora lo veo muy brillante, gente de Barcelona me cuenta que va a ver cosas allá.
¿Cómo ha vivido la desaparición de Amparo Baró?
Nos veíamos durante seis años todos los días por Siete vidas y compartíamos no sólo lo laboral sino lo personal. Puedo decir que la conocía. Es una pérdida muy grande. Admiraba su profesión y la desarrolló en tiempos mucho más duros, con funciones dobles cada día, viajando en condiciones pésimas. Era una mujer de una gran sabiduría, ha sido una pérdida personal, se ha ido una amiga.
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