Robert Lepage: "El amor, en su punto más alto, es igual que la droga"

Fuente: Darío Prieto (elmundo.es)
Robert Lepage no le gusta hablar de amor en su teatro. "Como tema, me parece un poco hortera", ríe. Pero el dramaturgo y director canadiense, uno de los renovadores más importantes de los escenarios durante las últimas décadas, hizo una vez una concesión. Fue hace 25 años y la obra se llamó 'Needles and opium' ('Agujas y opio'). Lepage, al que tampoco le gusta resucitar sus montajes del pasado ("Me da miedo enfrentarme a quien yo era"), ha recuperado este espectáculo, que se presenta desde este sábado en los Teatros del Canal de Madrid dentro del Festival de Otoño a Primavera. Una nueva aproximación a esa mezcla de hipertecnología escénica y sentimientos desamparados que Lepage lleva desarrollando a través de su compañía Ex Machina.
Lepage dice que se atrevió a recuperar el montaje cuando el actor Marc Labrèche, que le sustituyó como protagonista de la obra hace 25 años, decidió volver a hacer teatro. Entre ambos decidieron darle nueva vida a un texto y a la presentación escénica.
El argumento que impulsó a Lepage a escribir 'Needles and opium' fue, de un lado, una coincidencia histórica: "A comienzos de 1949, Jean Cocteau visitó Estados Unidos por primera vez. Y cuando regresó tomó un avión de Nueva York a París. Y en el trayecto, que entonces duraba 14 horas, le dio tiempo a escribir un libro. Y en él puso sus impresiones de Nueva York, lo que más tarde daría origen a 'Poésie critique'. Al mismo tiempo, Miles Davis visitaba París, también por primera vez, invitado por Charlie Parker al Festival de jazz de París. Así que para mí era interesante esta casualidad de que alguien de París descubriese Nueva York mientras alguien de Nueva York descubría París. Y que ambos hombres fuesen tan representativos del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial También que tuviesen en común tantas cosas. Una de ellas era su adicción a los opiáceos". Pero, mientas escribía esto, algo cambió: "Mi novio me dejó y atravesé un momento amoroso especialmente complicado. Entonces me di cuenta de que mi adicción era el amor".
Para Lepage, "a menudo las drogas se ven como una forma de escapismo. Pero si analizas la adicción al amor y la adicción a los estupefacientes, lo que tienen en común es el nivel de percepción de la realidad. Quien ha conocido el amor en su punto más alto te dice que es como igual que la droga, porque cambia tu manera de percibir todo. Y suele pasar que, cuando el amor desaparece o hay una ausencia del mismo, la gente lo sustituye por drogas. De eso va, en gran parte la obra, de tratar de mostrar este salto en el punto de vista".
El dramaturgo, que ha tratado temas como la inmigración, el aislamiento de las sociedades contemporáneas o la guerra, no extiende sus escrúpulos hacia la temática amorosa más allá de las tablas del teatro. "Lo que estamos viendo estos días", explica, "con todos esos jóvenes uniéndose al estado islámico, puede ser interpretado como un movimiento de odio. Pero yo prefiero verlo como un fenómeno de ausencia de amor: estos jóvenes vienen de entornos en los que no son aceptados, o condenados al ostracismo o donde no hay esperanza para ellos. Y van allá donde creen que van a encontrar una respuesta, a un lugar donde creen que hay amor, lo cual está conectado a su interpretación de la religión y de la idea de Dios. Tenemos que condenar cualquier forma de fundamentalismo, pero también entender de dónde procede".
Permeable a contextos y coyunturas, Lepage asegura que todo acaba filtrándose en una obra como ésta: "La forma en la que trabajaba hace 25 años y cómo trabajo ahora es muy diferente, porque la tecnología ha cambiado radicalmente. Y aunque pienso que este montaje tenía muchas buenas cualidades hace 25 años, entonces era muy bidimensional y plano. Formalmente y también en el discurso", confiesa. "Creo que lo que estoy proponiendo ahora es más tridimensional, en lo que se ve y también temáticamente. Es más rico, más 'escultural'. En ese sentido hay algunas cosas que dice Cocteau en la obra, advertencias a EEUU y a Occidente, sacadas de estos escritos de 1949, que cuando lo interpretamos por primera vez, antes del 11-S resonaban de una forma distinta a cómo lo hacen ahora, en este mundo posterior a los atentados".
Lepage, que lleva más de tres décadas consagrado a la exploración del lenguaje escénico, sigue apostando por esta forma de contar: "El teatro es como la jardinería", plantea. "Preparas diferentes materiales, plantas semillas, trabajas con el suelo... Y no sabes lo que saldrá de ahí. Pero algo crecerá. Será más rico o más pobre, pero estará ahí. Y es lo que me gusta del teatro: algo que siembras por primera vez y no es bueno, tras representarlo y representarlo y representarlo acaba siendo bueno. El mundo del cine y de la televisión, los medios grabados, van de tirar cosas todo el tiempo: es bueno, lo uso, lo tiro; es malo, lo tiro directamente. Pero la verdadera naturaleza del teatro es la persistencia, la memoria. Cosas que echan raíces y crecen y crecen... Y cuando te quieres dar cuenta aquello tan pequeño es un gran árbol. Porque las cosas adquieren significado con el paso del tiempo".

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