A LA VORA DE L'AIGUA
TEXTO: ÈVE BONFANTI y YVES HUNSTAND
TRADUCCIÓN: MARGARIDA TRIAS
DIRECCIÓN: EMILIÀ CARILLA
INTÉRPRETES: FRANCESC GARRIDO y ALÍCIA GONZÁLEZ LAÁ
DURACIÓN: 1h 30min
PRODUCCIÓN: TEATRE AKADÈMIA-EIX 49
TEATRE AKADÈMIA
El texto se presenta como un homenaje a los creadores, y en cierta manera lo es, pero también encontramos bastante crítica al proceso de creación, y de como hoy en día está comenzando a valer todo por el simple hecho de denominar a todo arte. Actores en escena nada más entrar en la sala, cuchichean, saludan al público (era el estreno, toda la platea era su público).
Seremos agua y ellos están al borde del precipicio a punto de caer en ella. Dos autores interpretan una lectura de la obra que están escribiendo a cuatro manos, la presentan a un público que somos nosotros, la platea, entran y salen de escena sin apenas nada: un sombrero, unas gafas y sus voces. Durante noventa minutos veremos cómo cada cual tienen una idea diferente de poner en escena su obra, mientras ella deja volar su imaginación, él comienza a ver como la obra se les va de las manos, dejará de ser suya para primero ser del director y después del público.
Alocada y surrealista es la parte de teatro dentro de teatro. Sonrisa y risas inundan la platea de principio a fin, aunque en algún momento sea para quedar bien, ya que el nivel de surrealismo llega a límites más allá de lo imaginable. ¿Cómo se escribe? ¿De qué se escribe? ¿Cómo se interpreta? Nadie se quedará a salvo de llevarse su pieza del pastel en modo de ligera crítica. Los dramaturgos por escribir o cosas demasiado profundas, con unas metáforas demasiado rebuscadas o por el contrario ser bastante light en el tratamiento de sus temas escogidos. Los actores, por falta de riesgo a la hora de interpretar. Los directores, por no entender la obra o por no llegar a saber el que los dramaturgos pretendían con ella o como al largo del tiempo han ido interpretando el texto.
Una mesa azul verdosa (como el agua del mar), dos sillas, el texto que supuestamente nos leerán. Nada más, el resto se basa en templanza, atención y saber fijarse en los pequeños detalles, esos pequeños guiños que un espectador sabe captar, porque al fin y al cabo como bien dice la obra somos espectadores, es decir, nuestra misión es "ir de teatro en teatro", cuando salgamos de esta sala iremos a la siguiente.
A la vora de l'aigua necesita dos actores que lo den todo en escena, con una complicidad bestial, lo mismo sentados detrás de la mesa, que subidos en ella. El requisito es entregarse a la obra y al público. Francesc Garrido está magnífico, qué capacidad para en segundos cambiar de rol, pasar de los momentos de risa a los de ternura sin inmutarse y regalarnos una interpretación sobresaliente.
Alícia González Laá no se queda atrás, le sigue el juego con miradas y guiños y una complicidad que traspasa la vora de l'aigua. Quizás me equivoque pero creo que desde hace algunos años, Alícia González Laá es la Debra Messing catalana, aunque sus personajes resulten, a veces, un tanto inquietantes, su vena cómica la delata y sería de agradecer algunos papeles como el de A la vora de l'aigua donde pudiera mostrar todo el esplendor de su maestría cómica. Lejos de ahogarnos en el texto, A la vora de l'aigua no es un reflexión intelectual sobre la profesión escénica, sino que gracias a la fuerza de la imaginación teatral, sea el espectador que sea podrá interesarse por el texto y el montaje a su manera.
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