Marta Buchaca "Mi generación no ha tenido que matar al padre"


Fuente: Javier López Rejas (elcultural.es)

Hubo un antes y un después en la carrera de Marta Buchaca (Barcelona, 1979) al conocer el trabajo de los argentinos Rafael Spregelburd y Javier Dualte. "Gracias a ellos entendí que el texto se acaba en el escenario y que el autor debe ser también el director de la obra". Con esa premisa, y con la experiencia del éxito en 2011 de El año que viene será mejor, ha afrontado Las niñas no deberían jugar al fútbol, un texto que llega este lunes a la sala Negra de los Teatros del Canal. El montaje fue un encargo del Grec y tenía que partir del personaje de Medea pero el resultado final se ha alejado bastante del mito griego. Todo, porque un día vio un accidente de coche. Acababa de hablar con su padre por teléfono desde el trabajo y pensó: "¿Y si no fuera verdad?, ¿Y si me llamaran ahora y me dijeran que acaba de tener un accidente a cien kilómetros de Barcelona?" 

A partir de esta anécdota nació la obra. Un accidente con tres personas. Un padre de 56 años, una niña de 12 y una chica de 26. En escena, la sala de espera de la UCI de un hospital público. La madre de la niña, la hija del hombre y el novio de la chica. Ninguno de los tres sabían quiénes eran las otras personas que iban en el coche. Y ninguno de los tres sabían nada de que sus familiares tuvieran que coger el coche para ir en dirección a Sitges. Tensión desde el minuto cero. 

¿Es la incomunicación el tema último de la obra?

Sí, y también la mentira. El engañar a los otros, lo fácil que resulta simular que somos alguien que no somos. Y también lo fácil que es que se desmorone todo. Sara piensa que su padre es una buena persona, que sería incapaz de hacer daño a nadie, pero enseguida empieza a sospechar de él.Si le ha mentido sobre su paradero del fin de semana, ¿por qué no le podría haber mentido en otras cosas? 

¿Cómo ha planteado la puesta en escena?

De una forma sencilla. La obra así lo requiere. El texto necesita un espacio realista y buenos actores. Y nada más. Estoy muy contenta con el. El público vive la historia desde el primer momento, se respira tensión en la sala. Y eso no es fácil de conseguir. 

¿Cómo ha manejado la violencia a la hora de dibujar a los personajes?

No quiero hacer spoliers, pero la violencia está muy presente. Los personajes tienen miedo, están en una situación desconocida y descontrolada. Ese miedo es el que los hace relacionarse con violencia (aunque sea sólo verbal). Especialmente el personaje de la Madre… pero en un clima tan asfixiante también hay espacio para el humor. De hecho, pienso que en las situaciones más tensas es dónde más sentido del humor tenemos. 

¿Cómo ha sido la experiencia de El año que viene será mejor? ¿A qué le achaca su éxito?

Ese proceso fue un lujo. Surgió de un encargo de Carol López, que por entonces era la directora de la Sala Villarroel. Nos propuso crear una obra desde cero a Victoria Szpunberg, Mercè Sarrias y a mí. Carol también escribió con nosotras y con la complicidad de la directora Mercè Vila y de las actrices, al final la obra resultó un éxito. Fue un proceso lúdico y fácil. Creo que esa fue la clave de su éxito. Al final la obra estuvo en cartel más de un año. No lo esperábamos, pero con la primera previa nos dimos cuenta de que el público se identificaba al cien por cien con lo que pasaba en el escenario. 

¿Puede hablarse en estos momento de una nueva generación de dramaturgos? 

Actualmente el teatro español goza de una magnífica salud. Hay numerosos autores entre los 30 y 45 años que están trabajando mucho. Podemos hablar, sin duda, de una nueva generación. De mis compañeros me interesa especialmente lo que están haciendo Guillem Clua, Jordi Casanovas, José Padilla, Pablo Messiez... La lista es larga pero si una cosa tenemos en común es que todos escribimos y dirigimos nuestros textos y pienso que ésta es la gran diferencia respecto a la generación que nos precede. 

¿Cómo es la relación con autores más veteranos? 

Creo que conviven dos generaciones y eso es fantástico. No hemos tenido que matar a nuestros padres, como ha pasado en otros períodos de la literatura. Convivimos con la generación anterior (Belbel, Galcerán, Mayorga, etc.) en la cartelera y con muchos de ellos tenemos una fantástica relación. De hecho, creo que en Cataluña cada uno de nosotros es admirador y se siente afín de algún miembro de la anterior generación. En mi caso, sin duda, ése referente es Galcerán. 

¿Cree que las obras de estos "novísimos" llegan suficientemente a los grandes escenarios?

Es difícil ver autores de nuestra generación en los grandes escenarios. No se apuesta por nosotros en los teatros grandes. Además, la crisis ha creado la tendencia de que hagamos obras para cinco personajes como máximo. Cuando empecé a escribir no me planteaba cuántos personajes pondría, y ahora, por desgracia, sí. Pero tengo ganas de escribir una obra grande. Ahora en el Festival Temporada Alta varios autores presentaremos versiones de textos clásicos. No hace faltar recurrir a versiones de autores extranjeros de obras clásicas. Aquí también lo podemos hacer. Y ésa confianza es la que creo que falta ahora mismo. Sergi Belbel, en su última temporada del TNC, sí que apostó por la dramaturgia catalana contemporánea y encargó a cuatro autores que escribieran una obra para la Sala Grande del TNC. Pero, sinceramente, no sé si eso va a volver a pasar en breve. Es una pena.

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