Las 'tías duras' del Siglo de Oro


La llegada de de La moza de cántaro al Festival de Almagro, representada por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, devuelve a los escenarios a una mujer que se sale de la norma impuesta por la sociedad. Sobre las tablas, la moza decide convertirse en protagonista de su vida para vengar una afrenta familiar, abandonando su casa y ciudad para convertirse en criada hasta que consigue su propósito.

Su caso no es único en la historia del teatro español, una escena en la que, a diferencia de otros países, las mujeres sí podían ser actrices. Y aunque ello no hiciera del teatro español un ejemplo de feminismo 'avant la lettre' (en muchos casos, la rebeldía se limitaba a cierto soberanismo casamentero)... ¡qué mujeres las de nuestros escenarios!

El teatro clásico español cuenta con un buen nutrido ramillete de personajes femeninos que no se arredran, que se saltan normas, legales y sociales, a la torera para conseguir lo que buscan como hacen los hombres o se oponen a una situación injusta. Así, en El perro del hortelano (Lope de Vega) su protagonista no sólo elige varón para casarse, sino que, además, lo hace entre sus empleados. En Fuenteovejuna, Lope reincide con Laurencia, que arenga a los hombres, asustados, para que no dejen impune la violación a la que ha sido sometida.

En otros casos están las mujeres que abandonan hacienda y comodidades para remediar una humillación masculina y las que se convierten en dueñas absolutas de su vida al convertirse en bandoleras (La serrana de la vera). Pero lo que abunda en el teatro del Siglo de Oro son los personajes que no se conforman con seguir a ciegas lo que les dicen "por su bien", para lo que adoptan el papel de mujeres disfrazadas de hombre.

Ese prototipo, importado de Italia, que a su vez lo había tomado de los libros de caballería, causó furor en la escena española de los siglos XVI y XVI con algún añadido posterior. Tanto fue si uso -para muchas y reputadas personalidades, abuso, y pecado sancionado por Dios en el Deuteronomio que uno de los motivos recurrentes en las numerosas solicitudes al rey para prohibir el teatro en España era el escándalo de ver a esas mujeres vestidas de hombres.

El mismo Lope, no podía ser de otra manera, fue el rey de este tipo de personajes. El autor se sirvió de estos papeles durante toda su carrera. Sobre todo al principio, pero también al final. Podía presentarlos por diferentes motivos, a lo largo de toda una obra o sólo en determinadas escenas, pero aparecían muchas veces. Tantas que hay estudios que hacen censo de esos personajes y los detectan en casi una cuarta parte de sus textos. Aunque, en lo referente a Lope y a otros escritores de la época, hay que tener muy en cuenta que la autoría de muchas obras está en permanente discusión.

Tras Lope, otro aficionado a vestir a las mujeres con 'hábito' masculino es Tirso de Molina, que lo hizo en algunas de sus más célebres obras como Don Gil de las calzas verdes, La mujer por fuerza o en El amor médico, donde la protagonista (Jerónima) hace un claro alegato a favor de las mujeres que, como ella, estudian en la universidad.

Otros autores fueron más tímidos. Por ejemplo, Cervantes y hasta Calderón, que probó suerte en La vida es sueño, Manos blancas no ofenden y La hija del aire, aunque en esta última el cambio de identidad de Semíramis no es para seguir o enamorar a un hombre, sino para, tras la muerte de su marido el rey, volver al trono del que la despojaron por ser mujer.

Esos son dos de los motivos de los que los autores se valían paracambiar el sexo de sus personajes, un cambio que también, aunque menos, se producía en sentido contrario y, en ocasiones, a la vez. Pero hay muchos más. Carmen Bravo-Vilasante en La mujer vestida de hombre en el teatro español, describe otras 13, desde la chica vestida desde pequeña como chico (Lo que puede la criança, de Villegas), y las que denomina guerreras hombrunas (Las amazonas, de Tirso) hasta las que lo hacen para huir de algún peligro masculino (La fuerza lastimosa, de Lope) o simplemente para representar una comedia (La vergonzosa en palacio, otra vez Tirso).

Fuente: Rafael Esteban (www.elmundo.es)

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