La terapia teatral de Sam Mendes en Avilés


¿Qué hace Sam Mendes fumándose un puro en la plaza del Ayuntamiento de Avilés? El caso es que el director de Revolutionary Road ha elegido esta pequeña ciudad de tradición minera para terminar la gira mundial de The Bridge Project, su compañía teatral transatlántica. En 20 días estrenará aquí La Tempestad y faltan unos minutos para que el inglés dé una lección magistral, organizada por el Centro Niemeyer y moderada por el diplomático Inocencio Arias, donde explicará su manera de entender el trabajo. Está relajado. Ha comido muy bien, dice. "Lo de venir aquí fue un cambio de última hora. Íbamos a acabar en Epidauro, pero el Gobierno griego perdió los fondos para cultura", explica antes de la charla en el hotel donde se hospeda.

Brillante en el escenario y en la pantalla, Mendes es purista hasta la médula y no deja que nadie le imponga un casting ni un final distinto. Ni Hollywood. Pero, ¿qué disciplina prefiere? "Hoy, películas. Porque acabo de hacer dos obras, aunque pregúnteme en un año y estaré desesperado por volver a hacer teatro. Pero es verdad que el cine es frustrante porque tienes que organizar muchas cosas". Y el teatro, su gran pasión, cree, está en forma. La crisis que algunos le achacan "es un estado mental permanente".

Adicto al trabajo, Mendes trabaja ya en su siguiente rodaje, la adaptación al cine de Chesil Beach, de Ian Mc Ewan. El propio escritor ha hecho el guión y el asunto está ahora en fase de preproducción. Otra película -hace un tiempo se rumoreó que la quería hacer Almodóvar- sobre los problemas de las parejas. "Sí, lo sé. Me gustan los dramas domésticos. Almodóvar lo haría de forma brillante, pero no creo que se anime nunca a hacer algo en inglés. Es muy complicado trabajar en otra lengua, y dirigir es comunicar", señala. El rumor, por cierto, decía que sería Kate Winslet, ex mujer de Mendes, la actriz principal.

Precisamente, a raíz de ese divorcio, Mendes se ha visto últimamente en la prensa rosa. Quizá por ello, la organización del evento pide que no haya preguntas personales. "No leo esas cosas. Nunca saben la verdad y no puedes controlarlo. Pero bueno, estaba casado con una actriz famosa, yo soy conocido... Lo importante es que tu auténtico yo y tu familia se mantengan en privado. Solo hay que preocuparse de lo que puedes controlar".

Tiene que marcharse a atender al público de Avilés en un teatro pequeño, pero abarrotado. Ahí se le ve un poco más relajado. Arias le hace reír de vez en cuando. "Llegué tarde al teatro. Yo quería ser futbolista o estrella de rock", bromea él. Y ahí empieza a centrarse todo el asunto en cómo fue su ópera prima en el cine, American Beauty. "Disfruté en el rodaje, fue fácil, desde el principio vi que la quería hacer y me dieron un Oscar. No volverá a pasar nunca más".

Y entre risas revela la verdadera historia de la película. Mendes aceptó un guión que habían ofrecido a directores como Curtis Hanson o Mike Nichols. Nadie la quería. Era un tanto oscuro y enrevesado. Él lo vio claro. "La productora quería a John Travolta, Kevin Costner, Sharon Stone... Dije que no. Tenían que ser Kevin Spacey y Anette Bening, "la había visto en Mars Attacks y era brillante". De ahí a la alfombra roja. ¿Y después del Oscar? "Solo me ofrecían guiones de superproducciones. Con ese premio la gente piensa que tus prioridades son otras".

Aunque quizá su ecléctica trayectoria tampoco ayuda a que queden muy claras. Tras American Beauty, dirigió la superproducción Camino a la perdición y, animado por su amigo Daniel Craig, ha estado a punto de aceptar la última de James Bond. El proyecto ha quedado suspendido por la mala situación de MGM y, por lo que se vio ayer, algunos recelos con el guión final de "una buena historia". De haberse consumado, Bond, seguro, hubiera muerto, se habría suicidado o caído en una terrible depresión. "Pero, ¿qué es un final feliz? Rey Lear o Hamlet quizá no lo tengan. Pero son lo más elevado que se ha hecho. La muerte final no lo hace deprimente, convierte al protagonista en un héroe. En American Beauty, aunque sea en el último segundo, él encuentra la respuesta". Y el público, por los aplausos que le regaló, parece que ayer también se llevó algunas.


Fuente: Daniel Verdú (www.elpais.com)

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