EL CARRER FRANKLIN


DRAMATURGIA: LLUÏSA CUNILLÉ
DIRECCIÓN: JOSEP MARIA MIRÓ
INTÉRPRETES: XAVIER ALBERTÍ, MONTSE ESTEVE, ORIOL GENÍS, LINA LAMBERT y XAVIER PUJOLRÀS
DURACIÓN: 1h 10min
FOTO: DAVID RUANO
PRODUCCIÓN: TEATRE NACIONAL DE CATALUNYA y GREC 2015 FESTIVAL DE BARCELONA
SALA PETITA (TNC, GREC 2015)

Actualmente, el drama de los desahucios, por desgracia, está a la orden del día. No lo estaba tanto cuando Lluïsa Cunillé escribió El carrer Franklin, entonces sólo era una cosa puntual pero su visión apuntaba que sólo era el comienzo. Pero tranquilos, el drama ha quedado reducido al hecho de estar en la calle porque a partir de ese momento comienza la "fiesta". 

No se ha desahuciado a gente del montón. Un travesti (Xavier Albertí), y todo su arte, con un background muy particular y una historia que merece la pena ser contada, y su piano se quedan en la calle. A partir de entonces numerosos personajes aparecen en su trocito de calle. El gobernador del Banco de España (Oriol Genís), la sobrina de la Margaret Thatcher con la parte de las cenizas que le corresponden (Lina Lambert), una activista (Montse Esteve) y la pareja del travesti (Xavier Pujolràs). Un girigai sólo a la altura de los personajes made in Lluïsa Cunillé, que está vez ha dejado la oscuridad para sumergirse en un submundo diferente, donde la lucha por la vida y la vitalidad no hay desahucio que la pare. 

Una magistral Lina Lambert consigue conjugar delicadeza, resignación, la decadencia de que tiempos pasados fueron mejor... y mientras tanto la vida pasa. Desternillante Xavier Albertí que borda su personaje gracias a una gran capacidad de comunicación. Sus ausencias del escenario son tristemente notadas, sus reapariciones suben el nivel del espectáculo. Sólo un pero interpretativamente hablando, Oriol Genís, con alas o sin alas, en los últimos papeles no hay diversidad, ha quedado estancado en un personaje estereotipado sin más, lástima.

Precisa la dirección de Josep Maria Miró en un cuadro que parece salido de una película ochentena de Almodovar. Por desgracia, los tiempos no han cambiado tanto. Con una escenografía que llena la calle de enseres y recuerdos de una vida, los personajes entran y salen de esta vía con más problemas que soluciones. Y la vida sigue y en El Carrer Franklin, de vida, queda poca, un montón de casas vacías mientras seres errantes buscan un presente mejor. La realidad ha vuelto a superar a la ficción. El de donde venimos y a donde vamos queda suspendido en 70 minutos de duración. Al salir de la sala, cada uno toma un camino diferente. Vivir. 

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