SÓLO CREO EN EL FUEGO



DRAMATURGIA, DIRECCIÓN e INTERPRETACIÓN: ÁNGELA PALACIOS y CARLOS MARTÍN-PEÑASCO
PUESTA EN ESCENA, ESCENOGRAFÍA y VESTUARIO: LOS PROMETIDOS
DURACIÓN: 70min
LA BADABADOC

Una de las salas fetiche de la temporada pasada, La Badabadoc, acaba de inaugurar temporada con la historia de amor de Henry Miller y Anaïs Nin. Un culebrón de amor, odio, celos y egos. La desnudez como pieza del puzzle, en escena dos mini-camas con ruedas, unas luces y poco más. El peso de la historia cae en la dramaturgia. 

A medio camino entre la seriedad y el petardeo, la puesta en escena topa con una pieza básica de toda obra teatral, el actor no debería escribir y autodirigirse. Craso error que épocas de crisis está demasiado presente y en Sólo creo en el fuego es un ejemplo de ello, el yo me lo guiso yo me lo como pasa factura al montaje.

Los momentos petardos son los mejores, en una dramaturgia a la que le sobra intensidad a radaules. No sé si conscientes o no del problema, los mismos creadores se ríen de esa saturación intensa del drama por el drama. Si en lugar de optar por el tono dramático, una vez descubierto el truco de teatro dentro de teatro se hubiera optado por la opción de petardeo continuado, el montaje hubiera tomado la fuerza que le falta.


Las interpretaciones son irregulares. Le sienta mejor el papel a Ángela Palacios, ella los momentos intensos se los ahorra y gana puntos con una interpretación más natural y contenida, y para muestra su monólogo, sensualidad sin necesidad de ser llevada al límite. 

Por el contrario su compañero, Carlos Martín-Peñasco tiene de entrada un gran problema, fuera de los momentos intensos, el acento, que no sería un problema sino estuviera acompañado por algo más imperdonable, la falta absoluta de dicción. No llegaré nunca a entender que alguien que utilice la voz como herramienta de trabajo sea incapaz de trabajarla, modularla y ser capaz de transmitir. No son los espectadores quienes tienen que hacer el esfuerzo por entender al actor.

Realmente hace falta una visión externa que aporte coherencia al conjunto. Así como una multiplicación de lenguajes, al texto le vendría bien una aportación extra de otros lenguajes escénicos, como puede ser la danza. Le restaría intensidad y potenciaría la  parte visual. Es toda una lástima que nuevas compañías como es el caso de Los Prometidos, no se puedan permitir una asesoría que les haga poder levantar sus buenas ideas y llevarlas un paso más allá del workin' progress.

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