"Judy Garland es un chispazo de luz"


Natalia Dicenta, de natural arrolladora e inasible, tiene acelerado el pulso por culpa de Judy Garland. A partir de hoy va a meterse cada noche en la piel y la garganta de la legendaria artista. Al final del arcoiris es el título de la obra del británico Peter Quilter que Natalia protagoniza en el teatro Marquina. Es uno de los grandes éxitos actuales de la cartelera londinense y junto a Natalia intervienen Miguel Rellán, que interpreta a Anthony, el pianista-confidente de Judy Garland (personaje ficticio) y Javier Mora, que encarna al futuro marido de la artista, Mickey Deans. Eduardo Bazo y Jorge de Juan dirigen la función, que cuenta con una banda de cuatro músicos dirigida por Luis Fernández, la escenografía de Ana Garay y el vestuario de Ivonne Blake.
Quilter sitúa la acción de su obra en diciembre de 1968. En esos días, Judy Garland ofreció una serie de conciertos en la sala Talk of the Town de Londres, que reunió en aquellos años a los más destacados nombres de la música de entonces (algunos meses después de Judy Garland actuó Raphael). Esas veladas son el punto de partida que usa el dramaturgo para tratar de mostrar a la mujer más que a la leyenda en una obra en la que Natalia Dicenta canta las canciones más emblemáticas de la estrella estadounidense y también apunta algunos pasos de baile. «Tengo piernas» ríe Natalia mientras observa una grabación del espectáculo. No está, asegura, obsesionada con el personaje. «Judy Garland es una bendición —dice la actriz—; me siento protegida por ella, apoyada por ella, siento su sonrisa como un baño muy luminoso a mi alrededor. Siento que ella me está reforzando como actriz y como persona».
Brillo y glamour
Reconoce Natalia que es una obra con «una gran exigencia física y vocal como corresponde a un musical. Está lleno de brillo y de glamour. Es una montaña rusa de emociones, pero yo estoy bien... Entiendo muy bien a la mujer que hay dentro del mito y me está beneficiando y reforzando en convencimientos, en ideas, en maneras de producirme yo como mujer. Pero sí es verdad que me estoy cuidando como un atleta: comiendo muy bien, descansando todo lo que puedo. Un papel como este requiere de todo ese cuidado y de una gran armonía. Para transitar por las emociones de un personaje que puede estar en sitios tan brillantes y tan arriba que acaricia las estrellas con las yemas de los dedos, y de repente se mete en el volcán más hondo, la sima más honda... Para ello hay que estar muy bien, tranquila y luminosa».
Contar una historia
Coinciden Natalia Dicenta y Miguel Rellán en que la intención de Peter Quilter es «contar una historia»; para ello, sigue la actriz, «elige a un personaje que es un icono mundial, uno de los mayores talentos artísticos que ha dado el siglo XX». «Y que le proporciona —añade Rellán— algo indispensable en cualquier desarrollo dramático: conflicto». En la obra, sigue Natalia, «está la risa, está el pellizco del llanto, está la música... Hay de todo. Lo que va a recibir el público es el brillo, el glamour, y vas a ver a esa mujer en su intimidad. Y sobre todo gozo. Es la palabra que mejor define el espectáculo y mis sensaciones».
«Judy Garland —sigue la actriz— es un colibrí, un chispazo de luz tan intensa, tan llena de emociones... Es como una explosión. No salía a la calle si no iba de punta en blanco, e incluso en sus últimos tiempos, en que estaba ya tan cansada, mantenía la dignidad...» Desde que aceptó encarnarla, Natalia Dicenta ha buceado entre libros, películas e internet para, por un lado, saber más y conocer datos, y, sobre todo, para conocer a la mujer; nos han contado muchas cosas del mito, pero yo quería conocer a Frances Ethel Gumm —el nombre real de Judy Garland—. Según la he ido conociendo he ido comprendiéndola mejor. Yo quería saber dónde estaba ella cuando no se maquillaba, cuando se ponía las gafas porque no veía...» «Esa información —apostilla Rellán— nos da seguridad, aunque luego no la utilicemos. Queda en el disco duro. Es un trabajo que hay que hacer en soledad, y rasgar y arañar y buscar como topos en el personaje».
Mickey y Anthony simbolizan a los hombres de Judy Garland. Unos la explotaron, otros la quisieron. «Mi personaje —dice Rellán— tiene por ella un amor sin condiciones. La admira y la quiere porque sí... Es un homosexual que siente por ella devoción, compasión (porque padece con ella), que la aguanta todo simplemente porque la quiere».
Fuente: Julio Bravo (www.abc.es)

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