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Fuente: Fernando Díaz de Quijano (elcultural.com)

Julio César y Cleopatra. Menuda historia. Roma y Egipto. Pasión, sexo, ambición, poder, geopolítica. Dos personajes rematadamente clásicos y trágicos. Por eso se justifica su presencia, desde esta noche, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, aunque el texto que los devuelve a la vida sea contemporáneo. Los responsables son la pareja formada por Emilio Hernández y Magüi Mira. Él lo ha escrito y ella lo dirige.

La obra enfrenta a los Julio César y Cleopatra reales, enmarcados en su tiempo histórico, con los personajes inmortales que son hoy y que, dos mil años después, vuelven la vista atrás y se asombran (se indignan) del devenir, decepcionante para ellos, de la Historia.

Este "combate a cuatro" cuenta con la veteranía de Emilio Gutiérrez Caba y Ángela Molina, que encarnan las versiones "inmortales" de los personajes, mientras que los jóvenes e históricos Julio César y Cleopatra son interpretados por Marcial Álvarez y Lucía Jiménez, que han trabajado anteriormente a las órdenes de Magüi Mira. De hecho, Álvarez lo hizo el año pasado en Pluto, también en el Festival de Mérida.

La directora ha vuelto este año al mismo teatro romano por deseo del responsable del festival y productor Jesús Cimarro. Para Mira, es el empresario teatral perfecto: "En nuestra obra, Julio César cree que las abreviaturas a. de J.C. y d. de J.C. significan antes y después de Julio César, en vez de Jesucristo. Yo digo que en el panorama teatral significan antes y después de Jesús Cimarro".

La relación del general y dictador romano con la última reina del Antiguo Egipto se inició en medio de la disputa que ésta mantenía con su hermano y esposo Ptolomeo XIII por el gobierno del país. En aquellos años, el Imperio Romano tenía mucho interés en convertir Egipto en una provincia romana más y solía intervenir en su política interior. Según las crónicas de la época, Cleopatra enamoró a Julio César, que se convirtió en su amante y protector y se estableció con ella en Alejandría, donde la pareja venció a las tropas de Ptolomeo. Poco después tuvieron un hijo, Ptolomeo XV, apodado Cesarión, y se trasladaron a Roma. Tras el asesinato de Julio César en los idus de marzo del año 44 a.C., Cleopatra, que nunca fue aceptada por el pueblo romano, regresó a Egipto.

En César y Cleopatra, "como nos pasa a todos cuando miramos atrás", los personajes evalúan sus aciertos y sus errores, sus méritos y sus culpas. Pasados dos milenios, el dolor se disipa y algunos recuerdos trágicos se vuelven cómicos. Otros conservan intacto todo el dramatismo, incluso en "el limbo de la eternidad", explica la directora. "Hay mucho humor y también momentos de gran crudeza. Y, sobre todo, una reflexión muy interesante sobre la condición perecedera del poder". Cleopatra y César construyeron un capítulo de la Historia, pero todos sus logros se desvanecieron con el tiempo.

Con la puesta en escena, Mira ha querido plasmar todas esas reflexiones "de la manera más física posible", explica. Para eso ha contado con la música original de David San José, coreografías de Emilio Castejón y "cuatro actores en estado de gracia". La directora nos asegura que el resultado de todo ello es "un espectáculo muy minimalista pero con mucha potencia, en la que todos los medios están al servicio del texto y los actores".

Aunque la cultura popular está llena de obras en las que aparecen Cleopatra y Julio César, asegura Mira que el romance entre ellos "ha sido poco contado desde la ficción", a pesar de su enorme atractivo. "Es una historia de fusión total, de pasión física y objetivos comunes como líderes políticos", afirma la directora. Una de las obras más conocidas que han tratado la relación entre ambos líderes fascinantes es César y Cleopatra, de George Bernard Shaw, estrenada por primera vez en Newcastle en 1899. No obstante, la directora asegura que ellos han partido de cero para levantar la suya, salvo algunas influencias inevitables como la ópera Julio César en Egipto, de Händel, y mucha documentación que garantiza el rigor histórico.

Magüi Mira interpretó a Cleopatra en 1997 a la dirección de José Carlos Plaza y el personaje ya nunca abandonó su pensamiento. "Es uno de esos personajes femeninos que marcan la involución posterior de la mujer. Ahora las mujeres libramos una intifada silenciosa hasta recuperar poco a poco nuestro lugar en el mundo, pero Cleopatra demuestra que en un pasado lejano, en algunos lugares como el Egipto antiguo, la situación de la mujer fue infinitamente mejor de como fue en los siglos posteriores. Cleopatra fue una mujer culta, instruida en las artes y las ciencias, que hablaba 9 idiomas a los 20 años, preparadísima para gobernar, y fíjate dónde está hoy Egipto".

Fuente: Jesús Ruiz Mantilla | Rosana Torres (elpais.com) | Foto: Gorka Lejarcegi
De Antígona a las comedias de enredo, de Shakespeare y Rigoletto a Sonrisas y lágrimas,¿qué creación escénica no aporta una visión del mundo y resulta, por tanto, política? Es la respuesta más o menos común, con matices que la enriquecen, a la duda lanzada esta semana por Bob Wilson en la Cuatrienal de Artes Escénicas de Praga. El director estadounidense se preguntaba si cabe hoy hacer un teatro reivindicativo en términos políticos. Propugnaba, frente a las respuestas en ese ámbito, la confusión. Actores, directores y dramaturgos de la escena española entran al debate.
Nuria Espert, actriz y directora. “Creo que Bob Wilson no niega esa posibilidad; simplemente lanza una duda. Era una pregunta pertinente en tiempos de la dictadura, pero en época de libertad, todo tipo de teatro es bienvenido. Yo he hecho siempre teatro político, pero no panfletario. Lo respeto muchísimo. El arte, si es bueno, va unido a la política. El teatro, además, va unido a una vertiente educativa, y eso siempre lleva implícito algo de compromiso”.
José María Flotats, actor y director. “Desde Sófocles, 400 años antes de Cristo, con Antígona, hasta Tony Kushner, en el siglo XX y sus Ángeles en América, pasando por Shakespeare, con El rey Lear, Molière y su Tartufo, Lorca con Yerma o La casa de Bernarda Alba o Bertolt Brecht con El resistible ascenso de Arturo Ui, el gran teatro no ha dejado, también, de ser político”.
Juan Diego Botto, actor y director. “Todo teatro es político, desde los clásicos griegos a las comedias de puertas y sofás. Plantear una distinción es ir contra natura.Se puede hacer conscientemente o sin querer, pero siempre llevará implícita y explícitamente una visión del mundo. Vivimos un cambio profundo de sociedad y paradigmas; en este contexto, el teatro sirve para plantear y resolver dudas”.
Natalia Menéndez, directora del Festival de Almagro. “El quid reside en plantearlo de forma diferente según la época. Pero el teatro de rasgos políticos está triunfando hoy como nada, y más entre los jóvenes, en todo el mundo. El teatro fronterizo, que lidera en España Sanchis Sinisterra, o el teatro-documento que he visto triunfar en México o Perú, basado en testimonios o pruebas de denuncia de hechos concretos, funciona como pocas cosas. Siempre la escena se ha planteado fuertemente desde el compromiso, de Grecia a Shakespeare, Fuenteovejuna, La vida es sueño o Brecht. Así ha sido y será”.
Pedro Casablanc, actor. “No entiendo esa posición de Wilson. Menos cuando él habla de que la sociedad parece querer necesitar impactos y su teatro se basa, sobre todo, en eso y en distintos flashes. ¿De qué me está hablando? Yo no concibo ninguna expresión que no sea política. Más en una época como esta, cuando desde foros como el Teatro del Barrio, nos cuesta sacar tanto adelante espectáculos como el dedicado a [Luis] Bárcenas, el extesorero del PP. Está muy mal visto y no cuenta con apoyos”.
Jordi Galcerán, autor. “Los dramaturgos debemos plantearnos hacer buen teatro; el resto, si lo logramos, viene dado por añadidura. El teatro considerado político, el ideologizado, me parece redundante y normalmente pesado. Insisto: al hacer buen teatro, inevitablemente cae lo demás. Un autor contemporáneo, por lo demás, es imposible que no hable de lo que ocurre, más en un entorno de crisis, pero hay que dejarse llevar ante todo por las historias que contamos, no por las ideas que quisiéramos inculcar”.
Sergio Peris Mencheta, actor y director. “Siempre he creído que nuestro papel es el del bufón del rey. Consiste en soltar a la cara a quien gobierna lo que no hace bien. Otra cosa es que quien está al mando no acuda al teatro. Los patios de butacas adolecen de políticos, y más en épocas como esta. La ventaja que tiene el teatro sobre otras artes para expresar ideas políticas es la inmediatez. Por la mañana, Dolores de Cospedal suelta lo de los pagos en diferido de Bárcenas y por la tarde le hacen un monólogo. Yo soy partidario del teatro como medio de entretenimiento, de partida; es la única manera de despertar interés. Pero plantear la neutralidad, como creo que desearía Wilson, me parece erróneo, porque ésta es enemiga del arte”.
Gerardo Vera, director y escenógrafo. “El teatro y el compromiso político son inseparables. Son acción, intervención decidida, directa, sobre nuestro mundo más inmediato, que ilumina nuestras contradicciones como seres humanos y como ciudadanos con el fin de transformar la realidad. El teatro hoy ya no puede separarse del compromiso con nuestro entorno más cercano, y siempre será ese milagro que se hace posible a través del actor como centro de gravedad indiscutible de un arte que ya nunca deberá reducirse a informar ni a proponer soluciones, sino que nos permitirá profundizar en aspectos únicos de nuestra propia experiencia”.
Magüi Mira, actriz y directora. “¡Cómo no va a ser necesario el teatro político! La vida es política desde que uno se levanta y decide cómo vivir, a todas horas uno se está comprometiendo, y la política es un compromiso que nos correponde asumir a todos. El teatro, aunque no quieras, tiene que ser político. Por cierto, Bob Wilson también hace teatro político”.
Laila Ripoll, dramaturga y directora. “¿Teatro político? ¡Absolutamente! Y hay que abordarlo con rigor, mucho rigor, mucho arte, huyendo del ladrillo... Ya lo inventó Brecht. Todo arte es política, y las gentes del teatro creo que eso lo tenemos muy claro. No hay más que darse una vuelta por los escenarios de nuestro país”.
Fuente: Alberto Ojeda (elcultural.es)

Curiosa coincidencia en los teatros de Madrid y Nueva York. La anarquista, la última obra de David Mamet, una reflexión sobre la reinserción de los presos políticos, se representa simultáneamente en el John Golden Theater y en el Español. El montaje norteamericano es el propio Mamet quien lo dirige. En el plantel cuenta nada menos que con Debra Winger y Patti LuPone. Aquí es José Pascual el que lleva la batuta. Y bajo sus órdenes están las actrices Magüi Mira y Ana Wagener. La primera estuvo en la urbe estadounidense viendo la versión canónica de la obra. Y -"sinceramente"- no terminó de convencerla. Le pareció que la pareja de intépretes eran apenas meras lectoras del texto (sacrosanto para Mamet). "Le falta sangre". Eso es lo que le han intentado poner ellas sobre las tablas. "Sangre y alma".

Esta obra se estrena en el Teatro Español y el John Golden Theater de Nueva York. ¿Siente curiosidad por ver versión norteamericana, con Debra Winger y Patti LuPone en el plantel? 
Fui a Nueva York y pude ver el trabajo de Mamet como director de su propia obra, y por los pelos: lo quitan este domingo. Y con razón,encontré un trabajo aburrido en el que Mamet escucha su texto y el espectador recibe eso, sólo texto. Sin compromiso, sin alma, sin sangre. Experiencia interesante que me hizo entender una vez más que el arte escénico es por encima de todo un acto de creación en equipo, suma de texto, director, actores, actrices en este caso, luz, espacio, música, vestuario... y que de un mismo texto nacen resultados muy diferentes. Volví tranquila a Madrid, con la intuición de que nuestro trabajo sí iba a llegar al corazón del espectador madrileño. Y en eso estamos. 

"Es una conversación en tiempo real, muy sencilla en su planteamiento pero muy exigente para las actrices, que tienen únicamente el texto y el subtexto como apoyo". Así lo explica José Pascual. ¿Es realmente tan difícil poner en pie en términos interpretativos este texto? 
Sí, afortunadamente, es muy difícil. Un texto teatral aunque lo encierra todo no lo es todo. No es una obra de teatro. Es una obra para el teatro. Hay que despertar en él lo que hay dormido. Darle vida, proceso, y comunicación con el espectador. Yo no quiero hacer de Cathy, quiero ser Cathy la hora y cuarto que dura mi trabajo. Quiero ser persona, no personaje. Quiero que el espectador asista a un momento de vida en tiempo real entre Anne y Cathy. 

Y Ana Wagener, tu compañera sobre las tablas, explica que "en cada verdad esconde una mentira y viceversa". ¿Tan enrevesado es el juego que plantea Mamet? 
Es múltiple, se superpone el plano político con el personal, es mágico, es Mamet. 

Qué destaca de José Pascual como director. ¿Cómo ha sido el trabajo con él? 
La experiencia con José ha sido única, irrepetible. Permite un trabajo libre, abierto. No plantea una propuesta de personajes, tampoco de acción. He tenido que buscar a Cathy cruzando una selva llena de peligros. Una experiencia. 

Para participar en este proyecto ha hecho un paréntesis en su carrera como directora -acaba de estrenar ¡Ay, Carmela! en San Petersburgo, ¿no?-. ¿Cómo alterna su doble condición? ¿En la actualidad, qué le pide más el cuerpo, dirigir o actuar? 
Es verdad. Acabo de estrenar Ay Carmela, y Madame Bovary sigue su gira por España, este fin de semana están en el Gran Teatro de Córdoba. Tener el privilegio de contar una historia como yo la entiendo, con la ética y la estética que yo considero necesaria, es algo que me sigue sorprendiendo. Aprendo en las dos orillas. Valoro y admiro cada vez mas a mis compañeros actores y actrices, grandes textos se quedarían en los cajones si el arte de interpretar. Pero la erótica de poder que siento cuando estoy en las tablas del escenario, respirando en paralelo con el espectador, que está conmigo segundo a segundo, no tiene precio. 

Por cierto, ¿cómo ha sido la respuesta del público ruso ante su propuesta?
Conmovedora. Un público tan formado, tan exigente como el de San Petersburgo, que es una de las capitales mundiales del teatro, se ha entregado con pasión. No queda una sola butaca libre. Han descubierto un texto contemporáneo español, a Sanchis Sinisterra. Asombrosamente he conseguido una gran cohesión con todo el equipo, con Reguina y Sasha, actores admirables, y hemos hecho el mismo viaje. Una felicidad. Para el teatro Fontanka por que vende todas las entradas, para el público que disfruta cada representación, y para el equipo de creadores que lo hacen posible. Están satisfechos, es un lujo comprobar que a veces el trabajo tiene sentido, la crítica también lo ha dicho. Por eso el Teatro Fontanka ha incorporado, tanto Ay Carmela, de Sanchis Sinisterra, como mi anterior trabajo con ellos, Cuento de Invierno, de Shakespeare, a su repertorio para los próximos 10 años. 

¿Cuál diría que es el asunto esencial que aborda La anarquista? ¿La dificultad de esta sociedad para perdonar? 
La dificultad de esta sociedad para perdonar es uno de los ejes de la obra. Mamet destripa y pone encima de la mesa cuestiones tan importantes como la traición, el engaño, la represión, el Estado corrupto, la necesidad de una regeneración democratica, de un nuevo orden, el sexo homosexual... Golpea con fuerza el pensamiento del espectador, pero magistralmente consigue que estas dos mujeres que hablan sin parar y discuten y se engañan durante una hora y cuarto, estén movidas y removidas por un río emocional sumergido y sorprendente que no las deja respirar. 

¿Le ha interesado lo suficiente Mamet como para plantearse dirigirlo en un futuro? 
Mamet es un autor vivo, testigo del momento que estamos viviendo, con una forma de expresión que penetra en el espectador. Es verdad que no todas las obras de Mamet, ni de cualquier autor, son obras maestras. Pero sí, me gustaría. Ojalá Mamet vuelva a crear un buen texto y yo tenga la oportunidad de darle vida en escena con actores excelentes. 

Hablando de futuro, ¿hay algún proyecto en el que esté embarcada para los próximos meses y nos pueda adelantar algo? 
Mamet, Mamet, Mamet... Estoy ya trabajando para dirigir en Helsinki, y en México DF Madame Bovary. Me alimenta dirigir en diferentes lenguas y en diferentes culturas.