PREMIOS MAX 2015
Por Elisa Díez (Butaques i Somnis)
Entre el "que les den!" de Blanca Portillo y la "botifarra" (corte de mangas) de Rosa Mª Sardà hay un 21% de IVA ("cultural") que marcó las reivindicaciones de la noche. Fuera de exabruptos, la velada transcurrió como siempre, muchos premios para los montajes de Madrid y escasos para los de Barcelona. El Rey gana al príncipe y el que parte y reparte se queda con la mejor parte.
No sé si son merecidos o no, no he visto ninguno de los montajes premiados, y mucho me temo que no lo veré. A Barcelona llegan con cuenta gotas los montajes de fuera, y los que llegan tienen una estrella mediática en cartel. Sea como fuere el teatro catalán se quedó relegado al mejor actor, Lluís Homar por Terra Baixa (en una categoría donde solo competían catalanes), la mejor adaptación (Anna Maria Ricart por Fuenteovejuna), el mejor espectáculo musical, l'Eclipsi del TNC/Festival Grec y el premio Max de Honor para Rosa Mª Sardà.
Se fueron con las manos vacías: Gemma Brió, Oriol Broggi, El President, Pau Miró, Carme Portacelli... aunque como bien dijo Blanca Portillo en su discurso al recoger el Max a la mejor actriz protagonista por El Testamento de María lo importante es el público, los que llenan las salas a pesar del número 21.
La gala mejor que la del año pasado, no era difícil, el año pasado casi nos cortamos las venas, pero con un cierto regusto a gala rancia made in Jose Luis Moreno, que parece que el teatro, el cine y demás galas culturales no se quita de encima. Es lo que toca.
De sequía de premios para los candidatos catalanes, hubo olvidos y alguna otra cosa que me cuesta de entender. La recientemente fallecida Rosa Novell nominada a mejor actriz de reparto, claramente ganadora a los ojos de muchos, un homenaje ya que estábamos homenajeando a las actrices de siempre y maestras de teatro, pero no. Me parece de un mal gusto supino, nominarla y no dárselo. Lo siento, pero no lo entiendo. Como tampoco entiendo el olvido de Blanca Portillo en tantos agradecimientos y que no se acordará de ella.
Más cosas de mal gusto, en el momento de recordar a los que nos han abandonado este año, se pasaron sus nombres simplemente en la pantalla mientras unos cantaban, otros bailaban y el resto aplaudían. Sólo nombres, nadie les quiso poner cara, de vergüenza.
La mejor noticia de la noche fue ver sobre el escenario a Rosana Torres, una de las mejores cronistas culturales. En silla de ruedas pero muy lúcida, agradeció con una cierta vergüenza los aplausos. Sinceros, como sus crónicas para el diario El País, un regalo para muchos.
El Paral·lel se llenó de VIPs, algunas estrellas, otros estrellados, muchos curiosos, pero más de lo de siempre. Los Premios Max quieren aglutinar a un sector muy diverso, que como bien alguien reivindicó en uno de sus discursos, no todos pertenecen a la SGAE, por lo tanto no son todos los que deberían ser, sino los que alguien quiere que sean.
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