Israel Elejalde: “El monólogo es una lucha titánica contra la soledad”
Fuente: Rocío García (elpais.com) | Foto: Samuel Sánchez
Una de las acepciones de la palabra fiebre en el Diccionario de la Real Academia Española dice así: “Viva y ardorosa agitación producida por una causa moral”. Eso fue lo que sintió hace ya años el actor y dramaturgo norteamericano Wallace Shawn, conocido por sus trabajos con Woody Allen, cuando viajó a un país africano. Lo que descubrió le obligó a someterse a una revisión física, psíquica, política y espiritual.
Y por eso puso el título de La fiebre a un texto personal, una confesión descarnada y muy crítica, que convirtió poco después en un monólogo teatral. Fue en 1991. Han pasado más de 20 años y ese relato sigue tan vigente o más que entonces. Bien lo sabe Israel Elejalde, el actor madrileño de 41 años, uno de los rostros más potentes y de mayor proyección en el panorama teatral español, que desde ayer pone en escena ese monólogo en la Sala Cuarta Pared, de Madrid, donde estará todos los jueves, viernes y sábados de los meses de mayo y junio. La obra ya estuvo en cartel de manera puntual el año pasado.
Confiesa Elejalde, hombre inquieto que interpreta, dirige y escribe, que este proyecto, largamente acariciado, nació de una necesidad personal cuando la crisis económica estalló de manera dramática en la gente. “Me tiré año y medio buscando textos. Me resultó difícil porque encontrar algo que te haga reflexionar sin adoctrinar ni aburrir no es fácil. En cuanto leí el relato de Wallace Shawn tuve claro que eso era lo que quería”. Era un monólogo, algo que Elejalde no se había planteado ni había hecho nunca, pero la fuerza del texto, esa reflexión sobre la decencia y la conciencia de un hombre rico del Primer Mundo ante la pobreza del Tercer Mundo, no se podía abandonar así sin más. El crowdfunding, el apoyo del director Carlos Aladro, de productoras como Kamikaze y la inversión del propio Elejalde hicieron el resto. “Fue una decisión difícil porque, en un principio, no me apetecía hacer un monólogo. Estar en un escenario es algo muy duro, se sienten muchos nervios y mucho miedo, uno se expone, se abre en canal para mostrar lo que es. Y tener un compañero al lado es como el aliado que te acompaña en el viaje. El monólogo es una lucha titánica contra la soledad. Es un río en el que en cualquier momento sube la corriente y te arrastra. Es escalar un ochomil”, explica el actor que ha protagonizado en los últimos años las obras dirigidas por Miguel del Arco, La función por hacer, Veraneantes y Misántropo.
En el tiempo transcurrido desde que Shawn, hijo del editor de The New Yorker que aceptó el envite de Hannah Arendt para cubrir el juicio del nazi Adolf Eichman en Jerusalén, escribiera este texto y lo expusiera primero en privado, en casa de sus amigos ricos, y luego saltara a los escenarios de Broadway, parece que las cosas no han ido a mejor. “Desde entonces ha habido una aceleración histórica tan fuerte que con los años se ha hecho más actual. La crisis ha ahondado la brecha entre los ricos y los pobres. Shawn lo escribe desde la perspectiva de un hombre de clase alta que se topa con una realidad aterradora de pobreza. ¿Qué ha pasado en estos años? Que no hace falta viajar a un país del Tercer Mundo, que aquí en Madrid, coges un coche y en 10 minutos puedes estar en sitios donde se vive en la más absoluta pobreza”.
Son 65 minutos de un espectáculo planteado como un coloquio, una conversación con el público de la sala, plagada de preguntas. “Cada espectador debe dar su propia respuesta. Wallace Shawn, que es un hombre inteligente y educado, lo que hace es plantear preguntas. La fiebre es una especie de crisol que, dependiendo del momento en el que nos estamos moviendo, a cada espectador se le van a iluminar unas cosas u otras. Cada uno ve un espectáculo diferente porque la vida de cada uno hace que le resuenen unas cosas y que otras queden más escondidas. El teatro está para reflexionar y no para adoctrinar. En el teatro tenemos que mantener constantemente el pensamiento de que no sabemos nada y de que desde el escenario tienen que surgir las preguntas”.
Todas las contradicciones de La fiebre estarán más que presentes en el escenario de la Cuarta Pared. La belleza, el confort, la seguridad, las luces de neón y el lujo frente a la muerte, la violencia, la brutalidad, la pobreza y la oscuridad. El sonido del violonchelo interpretando en directo música de Bach será el único envoltorio de ese caramelo amargo.
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