David Larible: “El insulto debería ser decir político, no payaso”
Fuente: Pilar Álvarez (elpais.com)
El hombre que entra como un torbellino por la puerta, al que muchos consideran “el mejor payaso del mundo”, parece más una estrella de rock que un cómico, así en la distancia corta. Camisa abierta, fular mínimo y unas gafas de espejo que cubren sus pequeños ojos turquesa con los que mira todo como si fuera nuevo. El italiano David Larible se deleita con los rayos del sol, con el olor de la lavanda que atrapa con las manos en la terraza de la cafetería y sigue la conversación como si dispusiera de todo el tiempo del mundo.
El hombre que entra como un torbellino por la puerta, al que muchos consideran “el mejor payaso del mundo”, parece más una estrella de rock que un cómico, así en la distancia corta. Camisa abierta, fular mínimo y unas gafas de espejo que cubren sus pequeños ojos turquesa con los que mira todo como si fuera nuevo. El italiano David Larible se deleita con los rayos del sol, con el olor de la lavanda que atrapa con las manos en la terraza de la cafetería y sigue la conversación como si dispusiera de todo el tiempo del mundo.
Hijo y padre de artistas circenses, Larible (Novara, Italia, 1957) se considera un “médico del espíritu”. Quizá sea considerado el mejor por ganar el Clown de Oro en el Festival Internacional de Circo de Montecarlo en 1999, algo así como el Oscar de su mundo. O por actuar ante 120.000 personas en un fin de semana en el Madison Square Garden de Nueva York. La etiqueta no le pesa: “Simplemente no me la creo”.
El clown vuelve al Circo Price de Madrid por aclamación tres meses después de su última actuación. Va a ser casi una maratón, con cinco sesiones concentradas en un fin de semana, los días 11 y 12 de mayo. Trabajar en tiempos de crisis es más difícil “y más necesario”, reflexiona justo antes de beberse el zumo en apenas dos sorbos. “Si piensa en la trayectoria de los más grandes, desde Chaplin a Oleg Popov, la explosión de su fama siempre coincidió con un periodo de carencias”, explica. “La gente ahora necesita circo, los Gobiernos deberían entenderlo y apoyarlo más”.
Si le nombraran presidente por un día, prohibiría los recortes presupuestarios en la cultura, impediría que los bancos “se quedaran con las casas de la gente” y vetaría las carreras políticassine die. Admira el paso que dio su paisano Beppe Grillo, el cómico que ha irrumpido en el panorama político italiano con el Movimiento 5 Estrellas (M5S). A él se lo han ofrecido varias veces, pero lo ve difícil: “Me da miedo transformarme en uno de ellos”. Le hace gracia que se utilice el término circo como metáfora de caos: “Imagine 150 personas que viajan y viven por el mundo en una carpa, no hay nada más organizado”. Y aún más que se emplee su profesión como un insulto. “El insulto debería ser decir político, no payaso”. Barre tanto para casa que considera incluso que el nepotismo que a veces se da en las instituciones no tiene cabida en la farándula: “No conozco a ningún payaso que se hiciera famoso por ser nieto, hijo o sobrino de alguien”.
Cuando era niño, le echaban de clase por hacer reír a los demás alumnos. De adolescente, el humor le servía para llevarse de calle a las chicas que se acercaban a ligar con sus primos “que eran mucho más guapitos”. Ahora la combinación de risa y seducción le interesa como motivo de estudio. “Todos los cómicos de la historia fueron poco agraciados, pero grandes seductores”. Admite con cierto pudor que también es su caso, pero se resiste a dar más detalles de sus indagaciones. Quiere escribir un libro y teme que le roben la idea. Con el vaso vacío y las tostadas intactas, defiende que sería necesario más contacto entre la gente: “Río mucho, lloro mucho, toco mucho... El miedo a lo políticamente correcto nos ha hecho demasiado daño”. Se despide con un abrazo que casi valdría para recolocar la columna vertebral.
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