Un escenario para restañar heridas


Memento mori es una frase latina que significa "recuerda que vas a morir". Se la soltaba machaconamente un siervo a los militares que entraban victoriosos en la Roma imperial para que se les bajaran los humos y darles un baño de humildad. Con el tiempo, el término también se utilizó para hablar de las representaciones de difuntos en el arte, no solo pictórico. Pero en el siglo XIX y principios del XX se llamaronmemento mori a las fotografías posmórtem que las familias hacían a sus finados antes de ser enterrados, con el fin de poder recordarles, ya que su coste a veces impedía hacérselas en vida.

Con ese nombre cargado de significado se estrenó el pasado viernes un montaje en el teatro Palacio Valdés de Avilés. Lo que ocurrió en ese escenario es una lúcida metáfora de los diferentes registros de memento mori. La propuesta teatral, engendrada por el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra y la actriz Cristina Rota, fue algo más que el estreno de campanillas, con nombres y rostros mediáticos.

Allí se vio un ritual escénico, con catarsis familiar liberadora, psicoanálisis universal y tragedia contemporánea en 11 escenas, además de un prólogo y un epílogo. En medio, una historia que han pergeñado, casi a cuatro manos, Cristina Rota, maestra de actores, productora y directora, y Ortiz de Gondra, una de las voces más personales y vanguardistas del teatro contemporáneo.

Entre ambos han puesto en pie un teatro de denuncia, un teatro de la memoria histórica, creando casi un nuevo género, el del teatro cicatrizante, como bálsamo que cae sobre una herida que solo puede cerrarse a base de no ignorarla.

Además, es un curioso experimento. La obra -que llegará a Madrid en enero- ha emergido de dos años de conversaciones entre el autor y su principal actriz, Rota, quien a su vez llamó a Jaime Chávarri para que la dirigiera desde una perspectiva muy cinematográfica pero conocedora del teatro. Su personaje es el de una reconocida fotógrafa que recibe un importante premio por una instantánea que sugiere el horror, sin explicitarlo. Sus hijas en escena, una estudiante de medicina y una reportera de guerra, están interpretadas por sus hijas reales. La actriz y cantante Nur Al Levi y María Botto, quien comparte el personaje de manera rotatoria con las actrices Ana Torrent y Goya Toledo. Junto a ellas, Manuela Nsuenzang, originaria de Guinea y aún estudiante en el Centro de Nuevos Creadores que dirige Rota en Madrid. Todos los actores del montaje han surgido de ese laboratorio de formación actoral, incluidos el televisivo Roberto Drago y José Manrique. La excepción es Luis Hostalot, formado en Francia.

Rota no oculta haber impregnado de aromas autobiográficos Memento mori. Conocido es que su marido, el director y actor Diego Botto, desapareció en la dictadura argentina y aún no han encontrado su cuerpo. "Aunque se habla de un país imaginario, no olvido que en España es psicotizante el querer borrar la memoria histórica y mirar hacia otro lado", dice la actriz, que quiere reivindicar con este montaje lo mejor del ser humano. "Se trata de que cada uno con sus dones y posibilidades trate de restañar heridas". Las suyas se ha puesto a curarlas en familia: "Pero no la familia como célula social enfermiza, sino como célula emocional y revolucionaria que busca el cambio".

Todos los personajes se encuentran en África, y cada uno representa las distintas miradas que existen sobre las tragedias y el caos que en ese continente generan las dictaduras. "Ella por su pasado, y yo como vasco, tenemos claro que no se puede mirar hacia otro lado, porque si lo hacemos se paga un precio muy alto", señala Ortiz de Gondra, quien coincide con Rota al afirmar: "Hay que enterrar bien a los muertos, porque si no, siempre regresan".

Este trabajo gira en torno a la responsabilidad de la mirada y sobre ella se lanzan preguntas morales. "No se trata de darle respuesta ni sermonear al público, sino de interrogarse con él", apunta Ortiz de Gondra, momentos después del estreno. También asistieron María Botto y Goya Toledo (que no actuaron ese día, turno de Ana Torrent), además del único hijo de Rota que no está en la función, Juan Diego Botto. Este recordó una frase de Albert Camus que le golpeó en su interior durante la representación: "Toda indiferencia es criminal".

Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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