El bello y potente ‘Rinoceronte’


Fuente: Rosana Torres (elpais.com)
El director y dramaturgo Ernesto Caballero (Madrid, 1958) va a cumplir tres años al frente del Centro Dramático Nacional (CDN). Ha pasado de dirigir una compañía marginal a llevar la batuta del teatro público más importante de España. Su mirada apenas ha variado: “El teatro siempre es el mismo. Su conmoción reveladora se produce en diferentes condiciones. Mi búsqueda sigue siendo la misma, capturar en escena ese pez dorado del que habla el maestro Peter Brook”. Por el camino se pierden cosas: “Tal vez haya abandonado cierto ensimismamiento creador al hacer míos otros tantos proyectos de la programación del Centro”.
En esta ocasión, Caballero ha recurrido a uno de los padres del teatro del absurdo Eugène Ionesco y a su bella y potente fábula dramática Rinoceronte, escrita en 1959. Una manera de sacudir a una sociedad, la de hoy, que como la que retrata la obra, adormece ante la propagación y aceptación social de nuevos totalitarismos: “Y el que se convierte en resistente se ve abocado a la soledad y a la marginación, como el protagonista de esta obra”, apunta Caballero. Programar en estos momentos Rinoceronte resulta más que oportuno “porque el humanismo y la conciencia individual corren el riesgo de ser aplastados por arrolladores fenómenos de masas de muy distinto pelaje”.
Este clásico contemporáneo se estrenó en 1961, también en el Teatro María Guerrero (donde vuelve del 17 de diciembre al 8 de enero), con dirección de José Luis Alonso y José Bódalo al frente del reparto. En esta ocasión Pepe Viyuela está a la cabeza de un elenco formado por actores que, haciendo más o menos cine y televisión, han alcanzado prestigio a través del teatro, como Fernando Cayo, José Luis Alcobendas, Ester Bellver, Fernanda Orazi, Juan Antonio Quintana y Juan Carlos Talavera, entre otros.
El tema de la voluntad es, para Caballero, el eje central de este mordaz relato en el que cuestiona la responsabilidad tanto individual como colectiva. “Como por ejemplo, qué postura debemos o podemos adoptar con respecto a la degradación generalizada de la sociedad o ante determinadas propuestas para su radical transformación”, indica el responsable del CDN.
Caballero pertenece a una generación atrapada, y a veces ahogada, entre veteranos consolidados del teatro, como Sanchis Sinisterra, Fermín Cabal o Alonso de Santos y emergentes, pidiendo paso con fuerza, como Juan Mayorga, Ignacio del Moral o García May. Con los primeros comparte su absoluta dedicación a la escritura, con los más jóvenes algo que ya se da en la práctica totalidad de todas las nuevas generaciones del teatro: una formación integral en escritura dramática, interpretación, dirección y otros lenguajes escénicos. Con unos y otros tiene en común, por ser característica imprescindible en este oficio, el aspecto profundamente vocacional. Y desde esa atalaya ha abordado con diferentes organismos teatrales o con su compañía textos clásicos, contemporáneos y propios.
En sus años de andadura aventurera, tan cercana al teatro independiente español, su lucha se centró en levantar proyectos que no fueran inviables, ni por repartos, ni por presupuesto, ni por movilidad, poniendo en valor la dramaturgia española contemporánea. “Hoy sigo llevando a cabo esta labor con más medios y mayor repercusión… Se trata de la misma iniciativa, amplificada…En estos momentos mi objetivo estriba en reformular un proyecto de Teatro Nacional que debe estar estrechamente relacionado con un proyecto de sociedad; así lo entendieron nuestros ilustrados, nuestros liberales, los regeneracionistas del 98 y los intelectuales de la República. Hoy más que nunca vuelve a ser necesaria una apuesta así y ese es ahora mi empeño”.
Sostiene que el papel que deben cumplir los teatros públicos en el entramado escénico actual no es otro que ofrecer al ciudadano espectáculos de excelencia que no pueden ser asumidos por la empresa privada con la que cree que hay que colaborar: “No olvidemos que hablamos de un sector artesanal. Los teatros públicos tienen que asumir más que nunca la función de cohesionar y dotar de autoestima a la sociedad”, dice este hombre cuyo programa contempla abrir el CDN a la profesión y programar actividades que dejan de considerar al espectador como algo más que un mero sujeto pasivo del hecho teatral. Como retos incumplidos está la internacionalización real de los creadores escénicos españoles y como objetivo inalcanzable asumir proyectos “de incuestionable interés” que a diario recibe.

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