El Maracaná de la danza


Fuente: Cristina Marinero (elmundo.es)
No sólo es famosa por ser la ciudad donde los hermanos Lumière rodaron la primera película proyectada en público, por seguir con pasión el fútbol del Olimpique o por tener parte de su núcleo urbano protegido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Levantada entre el río Ródano y su afluente, el Saona, Lyon se pone en el mapa cultural cada dos años por ser la urbe donde se celebra el festival de danza más grande del mundo, la Biennale de la Danse. La cita actual, en marcha hasta el 30 de septiembre, vive su significativa 16ª edición: o sea, 30 años de vida.
Durante tres semanas, la Biennale que ahora dirige la coreógrafa Dominique Hervieu -sustituyó en 2011 a su fundador, Guy Darmet- mostrará el trabajo de una treintena de compañías y 25 estrenos coreográficos, con los teatros -lo hemos comprobado- abarrotados. Además, 300.000 espectadores se reunieron el domingo en su tradicional desfile, para el que este año han participado más de 4.500 personas bailando en el cortejo. En su cierre, en la inmensa Plaza Bellecour presidida por una estatua ecuestre de Luis XIV, el impulsor del ballet en Francia, se ofreció un extracto de 'El lago de los cisnes' de la sudafricana Dada Masilo, coreógrafa descubierta en la pasada edición y cuya esperada Carmen se estrena el sábado.
El circo y la 'performance' son protagonistas esta vez, por sus lazos con la danza e influencia mutua. El reconocido James Thierrée, artista que une teatro, circo y coreografía se ha instalado en el Teatro National Populaire, hasta el lunes, con 'Tabac rouge', coreodrama -como lo denomina-, que vendrá a España el 25 de septiembre, al Festival TNT de Terrassa.
Nieto de Charles Chaplin, bisnieto del dramaturgo Eugene O'Neill e hijo de los artistas de nuevo circo, Jean-Baptiste Thierrée y Victoria Chaplin, este internacional intérprete ha creado en Tabac Rouge un mundo que recuerda al universo de Jean-Pierre Jeunet, trufado con Mad Max, donde la coordinación de efectos y escenografía es esencial. Él es el protagonista de esta historia que se regodea bastante en el feísmo. Un tirano parece querer desarmar el estado marcial que ha creado, agitado por una gran construcción móvil de tubos de acero y planchas metálicas cuyo violento movimiento en escena debe ser milimétrico para no dañar a nadie. Intenso y muy elaborado, 'Tabac Rouge' parece eludir emocionar, a pesar de la caldera en ebullición de su núcleo.
También las recuperaciones de obras marcan uno de los capítulos de esta Biennale. Hoy martes, el Ballet de Lorraine estrena el esperado 'Relâche', uno de los primeros 'happenings' coreográficos, creado en 1924 por el coreógrafo Jean Börlin, el pintor Francis Picabia, el músico Erik Satie y el cineasta René Clair.
Hasta el sábado, la protagonista del revival ha sido 'Heart's Labyrinth', de Jirí Kylián, que ha entrado en el repertorio del Ballet de la Opera de Lyon conmemorando el 30º aniversario de su estreno por el Nederlands Dans Theater. Creada en 1984, tras el impacto que le supuso a Kylián el suicidio de una de las bailarinas de la compañía, esta pieza comienza con una de las intérpretes descendiendo por invisibles escaleras, al fondo del escenario, en una imagen bellísima, como si bajara desde el cielo. A través de dos pasos a dos, un trío y un cuarteto, tejidos con exquisita sutileza sobre piezas musicales de Schoenberg, Webern y Dvorák, Heart's 'Labyrinth' habla de las emociones y de la intrincada red que van diseñando en nuestro corazón, mostrándonos al Kylián más íntimo.
Si bien las otras dos coreografías del programa del Ballet de Lyon -'Sunshine', de Emanuel Gat, y 'How slow the wind', del dúo François Chaignaud y Cecilia Bengolea- quieren ser rompedoras, pero se quedan en frases hechas, la propuesta de la compañía XY, 'Il n'est pas encore minuit...', basada en la acrobacia, partiendo de un prediseñado bastidor coreográfico, es todo un espectáculo.
Sus 22 intérpretes toman el escenario del decimonónico Teatro Célestines de Lyon con su energía desbordante, sus equilibrios magníficos y un ritmo amable basado en el 'lindy hop', el baile nacido en Harlem en los años 20 y que muchos reconocerán por el swing que le caracteriza, claro precedente del rock'n'roll de pareja.
Lo que podía haber sido sólo un espectáculo de grandes acróbatas crece teatralmente porque está trabajado desde el punto de vista de la danza y una camaradería auténtica. La preocupación por el otro es real aquí: el espectáculo es sólo posible desde la verdad. Si no es así, sus vidas peligran. El aplauso fue tan sincero como su apuesta.
Entre los otros grandes nombres de la danza que llegarán en los próximos días, Maguy Marin o Jan Fabre, entre ellos, la única coreógrafa española presente en esta 16ª Biennale de la Danse de Lyon será Rocío Molina y su última creación, 'Bosque ardora', el domingo 21, obra que luego viajará hasta otra bienal, la de flamenco de Sevilla, el día 29 y que se verá en Madrid en noviembre.

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