Fuente: Wiston Manrique Sabogal (elpais.com)
¡Shakespeare ha muerto! ¡Viva Shakespeare!
Hijo del Renacimiento, como Leonardo, Miguel Ángel, Rafael y Cervantes, la autoría de William Shakespeare ha sido cuestionada muchas veces. Setenta nombres, por lo menos, se han atribuido a la verdadera autoría de las obras shakespearanas. Una duda que, en los 450 años de su nacimiento, ha despejado James Shapiro. El profesor e investigador de la universidad de Columbia, abordó la cuestión en uno de los mejores estudios sobre el poeta y dramaturgo en Shakespeare. Una vida y una obra comprometidas (Gredos). Su conclusión es clara: Shakespeare es Shakespeare.
Otelo, Julio César, Enrique VI, Trabajos de amor perdidos…
Admirado ya en vida, logró el milagro de hacer sonar en un solo aplauso las palmas del público y los expertos, no solo de su época sino también a lo largo de estos cuatro siglos. Pero la sombra sobre su autoría ha aumentado en los últimos 150 años. Que si era alguien de la corte, que si era el nombre clave de un noble, que si era un político más culto, que si era el dramaturgo…
Si bien no se sabe su fecha exacta de nacimiento, sus padres lo registraron el 26 de abril de 1564, lo que significa que habría nacido entre el 19 y 25 de abril, ya que los bebés se registraban entre dos y seis días después de nacidos. Su muerte, en cambio, no deja dudas: 23 de abril de 1616.
Macbeth, El mercader de Venecia, El rey Lear…
Las razones de la polémica sobre la verdadera autoría, según James Shapiro resultan por momentos inexplicable. Aunque reconoce ciertos motivos: “No sobreviven muchas evidencias, aunque hay pruebas suficientes de su autoría, y el poderoso deseo de plantear y resolver un misterio. Otro más es la emoción de las teorías de conspiración, basadas en la exposición de cómo las autoridades e investigadores (como yo) han tratado de engañar al público. Pero sólo una persona escribió: William Shakespeare de Stratford”.
La grandeza de muchas de sus obras siempre ha despertado el misterio sobre su creador. Es la intriga tentadora del ser humano por desmontar la magia, por conocer el mecanismo y el origen de la belleza y lo sorprendente. La fascinación del enigma. Las preguntas ante lo sublime.
A esto se suma la sombra de una autoría que diferentes generaciones quieren reinventar. La tentación de resolver un enigma porque “sus obras son como los diamantes contra la luz que al hacerlos girar el reflejo de su brillo es especial y nuevo en cada movimiento”, explica Shapiro. Ahí está Hamlet, por ejemplo: “durante varios siglos ha sido visto como un intelectual paralizado por el exceso de pensamiento; otros lo han visto como un hombre que lucha por superar una crisis espiritual o religiosa; otros como un hombre que está abrumado por un complejo de Edipo. Estoy seguro de que la próxima generación tendrá su propia explicación a Hamlet”. Las culturas cambian, los tiempos cambian, la mirada cambia.
La tempestad, Ricardo III, ucho ruido y pocas nueces, Cimbelino…
Una tentación irresistible la de cada generación que busca redescubrirlo, reinventarlo, de saber dónde está el misterio, qué escode y por qué en una persona así: hijo de un comerciante de lana, carnicero, arrendatario pero que conocía no solo la vida de la corte y el reino, sino, sobre todo, el alma humana mejor que nadie, los pasadizos oscuros de los deseos, sueños y ambiciones. Un misterio. Es lo que tiene el genio, dice Shapiro, y recuerda que otro como Shakespeare que murió en 1616 era hijo de un barbero: “Cervantes también podía ver en el corazón de las personas a través de las clases sociales. La observación, la empatía y la curiosidad son dones y habilidades de los más grandes artistas, independientemente de su estirpe o clase social, pero que luego deben trabajar en su perfeccionamiento”.
El genio y el talento solos no bastan. “Shakespeare era muy afortunado”. Su buen momento coincidió con el periodo de esplendor de Elisabeth I. Aunque, recuerda el investigador, él poeta y dramaturgo nació y creció en un pueblo con una escuela de gramática terrible. “Cuando era un niño se empezaron a construir en Londres teatros públicos que podían albergar hasta 3.000 personas. Como resultado de ello, la posibilidad de ganarse la vida como actor, escritor y accionista de una compañía de teatro sólo se hizo posible en Inglaterra en la vida de Shakespeare. También fue bendecido al escribir para un grupo de actores excepcionales en un momento de gran transformación: los ingredientes perfectos culturales y políticos para una carrera estelar”.
Romeo y Julieta, El sueño de una noche de verano, Antonio y Cleopatra…
En ese entorno William Shakespeare da rienda suelta a su innata creatividad. Estaba dotado de muchas maneras. Escribía simplemente cuando lo necesitaba y de manera compleja cuando la situación lo exigía. Bebía de historias del pasado, del presente y de su propio ingenio. Pero a todas las dotaba de originalidad, las crea y confirma que la clave de una obra de arte está en el cómo. “Sentía menos necesidad de inventar historias que de transformar los que otros habían escrito y así descubrir el núcleo de las verdades”, asegura Shapiro. Incluso, tenía la capacidad de ampliar la simpatía a los personajes más malvados y violentos. “Tenía un talento mágico para hacer que cada miembro de la audiencia sintiera que él le estaba hablando directamente”.
El espectador o lector lo agradece porque no solo ve en esas obras una parte de los demás, sino también de su propio yo invisible o agazapado. Yoes que conforman el puzle del ser humano que incluye los fragmentos contra los que la mayoría de personas pugnan por no dejar salir.
Ahí reside parte de su eternidad. Shapiro se pregunta en qué momento las obras de Shakespeare dejarán de interesar a la gente, o no hallarán las conexiones con sus vidas. Su reinado se prevé largo, ¿eterno? “Mientras vivamos en un mundo donde las emociones y los problemas que animan estas obras sean parte de la vida y la existencia diaria como la codicia, el deseo, el amor, la ambición política, el odio racial, las divisiones dentro y entre las familias y las naciones”, él sospecha que su eternidad no tendrá fin.
Hamlet, príncipe de Dinamarca, Tito Andrónico, Coriolano
Shakespeare juega con nosotros y nosotros aceptamos encantados su juego. No solo en el tratar de descifrar su enigma y magia, sino en establecer cuáles son sus obras que más nos gustan. Dependerá del momento de la vida de cada uno; hoy podría serCimbelino, mañana Antonio y Cleopatra, y ayer pudo haber sidoRomeo y Julieta u Otelo. James Shapiro vive un momento Rey Lear.Entre otras razones porque es el tema de un libro en el cual trabaja desde hace una década y que publicará en 2016, cuarto centenario de su muerte. “Tuve la suerte de ver una producción inigualable, brillante, hace unos meses en Londres, protagonizada por Simon Russell como Lear, dirigida por Sam Mendes. Fue una interpretación audaz y sumamente oscura de la obra, que se dirigió directamente a nuestro momento cultural”. Su personaje favorito de Shakespeare es uno muy pequeño: el siervo sin nombre en El rey Lear, que trata de detener a su amo y muere en el intento, su pequeña parte es inquietante. En Shakespeare, admite, incluso los personajes más pequeños pueden ser inolvidables.
Sus verdades esperan entre las sombras. Seducen, porque sus bellas palabras desenmascaran cosas que nos palpita dentro.

Font: Patricia Tubella (elpais.com)
El público que se reparte entre los tres niveles de galerías sabe que los pilares que las sostienen oscurecerán en algún punto la visibilidad de la acción, o que la ausencia de calefacción puede exponerles a los caprichos del clima de Londres incluso en primavera o el verano. Al menos está resguardado bajo el techo de paja, no como aquellos que han pagado una cantidad casi simbólica por una entrada para apretujarse al borde del mismo escenario, en el que los actores sirven el drama o la comedia al aire libre. La recompensa para todos es revivir la maravillosa experiencia del teatro al modo de los tiempos isabelinos, en un espacio que hoy aparece casi idéntico a aquel mítico Globe donde William Shakespeare estrenó algunas de sus grandes obras y participó como un actor más en su puesta en escena.
El Shakespeare’s Globe es en el siglo XXI un bonito edificio de forma poligonal que tiene como vecina la moderna estructura del museo Tate Modern en la orilla sur del Támesis, frente a frente con el conjunto creciente de rascacielos de la City del otro lado del río. Una réplica del pasado construida apenas a 200 metros del emplazamiento que tuvo el original. Su antecesor no fue el primer teatro de Londres en el que recaló el hijo de un comerciante de provincias nacido en Stratford-upon-Avon en 1564, pero sí el escenario en el que afloró todo su potencial creador. William Shakespeare empezó a bregarse en el oficio de las tablas junto a la compañía creada por James Burbage en The Theatre, el primer teatro comercial levantado en una ciudad cuyo alcalde consideraba las artes escénicas una actividad de depravados. Enaquella sede de Shoreditch (barrio del nordeste) sometería el Bardo sus primeros trabajos a la prueba del público y, tras una disputa del dueño por la renovación del alquiler, también allí ayudaría unos años después a desmontar el teatro tabla a tabla para trasladarlo a una nueva parcela en el sur del río. Los hijos de Burbage —entonces ya muerto— afrontaron el coste ofreciendo a otros miembros de la troupe participar en la nueva empresa. Shakespeare fue uno de los cuatro actores que aceptaron: así nacía el Globe en 1599, que prosperó durante los siguientes tres lustros de la mano de muchas de las obras firmadas por quien hoy es considerado el mejor dramaturgo de todos los tiempos.
Durante una representación de su Enrique VIII en 1613, una tela de escenario prendió y el fuego acabó extendiéndose al techo de paja, reduciendo a escombros el teatro. Fue rápidamente reconstruido y, tras la muerte de Shakespeare tres años después, siguió siendo la casa de su compañía hasta que la administración puritana decidió clausurar todos los teatros en 1642. El Globe fue derribado dos años más tarde para construir en su lugar nuevas viviendas.
Tres siglos después, un actor procedente de la otra orilla del Atlántico que se había estrenado en las tablas con la obra shakespiriana, acariciaba la idea de reconstruir el antiguo Globe a raíz de su primera visita a Londres en 1949. Ya instalado en el Reino Unido, el intérprete y director Sam Wanamaker acabaría creando una fundación destinada a captar fondos e ideas para llevar adelante un proyecto en el que se volcó durante más de dos décadas. ¿Cómo era el Globe original? Nadie lo sabía con certeza. Las imágenes del recinto que legaron los mapas de Londres dibujados por los cartógrafos de la época, o los relatos escritos que han sobrevivido sobre aquel espacio, procuraban una cierta idea. Pero fueron las excavaciones arqueológicas realizadas en 1989 en el antiguo recinto del Globe y en el de su rival, el Rose Theatre, las que confirmaron que los teatros isabelinos no eran estructuras circulares, sino poligonales, y en el caso del primero revelaron el perfil de un edificio de veinte lados con un diámetro de 100 pies.
El sueño de Wanamaker se hizo realidad utilizando las mismas técnicas de corte y trabajo de las maderas de roble que en el siglo XVI. Sus responsable admiten que el escenario es el espacio que más obedece a la conjetura, porque apenas existen datos que sugieran cuál era su apariencia, pero aun así se ha conseguido en conjunto la reconstrucción lo más fiel posible al Globe de 1599 con las evidencias disponibles. Cuando la reina lo inauguró en 1997, Sam Wanamaker ya había muerto tres años y medio antes. Con su nombre se ha bautizado un teatro adjunto estrenado el pasado enero y que emula los espacios de la época jacobina donde se representaban las obras puertas adentro y a la luz de las velas durante el invierno.
Las visitas guiadas a todo el complejo del Globe constituyen hoy uno de los atractivos turísticos del Londres perenne. Pero la verdadera experiencia pasa por apuntarse a una de las representaciones que, desde mayo hasta octubre, consiguen transportarnos a los tiempos en los que Shakespeare hizo de este teatro su casa y pudo dar rienda suelta a todo su genio.

El Globe del siglo XXI

by on 16:37
Font: Patricia Tubella ( elpais.com ) El público que se reparte entre los tres niveles de galerías sabe que los pilares que las sostie...

Fuente: Patricia Tubella (elpais.com)
To be or not to be (Ser o no ser), “las seis palabras más sencillas en la lengua inglesa” según el legendario director Peter Brook, van a resonar en todos y cada uno de los países del planeta gracias a una aventura teatral sin precedentes en la que se embarcará la compañía del Globe a partir del 23 de abril. Esa fecha en la que se conmemora el nacimiento de William Shakespeare marca el arranque de una gira que, con la obra Hamlet en cartel, persigue recalar en 205 naciones —la visita a España está programada para 2015— a lo largo de dos años.
En ese recorrido por todos los continentes, en avión, en tren, en barco o en autobús —sin descartarse otros medios de transporte menos convencionales— un equipo de doce actores y cuatro técnicos trasladará su escenario portátil a pueblos y palacios, a lugares tan diversos como el ultramoderno Centro Nacional de las Artes Escénicas de Pekín, anfiteatros romanos, la plaza central de Marrakesh o un escenario en el bosque tropical de Santa Lucía. El intérprete de origen nigeriano Ladi Emeruwa y el londinense Naeem Hayat se turnarán para dar voz al trágico príncipe de Dinamarca, mientras que el resto del elenco irá asumiendo de forma rotatoria la rica galería de personajes masculinos y femeninos que concibió la pluma del Bardo.
Una producción pequeña aunque de grandes ambiciones que encarna la continua vocación del Globe de “internacionalizar la obra de Shakespeare”, en palabras de su director artístico, Dominic Dromgoole. “En 1608, solo cinco años después de que fuera escrita, Hamlet fue representada en un barco en la costa de Yemen (el Red Dragon). Y diez años más tarde salía de gira por el norte de Europa”, subraya sobre una pieza “maravillosa, icónica y variopinta” cuyo espíritu que traspasa fronteras siempre fue central en la producción del dramaturgo inglés.
El proyecto bautizado como Globe to Globe Hamlet entronca con otra reciente experiencia que hace dos veranos consiguió arrastrar a 110.000 espectadores hacia su sede de Londres durante seis semanas para asistir a alguna de las representaciones de las 37 obras teatrales shakespearianas en otras tantas lenguas. Este teatro de la orilla sur del Támesis —una réplica moderna del escenario donde Shakespeare estrenó sus principales títulos— se abrió entonces a un ramillete de compañías procedentes de diversos rincones del mundo para aportar su particular visión del universo del Bardo. Ya fuera en maorí, árabe, español o serbocroata sus artífices apelaron con éxito a seguir aquellas propuestas a través de las emociones y sin permitir que el idioma se erigiera en una barrera.
En un sentido inverso, es ahora ese Hamlet en su lengua original inglesa y dos horas y cuarenta minutos de duración el que sale al mundo de la mano del Globe, con una gira que concluirá el 23 de abril de 2016, cuando se cumple el 400 aniversario de la muerte del dramaturgo y poeta universal. “Incuso aquellos que no hablan inglés reconocerán al momento el sonido y exclamarán ¡Shakespeare!”, ha vaticinado Peter Brook en un mensaje de apoyo a la compañía, dispuesta a conquistar toda suerte de territorios y nuevas audiencias.

Font: P.T. (elpais.com)
William Shakespeare llegó al mundo un 23 de abril de 1564, o quizá no, porque el único registro que consta es el de su bautizo tres días más tarde. Pero esa es la fecha que marca la convención para conmemorar el nacimiento del genio inglés de la dramaturgia y, especialmente en su 450 aniversario, para hacerlo por todo lo alto. Stratford-upon-Avon, la localidad natal del Bardo, encabeza el ramillete de festejos y celebraciones que se extenderán por el territorio nacional —y el resto del mundo— en torno a la efeméride, y que tiene otro de sus epicentros en ese Londres conquistado en tiempos isabelinos por la fuerza de sus obras.
Fiesta mayor en Stratford-upon-Avon
Tal y como manda una tradición establecida en 1824, este pueblo a orillas del río Avon prepara para el sábado que sucede al día de San Jorge (26 de abril) una gran procesión en honor de su hijo más ilustre y que incluirá un pastel de cumpleaños de 3 metros de altura transportado por un carruaje de caballos. En esta edición especial se espera que miles de turistas sigan el recorrido del desfile hasta su culminación en la iglesia de la Santa Trinidad donde está enterrado Shakespeare. Toda suerte de espectáculos callejeros, de música o de lectura de fragmentos de una obra universal inundará a lo largo del fin de semana las coquetas calles de Stratford, con sus casitas blancas y entramados de madera, como la propia morada del Bardo, las de sus familiares y el cottage de su esposa Anne Hathaway que pueden visitarse.
El grueso de la celebración se desplaza del 23 de abril porque es jornada laboral, pero ese mismo día y una vez concluida su representación vespertina de Enrique IV, La Royal Shakespeare Company organizará en el exterior de su sede unos espectaculares fuegos artificiales para marcar el aniversario. Durante el fin de semana la compañía quiere implicar al público en diversidad de actividades, desde paseos en barca por el río amenizadas con la lectura de sonetos, talleres de teatros abiertos a todas las edades o la invitación a visitar sus dos teatros (el Royal Shakespeare y el Swan) y la torre del primero, que con sus 36 metros de altura ofrecerá la mejor panorámica de una localidad en fiesta grande.
El Globe de Shakespeare abre sus puertas a todos
El Globe, una réplica del teatro donde Shakespeare estrenó sus grandes obras en el sur de Londres, adelanta la celebración del aniversario al lunes de Pascua (21 de abril, festivo en el Reino Unido) con una jornada de puertas abiertas y acceso gratuito. Actividades de entretenimiento para toda la familia, juegos de magia y la interpretación de retazos de las obras del Bardo, a cargo de la compañía The School of Night que responderá de forma improvisada a las ideas sugeridas por la audiencia, conforman el programa. La taquilla también se ha sumado al festejo, ofreciendo a lo largo de todo el mes de abril entradas en elyard (donde el público asiste a la función de pie frente al escenario) a razón de 450 peniques, en lugar de las habituales 5 libras. Dos días más tarde, la compañía del Globe emprenderá una ambiciosa gira mundial de dos años para llevar su producción de Hamlet a 205 países.
 El Rey Lear de Sam Mendes
Adaptaciones de todo signo de la obra de Shakespeare se suceden cada temporada en la cartelera londinense, y esta primavera tienen su plato fuerte en la tragedia del Rey Lear que dirige el oscarizado Sam Mendes en el National Theatre. El gran Simon Russell Beale encarna la locura de ese monarca que decide dividir el reino entre sus tres hijas, en un papel que los actores shakespirianos consideran el pico de toda una carrera. Las funciones bajarán el telón en julio, casi coincidiendo con el estreno unos días más tarde de la traslación a las tablas de la películaShakespeare Enamorado en el teatro Noël Coward. Basada en el guión cinematográfico de Tom Stoppard, la pieza imagina la juventud del Bardo en busca de una musa que le devuelva la inspiración.
Shakespeare, sin palabras
Siguiendo la larga tradición de ballets inspirados en los trabajos de Shakespeare, el Royal Ballet ha estrenado en su sede londinense de Covent Garden una coreografía de esa historia de amor, pérdida y reconciliación que es El Cuento de Invierno. Ideada por Christopher Wheeldon y con música de Joby Talbot, esta propuesta que permanecerá en cartel hasta el 8 de mayo busca recrear con el movimiento de los bailarines las emociones que destila la intrincada trama.
El tesoro del museo
El museo londinense Victoria & Albert explora en una exposición cómo la producción de Shakespeare ha inspirado las interpretaciones teatrales a lo largo de los siglos y por todo el mundo. La instalación multimedia en la que se proyectan entrevistas con figuras destacadas de las tablas viene acompañada por el despliegue de utilería, bocetos y trajes de producciones que marcaron época, como la calavera utilizada por Sarah Bernhardt en su encarnación de Hamlet. En el centro de la muestra destaca una edición de las grandes obras del Bardo publicada en 1623 y que en muchos casos contiene su primera versión conocida. Sin ese tesoro, no hubieran llegado a nuestros días MacbethLa Tempestad yNoche de Reyes.

Fuente: Javier Marías (elpais.com)

Sé de numerosos escritores que leyeron a los más grandes en su temprana juventud —quizá cuando sólo eran lectores— y luego jamás vuelven a ellos. En parte lo entiendo: resulta desalentador, disuasorio, incluso deprimente, asomarse a las páginas más sublimes de la historia de la literatura. “Existiendo esto”, se dice uno (yo el primero), “¿qué sentido tiene que llene folios con mis tonterías? No sólo nunca alcanzaré estas alturas o esta profundidad, sino que en realidad es superfluo añadir ni una letra. Casi todo se ha dicho ya, y además de la mejor manera posible”. Hay escritores, por tanto, que para sobrevivir como tales y encontrar el ánimo para pasar meses o años ante el ordenador o la máquina, necesitan fingir que no han existido Shakespeare ni Cervantes ni Dante ni Proust, ni Faulkner ni Montaigne ni Conrad ni Hölderlin ni Flaubert ni James, ni Dickens ni Baudelaire ni Eliot ni Melville ni Rilke, ni muchos más seguramente. Lo último que se les ocurre es regresar a sus textos, al menos mientras trabajan, porque el pensamiento consecuente suele ser: “Mejor me quedo callado y no doy a las exhaustas imprentas otra obra más: ya hay demasiadas, y la mayoría están de sobra. Por cálculo de probabilidades, sin duda las mías también”. Para quienes estamos en activo la frecuentación de los clásicos puede ser más paralizante y esterilizadora que nuestros mayores pánicos e inseguridades, y créanme que, excepto los muy soberbios (los hay, los hay), no hay novelista ni poeta que no se vea asaltado por ellos, antes, durante y después de la escritura.


Quizá por esa extendida evitación sorprende un poco —quizá por eso se me haya solicitado esta pieza— que alguien como yo, todavía en activo y más o menos contemporáneo, esté en permanente contacto (sería presuntuosa la palabra “diálogo”) con el más intimidatorio de cuantos escritores han sido, Shakespeare, hasta el punto de incorporarlo a menudo a mis propios textos, en los que lo cito, lo comento, lo parafraseo; está presente en muchos de ellos. De hecho le debo tanto que seis títulos de libros míos son citas o “adaptaciones” de Shakespeare, y aún pueden ser siete si la novela que acabo de terminar conserva finalmente el provisional que la ronda. No es que desconozca esa admiración desalentadora, ese estupor disuasorio que producen los más grandes autores, al lado de los cuales uno siempre se siente un iluso o un fatuo. Vivimos en una época en la que el deslumbramiento por los vivos está casi descartado, porque está más vigente que nunca aquel viejo lema, creo que medieval: “Nadie es más que nadie”. Cada vez está más generalizada la negativa a reconocer la “superioridad” de nadie en ningún campo (salvo en el deportivo), y hoy sería poco imaginable la reacción del narrador de El malogrado, de Thomas Bernhard, quien abandona su carrera pianística al coincidir con Glenn Gould y darse cuenta de que, por competente que llegara a ser, jamás se aproximaría al talento y al virtuosismo del intérprete canadiense. Cualquier artista actual está obligado a suprimir —o a silenciar, al menos— la admiración por sus colegas vivos, más aun si son compatriotas suyos o escriben en la misma lengua. Incluso hemos llegado a un punto en el que, para sobrevivir, también hace falta desacreditar a los muertos —qué molestia son, qué incordio, cómo nos hacen sombra, cómo subrayan nuestras deficiencias y nuestra mediocridad—; o, si no tanto, hacer caso omiso de ellos y desde luego rehuirlos. No son escasos los literatos que hoy afirman no haber leído apenas —ya les trae cuenta— y tener como referencias únicas el cine, la televisión, los cómics o los videojuegos. El propio, posible talento con las palabras no se ve amenazado si uno ignora lo que otros lograron con ellas.


Supongo que, en este mundo temeroso y mezquino, mi actitud es anacrónica. Frecuento a Shakespeare porque para mí es una fuente de fertilidad, un autor estimulante. Lejos de desanimarme, su grandeza y su misterio me invitan a escribir, me espolean, incluso me dan ideas: las que él sólo esbozó y dejó de lado, las que se limitó a sugerir o a enunciar de pasada y decidió no desarrollar ni adentrarse en ellas. Las que no están expresas y uno debe “adivinar”. Por eso he hablado de misterio: Shakespeare, entre tantísimas otras, posee una característica extraña; al leérselo o escuchárselo, se lo comprende sin demasiadas dificultades, o el encantamiento en que nos envuelve nos obliga a seguir adelante. Pero si uno se detiene a mirar mejor, o a analizar frases que ha comprendido en primera instancia, se percata a menudo de que no siempre las entiende, de que resultan enigmáticas, de que contienen más de lo que dicen, o de que, además de decir lo que dicen, dejan flotando en el aire una niebla de sentidos y posibilidades, de resonancias y ecos, de ambigüedades y contradicciones; de que no se agotan ni se acaban en su propia formulación, ni por lo tanto en lo escrito.

En mis novelas he puesto ejemplos: “It is the cause, it is the cause, my soul” (“Es la causa, es la causa, alma mía”), así inicia Otelo su famoso monólogo antes de matar a Desdémona. El lector o el espectador leen o escuchan eso tranquilamente por enésima vez, lo comprenden. Y sin embargo, ¿qué demonios quiere decir? Porque Otelo no dice “She is the cause” ni “This is the cause” (“Ella es la causa” o “Esta es la causa”), que resultarían más claros y más fáciles de entender. O cuando a Macbeth le comunican la muerte de Lady Macbeth, murmura: “She should have died hereafter” (“Debería haber muerto más adelante”, más o menos). ¿Y eso qué significa —esa célebre frase—, cuando la situación es ya desesperada y el propio Macbeth morirá en seguida? También Lady Macbeth, tras empaparse las manos con la sangre del Rey Duncan que su marido ha asesinado, vuelve a este y le dice: “My hands are of your color; but I shame to wear a heart so white” (“Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”). No se sabe bien qué significa ahí “blanco”, si inocente y sin mácula, si pálido, asustado o cobarde. Por mucho que ella quiera compartir el sino de Macbeth, ensangrentándose las manos, lo cierto es que la asesina no ha sido ella, o sólo por inducción, instigación o persuasión. Su marido es el único que se ha manchado el corazón de veras.
Son ejemplos de los que me he valido en el pasado. Pero hay centenares más. (“¡Ojalá fuera tan grande como mi pesar, o más pequeño mi nombre! ¡Ojalá pudiera olvidar lo que he sido, o no recordar lo que ahora debo ser!”, dice Ricardo II en su hora peor). Las historias de Shakespeare rara vez son originales, rara vez de su invención. Es una prueba más de lo secundario de los argumentos y de la importancia del tratamiento. Es su verbo, es su estilo, el que abre brechas por las que otros nos podemos atrever a asomarnos. Señala sendas recónditas que él no exploró a fondo y por las que nos tienta a aventurarnos. Quizá por eso sigue siendo el clásico más vivo, al que se adapta y representa sin cesar; el que sobrevuela películas y series de televisión oceánicas como El señor de los anillos, Los Soprano, El padrino o Juego de tronos, o más superficialmente House of Cards. A él sí osamos volver. No sólo yo, desde luego, aunque en mi caso no haya la menor ocultación. Lo reconozcan o no otros autores, a los cuatrocientos cincuenta años de su nacimiento y a los trescientos noventa y ocho de su muerte, Shakespeare sigue siendo el que corre más por nuestras venas y el mayor inspirador de nuestros balbuceos.
Fuente: Patricia Tubella (elpais.com)
William Shakespeare llegó al mundo el 23 de abril de 1564, o quizá no, porque el único registro que consta es el de su bautizo tres días más tarde. Pero esa es la fecha que marca la convención para conmemorar el nacimiento del genio inglés de la dramaturgia y, especialmente en su 450º aniversario, para hacerlo por todo lo alto. Stratford-upon-Avon, la localidad natal del Bardo, encabeza el ramillete de festejos y celebraciones que se extenderán por el territorio nacional –y el resto del mundo- en torno a la efeméride, y que tiene otro de sus epicentros en ese Londres conquistado en tiempos isabelinos por la fuerza de sus obras.

Fiesta mayor en Stratford-upon-Avon

Tal y como manda una tradición establecida en 1824, este pueblo a orillas del río Avon prepara para el sábado que sucede al día de San Jorge (26 de abril) una gran procesión en honor de su hijo más ilustre y que incluirá un pastel de cumpleaños de 3 metros de altura transportado por un carruaje de caballos. En esta edición especial se espera que miles de turistas sigan el recorrido del desfile hasta su culminación en la iglesia de la Santa Trinidad donde está enterrado Shakespeare. Toda suerte de espectáculos callejeros, de música o de lectura de fragmentos de una obra universal inundará a lo largo del fin de semana las coquetas calles de Stratford, con sus casitas blancas y entramados de madera, como la propia morada del Bardo, las de sus familiares y el cottage de su esposa Anne Hathaway que pueden visitarse.
El grueso de la celebración se desplaza del 23 de abril porque es jornada laboral, pero ese mismo día y una vez concluida su representación vespertina de Enrique IV, La Royal Shakespeare Company organizará en el exterior de su sede unos espectaculares fuegos artificiales para marcar el aniversario. Durante el fin de semana la compañía quiere implicar al público en diversidad de actividades, desde paseos en barca por el río amenizadas con la lectura de sonetos, talleres de teatros abiertos a todas las edades o la invitación a visitar sus dos teatros (el Royal Shakespeare y el Swan) y la torre del primero, que con sus 36 metros de altura ofrecerá la mejor panorámica de una localidad en fiesta grande.

El Globe de Shakespeare abre sus puertas a todos

El Globe, una réplica del teatro donde Shakespeare estrenó sus grandes obras en el sur de Londres, adelanta la celebración del aniversario al lunes de Pascua (21 de abril, festivo en el Reino Unido) con una jornada de puertas abiertas y acceso gratuito. Actividades de entretenimiento para toda la familia, juegos de magia y la interpretación de retazos de las obras del Bardo, a cargo de la compañía The School of Night que responderá de forma improvisada a las ideas sugeridas por la audiencia, conforman el programa. La taquilla también se ha sumado al festejo, ofreciendo a lo largo de todo el mes de abril entradas en elyard (donde el público asiste a la función de pie frente al escenario) a razón de 450 peniques, en lugar de las habituales 5 libras. Dos días más tarde, la compañía del Globe emprenderá una ambiciosa gira mundial de dos años para llevar su producción de Hamlet a 205 países.

El Rey Lear de Sam Mendes

Adaptaciones de todo signo de la obra de Shakespeare se suceden cada temporada en la cartelera londinense,, y esta primavera tienen su plato fuerte en la tragedia del Rey Lear que dirige el oscarizado Sam Mendes en el National Theatre. El gran Simon Russell Beale encarna la locura de ese monarca que decide dividir el reino entre sus tres hijas, en un papel que los actores shakespirianos consideran el pico de toda una carrera. Las funciones bajarán el telón en julio, casi coincidiendo con el estreno unos días más tarde de la traslación a las tablas de la películaShakespeare Enamorado en el teatro Noël Coward. Basada en el guión cinematográfico de Tom Stoppard, la pieza imagina la juventud del Bardo en busca de una musa que le devuelva la inspiración.

Shakespeare, sin palabras

Siguiendo la larga tradición de ballets inspirados en los trabajos de Shakespeare, el Royal Ballet ha estrenado en su sede londinense de Covent Garden una coreografía de esa historia de amor, pérdida y reconciliación que es El Cuento de Invierno. Ideada por Christopher Wheeldon y con música de Joby Talbot, esta propuesta que permanecerá en cartel hasta el 8 de mayo busca recrear con el movimiento de los bailarines las emociones que destila la intrincada trama.

El tesoro del museo

El museo londinense Victoria & Albert explora en una exposición cómo la producción de Shakespeare ha inspirado las interpretaciones teatrales a lo largo de los siglos y por todo el mundo. La instalación multimedia en la que se proyectan entrevistas con figuras destacadas de las tablas viene acompañada por el despliegue de utilería, bocetos y trajes de producciones que marcaron época, como la calavera utilizada por Sarah Bernhardt en su encarnación de Hamlet. En el centro de la muestra destaca una edición de las grandes obras del Bardo publicada en 1623 y que en muchos casos contiene su primera versión conocida. Sin ese tesoro, no hubieran llegado a nuestros días MacbethLa Tempestad yNoche de Reyes.

Fuente: Juan Cruz (elpais.com)
Es delicada como una piel. Blanca, rubia, o platino, sensual; sus ojos miran dos veces cada vez que miran. Marisa Paredes. Llena el lugar en el que está solo observando de reojo; hay en sus gestos cierta pillería blanca, como si estuviera de vuelta y nadie la fuera a engañar con halagos o con melindres. Una diva. “No, tan solo tengo apariencia de diva”.
Ahora va con una ropa sencilla, se prepara para actuar (en El cojo de Inishmaan, de Martin McDonagh, montaje de Gerardo Vera, con Terele Pávez e Irene Escolar) y lleva una especie de tartera que deposita en algún lugar del camerino; es un sitio sencillo que ella de pronto convierte, por ejemplo, en el camarote de Bette Davis. “Los demás me hacen diva, mis personajes son de diva, con determinadas personas tengo una actitud que ellos consideran soberbia. Pero nunca voy de diva. Creo que tiene que ver con mi presencia física”.
Una diva descalza. “Sí, ja ja ja. Descalza cuando ando por casa, cuando hace calor. Alguna vez alguien me retrató así, como una diva descalza. Arturo Ripstein [con quien hizo Profundo carmesí] me llamó ‘estrella cercana’. Es cierto, insisto, que mis personajes son más bien así. ¡Pero mírame en esta función que estoy haciendo!”.
Ahí, en El cojo de Inishmaan (hasta el 20 de abril en el madrileño teatro Infanta Isabel), es una irlandesa a la que se le ha ido la cabeza y teje y desteje su vida cuidando piedras como una posesa. “¡Nada que ver con una diva!”. Marisa Paredes mueve los dedos ante sí. Flacos, perfectos, los dedos acostumbrados a unas manos que explican tanto como lo que dicen sus labios, o su risa. Tiene ese aire distante de las estrellas, pero en la cercanía siempre está a punto de reír.
A los 14 años debutó en el cine. Así que se ha hecho persona y actriz al mismo tiempo. “El 99% de los papeles que he interpretado me han dejado cosas por dentro. Si no rebuscas, miras, observas, se te aleja. Yo siento hasta la ropa del personaje que interpreto, y cuando no la siento, por dentro y por fuera, es que algo va mal”.
Una actriz muy emocional, “casi siempre entro en las interpretaciones por las emociones; es parte de mi forma de trabajar. Hurgando en ti es cuando aparece lo que buscas. Por eso te quitas el disfraz y el personaje te deja tantas cosas a ti como las que tú le das a él”.
Dos papeles, Gertrude, de Hamlet, en el teatro, y la mujer a la que da cuerpo en Tacones lejanos, de Almodóvar, en el cine, han arañado el alma. “Aquel ser que se olvida de todo y se entrega a la pasión sin pensar en nada más. Y en Tacones lejanos, aquella mujer que se entrega a su propio trabajo, no existe otra cosa, deja a su hija más o menos abandonada… Recuerdo que pensaba: si tuviera que dejar a mi hija María, que entonces, en 1995, tenía 12 años, por hacer estas cosas, ¡cómo lo podría montar!”.
Ella tuvo la suerte de tener a su madre, “y si hice Tacones lejanos fue porque estaba ella… Algunos de mis trabajos importantes los he podido hacer porque mi madre cuidaba a María: esa fue mi suerte”. Ese de Tacones… fue uno de los personajes que te enfrentan al espejo, dice Marisa Paredes. “Siempre te dejan cosas, hacen que afrontes situaciones que quizá viven contigo, pero solo afloran cuando tú eres capaz de fantasearlas”.

Y hay realidades, claro, que trascienden la fantasía. La muerte de su madre, en 2004. Las palabras recorren el cuerpo de la actriz y al llegar a los ojos, esa mirada azul es una confesión llena de memoria. “Esa pérdida es algo que durará mientras viva… Fue el colmo de la generosidad y de la alegría… Una mujer humilde dentro de una enorme grandeza, matándose a trabajar como se mataban aquellas mujeres, limpiando la portería, la tienda de abajo, la casa del primero derecha…, subiendo y bajando escaleras porque no había ascensor. Cuando fregaba, a veces yo la ayudaba a subir cubos de agua de las fuentes que había en la plaza de Santa Ana”.
“Se fue y la vi cómo se iba; murió de un cáncer en la cabeza… Tanto mis hermanos como yo intentamos que aquello se alargara lo más posible y la doctora que la atendió nos dijo en el momento más especial: ‘Mirad, no vale la pena dejarla vivir. Déjenla morir, ella os va a querer hasta el final y vosotros a ella. Estén ahí, hagan lo que sea necesario para que no tenga dolores porque el dolor es tremendo…’. Mi madre no había sido nunca especialmente religiosa, desde luego no era beata, algo que sí era mi abuela… Cuando me dediqué a este oficio, los hijos de mi abuela decían: ‘¡Anda que cuando se entere la abuela!’. Pues creo que el comentario de la abuela, cuando se enteró, fue este: ‘¡En todas partes está Dios, hijos!’…”.
La madre lo heredó todo, “menos la beatería”. Solo de vez en cuando iba a la iglesia, “supongo que a aliviarse, a sentir eso que se puede sentir en un templo, cierto alivio, serenidad, paz. Cuando estaba muy malita, en la residencia, los curas pasaban a ver cómo estaba. Para que no quedara nada por decir, o por no decir, le dije: ‘Mamá, está ahí el cura, ¿quieres verle?’. ‘Bueno, que pase’, contestó, pero en realidad lo hizo más por el cura que por ella. Tenía 84 años cuando murió. Pero sí, yo estaba serena, había hecho lo que había podido, aunque me hubiera gustado tenerla más”.

La última mirada. “Dolorida, sorprendida, intranquila; asustada, no sé si por la misma droga que le daban, una mirada de espanto. Eso sí se me quedó de tal manera que a los dos días escribí una carta que se titulaba y empezaba así: ‘Aquella terrible mirada”.
Cuando ocurre eso relativizamos todo.
Porque te acercas más a la muerte. Conforme se van acercando las pérdidas de los amigos, y desde luego de los seres queridos, se produce una orfandad clarísima. Es parte de ti que desaparece, que se va del todo, y hay un hueco profundo. Desde luego, no conozco a nadie a quien esta circunstancia no lo haya hecho más maduro, más consciente.
Ahora está la hija, ocupando el sitio que usted tenía ante la madre…
Es actriz, se apellida como el padre, Isasi [Antonio Isasi-0, cineasta]. Quizá podría haberle ayudado mi apellido, pero ella quería conseguirlo con su nombre y el apellido del padre, no quería otras trampas. La admiro mucho… Es hija mía y de su padre, los dos relacionados con el cine y con el teatro… Con lo cual tiene que hacer un doble esfuerzo para demostrar que ella es ella; tienen que mirarla tal como es. Eso es futuro, mi hija verá su futuro.
El tiempo pasa, “se ve en mi cara, en mi alma, en todo… Hay tiempos y arrugas para cada persona. Sería ridículo y estúpido pensar que puedes hacer de todo, es como pensar que eres capaz de detener el tiempo”. Ante ese vendaval, “hay que oponer realismo y paciencia… Las actrices intentan estirarse un poco, o más que un poco [ríe], para que esa arruguita no se vea, pero se va a notar mucho más de lo que es. Incluso ese juego de la cámara contigo ya no es que el tiempo pase por ti, es que pasa el triple cuando estás ante un primer plano en la cara”.
Fue una niña “pilla, divertida, muy intensa. Era la pequeña de cuatro hermanos, dos chicas y dos chicos; el hermano anterior siempre estaba con su pandilla, se metían en las cuevas que había en la plaza de Santa Ana y que fueron refugios en la guerra… Mi rabia era que yo no podía hacerlo. ‘¡No puedes!’, gritaban, ‘¡eres una chica!’. Mi madre discutía con mi padre: ‘Cuando llegó la República tuvimos la posibilidad de votar y fuimos mujeres. Luego nos habéis convertido en esclavas…’. Ella me contaba cómo había sido en la República”.
La diva chica era “una niña que trataba de escapar por donde podía y de inventarme cosas, era muy fantasiosa. Me ponía delante de un espejo, me disfrazaba con cualquier cosa y jugaba a ser la reina de Saba”.
¿Y era tan guapa como ahora?
¡Era más! Eso dicen los que me vieron. Hace poco estuve en el Café Gijón y escuché un piropo: ‘Ahora es guapa. ¡Lo que habrá sido!’. Bueno, hazte a la idea, ponme 30 años menos, ¡ja ja ja!
¿Y su padre era guapo?
Lucio, claro que era guapo. Y altivo, yo tengo algo de él. Y mi madre era guapa también, Petra… Él era el portero de la casa y trabajaba en Cervezas El Águila. Todos los obreros tenían asumida su condición; pero como él era tan guapo, se consideraba de otro mundo, se enfadaba si las camisas no estaban bien planchadas, por ejemplo, y de ahí surgían aquellas discusiones con mi madre, que le reprochaba que la tratara como a una esclava… Eran los tiempos en que los hombres eran amos y señores de las casas y del mundo. Recuerdo el miedo que le teníamos. Pavor. Escuchábamos sus pasos por la escalera y ya nos poníamos alerta… Luego era cariñoso, a su manera. Creo que era un momento en que los varones eran así; si no, se pensaba que no eran hombres. Después he visto pasar el tiempo y ya los hombres empujan los cochecitos de los bebés.
La vida por dentro, Marisa. ¿Y la vida alrededor?
Uf, menos mal que está el teatro, que me ha dado vitalidad y esperanza. Mira lo que hacen con la sanidad, la educación, la cultura. ¡El IVA! Bochornoso. Es como si la cultura no existiera. ERE a montones, los bancos que se quedan con el dinero público… La mayoría del PP ha sido un desastre. La gente va perdiendo la fe. ¡Hasta el aborto lo echan para atrás! Que estamos en crisis es cierto, pero vamos a encontrar una fórmula para salir y que no sea a base de cribar los derechos de la gente. Un momento terrorífico.
El teatro, dice, le “hace florecer”. Ahí, en el camerino, la estrella cercana, la diva descalza, se quita la rebeca. Marisa Paredes se viste para el escenario. Con ella va todo lo que ha visto. Y en algún momento, dice, se acordará de la realidad como un eco. La ficción le ayudará también a ser ella misma.

Fuente: Patricia Tubella (elpais.com)
El libro del mormón, que narra con humor irreverente los avatares de dos misioneros en Uganda, se ha impuesto con cuatro premios en la entrega de los prestigiosos Olivier del teatro, incluido el de mejor musical. El gran ganador de la gala celebrada anoche ha sido sin embargo el drama político Chimerica, proclamado la obra más destacada del año, mientras el shakespiriano Roy Kinnear y la veterana Lesley Manville se hacían con sendos galardones en las dos principales categorías de interpretación.
El controvertido musical ideado por los creadores de South Park (The Book of Mormon, en su título inglés) logró imponerse al otro gran favorito en su apartado, la adaptación de la novela infantil de Roald DahlCharlie y la Fábrica de Chocolate dirigida por Sam Mendes. El éxito de ambas propuestas en la cartelera londinense contribuyó al arrastre de 14,6 millones de espectadores hacia el West End a lo largo de 2013, con un incremento del 11% en la venta de entradas.
La pieza de Lucy Kirkwood Chimerica, en torno al “hombre del tanque” que desafió al Ejército chino en la plaza de Tiananmen (1989), obtuvo además los premios al mejor director y escenografía. Se trata de una de las obras de nuevo cuño estrenadas la pasada temporada junto al perenne regreso de los clásicos, reconocido asimismo durante la velada en la Royal Opera House. De los cuatro nominados en la categoría de actor principal, tres destacaron por sus papales en la dramaturgia de Shakespeare, incluido un Jude Law renacido para el teatro de la mano de Enrique V. Fue derrotado por Kinnear, aclamado por su rol de Yago en el Otelo del National Theatre. Lesley Manville, actriz habitual del director de cine Mike Leigh y gran dama de las tablas, consiguió su Olivier de la mano de la obra de Ibsen Fantsmas, imponiéndose a Judi Dench. Este drama noruego fue considerado la mejor reposición de 2013.
Gavin Creel, en su rol de un mormón dispuesto a evangelizar a los africanos, y la croata Zrinka Cvitesic, que en la obra Once encarna a una inmigrante de Dublin apasionada del piano, consiguieron los galardones correspondiente a los mejores intérpretes en un musical. La maravillosa puesta en escena de la pieza de Stephen Sondheim Merrily We Roll Along se alzó con el Olivier a la reposición de un musical más sobresaliente.
El festejo contó con la presencia de los dos miembros masculinos del grupo Abba, Benny Anderon y Björn Ulvaeus, quienes acompañaron en el escenario a los miembros del reparto de Mamma Mia! para celebrar los quince años de permanencia en el cartel del West End de ese musical hilvanado por las canciones del legendario grupo sueco.


Fuente: Julio Bravo (abc.es)
Fue Ovidio el primer autor que recogió el mito de Pigmalión, originario de Chipre, en su obra «Las metamorfosis», y desde entonces ha aparecido de muchas maneras en la literatura universal. Pero fue el dramaturgo británico Bernard Shawpremio Nobel de Literatura en 1925, quien le dio mayor notoriedad con su obra «Pigmalión», estrenada en Londres hace justamente cien años, el 11 de abril de 1914 (aunque antes se ofreció en Viena una versión en alemán del texto). El reparto de aquella primera función. en el His Majesty's Theatre de Londres, incluía a Patrick Campbell (Eliza Doolittle), Herbert Tree (Henry Higgins), Philip Merivale (Coronel Pickering), Algernon Greig (Freddy Eynsford-Hill) y Edmund Gurney (Alfred Doolittle).
En la obra de Ovidio, Pigmalion era un escultor enamorado de una estatua que había hecho él mismo. Bernard Shaw lo convirtió en un estirado profesor de fonética británico que conoce a una florista vulgar a quien pretende, por una apuesta, «refinar» y enseñar a hablar en seis meses. Según se cuenta, una réplica de la actriz Patrick Campbell -«No es muy probable»- provocó en el estreno la carcajada más larga de la historia del teatro británico: setenta y seis segundos, contados por el regidor con su cronómetro.
Aquel estreno no le produjo -al menos en los primeros días- muchas satisfacciones a Bernard Shaw, a quien no le convencía la elección de la protagonista -demasiado mayor para el papel- ni le gustaban las libertades que Herbert Tree se tomó con el texto. A pesar de ello, el crítico de «The Telegraph» alabó las actuaciones, que calificó de brillantes.
España llegó la obra seis años más tarde de su estreno. Traducida porJulio Broulá y adaptada por Gregorio Martínez Sierra, se presentó en el teatro Eslava de Madrid el 14 de noviembre de 1920, con un reparto formado por Catalina Bárcena -una de las mejores actrices españolas de la época-, Lorenzo Collado y, como se anunciaban entonces, los señores Baena, Pérez de León y Jesús Gabaldón, y las señoras Siria, Quijada e Illescas». «En "Pigmalión" -dijo Floridor enABC-, lo paradójico se ofrece en la teoría de que no hay derecho, en nombre de la sociedad, a educar a ciertas gentes, porque es hacerlas infelices al pretender adaptarlas a otro ambiente par el que no están preparadas».
El 24 de abril de 1943 se repuso la obra en el teatro de la Comediade Madrid, bajo la dirección de Salvador Soler Marí y con un reparto encabezado por Elvira Noriega, Antonio Monsell, José Orjas y Rafael Navarro. Y más tarde, en 1964, se presentó una nueva versión, adaptada por José Méndez Herrera, dirigida por Adolfo Marsillach e interpretada por él mismo junto a Marisa de Leza, Antonio Vico, Carmen Carbonell, Fernando Guillén y María Francés. Francisco Nieva firmaba la escenografía.
La obra fue llevada al cineen 1938. Contaba con guión del propio Bernard Shaw -que obtuvo un Oscar por él-, dirección de Anthony Asquith y Leslie Howard y un reparto que encabezaban Leslie Howard, Wendy Hiller y Wilfrid Lawson. Y en 1956 se estrenó en Broadway un musical basado en la obra de Shaw, «My fair lady», con música de Frederick Loewe y letras y libreto de Alan Jay Lerner. Julie Andrews y Rex Harrison encabezaban el reparto. La obra se llevó al cine en 1964; la dirigió George Cukor y los protagonistas fueron Audrey Hepburn y Rex Harrison.

Font: Laura Serra (ara.cat)
Els hem batejat com la Generació P. P de precarietat. Però també P de passió. Són les dues constants que defineixen els integrants de la nova fornada de dramaturgs que s’escampa per les sales alternatives. “Què comparteix la meva generació? -es planteja el dramaturg Llàtzer Garcia-. Que som uns pringats!”, etziba una mica en broma i molt seriosament. Ja tenim les tres P.
Les austeres condicions en què es treballa al teatre alternatiu no són retòrica. Els dramaturgs joves ara ja superen la trentena i no veuen sortida al seu ofici: “No estem cobrant. Fins i tot omplint la sala, no guanyem ni el mínim. No és que sigui precari, és que treballem d’una manera amateur”, lamenta la dramaturga i actriu Gemma Brió. La precarietat no és territori exclusiu dels autors, esclar, però ells són víctimes dobles: perquè “el dramaturg no té la seguretat que estrenarà l’obra que està escrivint, mentre que un actor quan es posa a assajar té certa garantia”, explica Alberto Ramos, i perquè la majoria de vegades no cobra per escriure, sinó només el 10% de drets d’autor.
Debutar, i després què?
Elisenda Guiu, guionista veterena però debutant al teatre, opina que avui hi ha un “esclat d’ocasions” per a autors si es compara amb dècades enrere. Quan s’ha tret el cap al circuit, és més fàcil quedar-s’hi, “per inèrcia”, diu Ramos. Però tot i tenir teatre, la majoria de vegades les companyies no reben ajut econòmic per fer la producció, sinó que s’enduen un percentatge de taquilla (prop del 50%). “Així és fàcil que et programi un teatre”, diu Garcia.
A la joventut i als debuts, la humilitat se li suposa. L’autèntica dificultat és fer el salt: la professionalització, les sales més grans. Fins a la crisi, la dramatúrgia estava en expansió i va cristal·litzar en la generació de Jordi Casanovas, Marta Buchaca i Cristina Clemente (aglutinats en el projecte T6 en l’edició 2009-2011). Hi va haver un cert boom, diu Ever Blancehtt, del Versus, un teatre que històricament ha donat primeres oportunitats : “Tothom feia autors joves, tots buscàvem el mateix, tothom feia de Versus”. Els autors T6, Pere Riera, Marc Crehuet, Pau Miró, Guillem Clua i Josep Maria Miró, entre d’altres, són noms consolidats, com a mínim de sala mitjana.
Portes que es tanquen
No ha passat el mateix amb els autors posteriors. Se’ls han tancat diverses portes alhora: ha desaparegut el projecte d’autoria T6 al TNC, el Teatre Lliure ara aposta per prioritzar els actors, ja no hi ha els Assajos Oberts, les subvencions per companyia han caigut -“I no saps quan te la pagaran”, diu Garcia-, i sales com la Beckett, gran impulsora de l’autoria catalana, les estan passant magres amb les retallades i no poden tirar del carro.
I, malgrat tot, la dramatúrgia catalana segueix regenerant-se -ho demostra el Torneig de Dramatúrgia del Temporada Alta- i segueix omplint sales petites. “Rebem un fotimer d’obres. Fem 400 funcions a l’any, al Versus, i encara no arribem a tot”, diu Blanchett. Als autors joves -com els 10 que hem seleccionat- els empeny la necessitat, les ganes. S’hi juguen la vida. Estel Solé va impulsar Animals de companyia al marge del circuit convencional, actuant en cases particulars. Els actors van fer una inversió econòmica i vital, i la van recuperar. “No podem viure d’això, però com a mínim ara no hi perdem diners”. El ressò obtingut els ha convertit en una “esperança” per als companys: “Hem demostrat que productors i programadors no poden estar tancats als despatxos”.
La crisi fa sortir el talent?
Tanmateix, en un ecosistema teatral sa, la seva aposta hauria de ser excepció, i no exemple. “Hi ha més gent que no treballa i més gent que treballa de manera voluntarista -afirma Daniel Martínez, de Focus-. Per dos motius: la capacitat d’inversió de les empreses ha disminuït un 25% i l’exhibició al territori català ha caigut un 40%, i això ha afectat les companyies de mitjà i petit format, perquè era la seva única possibilitat de supervivència”. Fa temps que es parla de l’ argentinització del teatre català. S’admira l’efervescència creativa de Buenos Aires, amb teatrets que proliferen a les cases, i s’oblida la misèria que duu implícita. “Hi ha qui diu que la precarietat afavoreix la sortida del talent. És una falsedat que em posa de mala lluna. El talent, amb recursos, millora”, sentencia Martínez.
ALBERTO RAMOS
Aquest és l’any d’Alberto Ramos. Amb poques setmanes de diferència estrena Infecte (en cartell al Versus), Pep Talk (s’estrena el dia 24 a La Seca), Només un anunci (ha passat per la FlyHard) i té en gira Pau I el Conqueridor. Va ser un cop de sort. Jordi Casanovas va trobar a través d’internet el text Els últims dies de Clark K que Ramos havia publicat “per fetitxisme” i li va proposar d’estrenar-lo el 2011 a la Sala FlyHard. Va ser una sorpresa que continua portant-li sort. Aquest cap de setmana la reestrenen a Lima. Escriu comèdies amb tocs de thriller o terror, o viceversa: “Som una generació que tenim referents cinematogràfics i televisius. Els referents s’han de buscar a fora, a la vida, a la tele, al teatre...”. Per ell, que no es vegin més obres d’autors catalans “depèn de l’oferta”: “De públic sí que n’hi ha, no crec que hi hagi saturació. Els autors som molt diferents”.
MARC ARTIGAU
Marc Artigau escriu poesia, contes, és traductor i fa teatre. L’última dramatúrgia pròpia és Un mosquit petit, un espectacle que es va poder veure tres minsos dies al Teatre Nacional, però que va explotar un pèl més l’Almeria. Un thriller molt ben parit. Artigau observa “els vincles, la necessitat, les pulsions d’un costat més aviat fosc”, diu el seu amic i padrí Josep Maria Miró. Ha guanyat premis literaris per les obres UshuaiaLes sense ànima i Caixes, i és un dels dramaturgs que ha pogut passar pels cicles dedicats als emergents de La Cuina del Grec, els Assajos Oberts i el seu substitut, l’Aixopluc del Lliure, i el torneig del Temporada Alta. Té en cartell l’adaptació de L’orfe del clan dels Zhao, amb Oriol Broggi.
ESTEL SOLÉ
Estel Solé va enviar el seu primer text teatral a tres sales petites, per provar sort. Dues no van ni respondre. La tercera, dos mesos després, va donar un no. Solé i companyia van decidir tirar endavant igualment el projecte recorrent espais insòlits no teatrals. Fins ara han tingut bolos en més d’una trentena de cases catalanes i residències com la que avui tanquen al taller de cuina Columbus. “Ens hem adonat que no podem ser només actors -diu Solé-. Fem de regidors, tècnics, muntem i desmuntem, sóc community manager, cap de premsa, gestionem les entrades... i després actuem. És esgotador però hem crescut molt en l’aspecte personal. Més val que ho hàgim après ràpid”, augura, suposant que no vindran temps millors. El més curiós és que els dos teatres que els havien dit que no, ara els han trucat per acollir-los. “Hi ha un problema de falta de risc i de voluntat de conèixer gent. Les sales s’esperen massa a tenir garanties. Nosaltres ens hem buscat el públic”.
JOAN YAGO
“Escriu teatre contemporani a canvi de menjar”, diu al seu compte de Twitter. El nom de Joan Yago va sorprendre darrere de l’estrambòtic títol de Feísima enfermedad y muy triste muerte de la Reina, el 2011, un experiment tragicòmic, històric i grotesc que encara fa alguna funció de gira. És un dels exemples de dramaturg que té companyia, La Calòrica, amb la qual van entusiasmar amb el berlusconià L’Edditto Bulgaro, van seguir amb l’al·legoria generacional La nau dels bojos i preparen Bluf. A més d’altres textos que s’han estrenat ara a la Nau Ivanow, ara a l’Àtic 22, Yago fa d’ajudant de direcció o adaptacions textuals com ara la de Translations, que va tenir grans crítiques, a la Biblioteca de Catalunya.
ALEIX AGUILÀ
Bolxevics va ser la posada de llarg de la Companyia Solitària, el novembre passat a la Biblioteca. La crítica de Santi Fondevila destacava el sentit de l’humor i l’escriptura d’Aleix Aguilà, “potent, culta, d’algú observador”, que recorda “el teatre de Javier Daulte, de qui pren el joc de l’enigma i dels diàlegs entretallats”. Aquella ja era la cinquena obra d’aquesta companyia itinerant, formada per actors com Pol López i Pau Vinyals, que ha presentatNòmades en patis i terrats i Pollastres al cicle Aixopluc del Lliure. Conceben la companyia com un lloc de reflexió i un camp de proves d’idees estètiques, teatrals i polítiques.
LLÀTZER GARCIA
La pols és l’espectacle en cartell de la SalaFlyHard, és l’última estrena de Llàtzer Garcia amb la companyia Arcàdia i banda sonora original de The New Raemon, i ja s’ensuma com un altre dels èxits d’aquest teatre de Sants -com tots, un èxit limitat a les 50 localitats de l’espai-. Garcia ha escrit una dotzena de textos, alguns dels quals han estat premiats i alguns dels quals van ser encàrrecs remunerats. Ara ja no passa. “Hem anat a pitjor”, diu, en aquest sentit. Però té un pla. Amb La pols han fet un muntatge de petit format perquè, si qualla, pugui viatjar fàcilment i fer bolos cobrant caixet. Així farien guardiola per estrenar, “potser el 2025”, bromeja, la tercera part de la seva trilogia familiar, que seria “una superproducció”.
GEMMA BRIÓ
“Un artista mai es planteja escriure des del punt de vista racional. Escrius des de la necessitat de dir alguna cosa”, afirma l’actriu i autora Gemma Brió. Llibert va néixer, gairebé per casualitat, a raig, recopilant material escrit sobre el drama personal de viure el naixement d’un fill i haver d’acceptar-ne la mort al cap de quinze dies. “Volia fer un teatre social, fugint del pamflet, per parlar de com en una situació límit agafes tanta distància de les coses que no t’afecta el que passa al teu voltant. Això et dóna una mirada privilegiada”, explica. Brió va presentar el projecte de Llibert -comptava amb un equip potent ja tancat- a alguns teatres. Va tenir bona rebuda però cap suport material. Així que van obrir un Verkami i van aconseguir el doble del que demanaven (van superar els 6.000 euros). L’estrena a l’Almeria Teatre i l’impacte del text i la posada en escena van generar un petit fenomen boca-orella. Ara han tornat a la Biblioteca de Catalunya. “No podem viure d’això. I com nosaltres, la majoria de gent de teatre, no només a les alternatives”, afirma. Però està satisfeta: ha sigut un projecte catàrtic, que “empatitza amb el públic” i li ha permès trobar el seu estil, “una veu pròpia”.
BLANCA BARDAGIL
Encara no s’havia llicenciat a l’Institut del Teatre i l’autora vigatana estrenava l’existencialSatisfaction i la comèdia negra L’ànima de la nit a la Sala FlyHard gràcies a l’olfacte afinat de qui llavors n’era director, Jordi Casanovas. Bardagil -que aquesta temporada acaba de coadaptar i dirigir Ferran Rañé a Estúpids, a La Seca- va esquitxant amb petits textos totes les sales que pot: El dia que coneixeré en Ryan Gosling a l’Aixopluc del Lliure, Café solo al Microteatro de Madrid. “Estic escrivint un parell d’obres de teatre, que encara no sé quan veuran la llum dels escenaris”, diu, tota idees. Només avança que està codirigint un projecte amb Joaquim Oristrell.
CARLES ALGUÉ
Pau Miró va ser l’instigador d’aquest espectacle. El seu univers es respira en el text de Carles Algué, un actor que debuta com a dramaturg fent temporada al Versus, a partir d’aquest dimarts, amb un thriller dramàtic de dos personatges marginals. Algué va escriure l’obra fa més d’un any i s’ha pogut estrenar gràcies a la confiança i les ganes dels intèrprets, Elisabet Vallès i Jacob Torres. “Hi ha portes per estrenar sí, però hi ha possibilitats perquè tots els treballadors hem rebaixat les nostres condicions sota mínims”, afirma.
ALEIX FAURÓ
Fauró va debutar amb Diòptria, però es declara “sobretot membre de La Virgueria”, que dirigeix i per a la qual ha escrit cinc espectacles en tàndem amb Isis Martín. La Virgueria aposta per un teatre amb una poesia i una plàstica singulars, que combina alhora amb un debat social. A El pes de plom, fan un viatge per l’entramat armamentístic. Estrenen per Sant Jordi a la Beckett.