AQUÍ de Santander a NY
dirección y dramaturgia QUERALT RIERA
intérpretes ANNABEL CASTAN, PATRÍCIA MENDOZA y NÚRIA TOMÁS
duración 70min
fotografías MERCÈ RAMIREZ y MARIA JESÚS MULÀ
producción NUQART
SALA ATRIUM
A veces hay que perder el tren, es necesario. Unos trenes son para cogerlos al vuelo y otros mejor perderlos. La protagonista de este monólogo, a tres voces, cogió un tren que no era para ella, y se estrelló. Perdió lo poco que tenía bajo la promesa de vivir una vida soñada. Pero, la línea entre el sueño y la pesadilla es demasiado delgada.
Un viaje de ida y vuelta Santander- NY tan rápido como los recuerdos los permitan. La vida de una mujer que desde que su madre la abandona no parece haber retomado el rumbo. Un padre que nunca le prestó atención, un seguido de abusos de los hombres que en ciertos momentos han entrado en su vida y el deseo de volar más alto, de salir de la jaula donde la han encerrado.
Igual que los trenes hay textos que no nacen para ser representados. Cuando un montaje basa todo su potencial en el texto, éste debe ser capaz de aguantar todo el peso que recaiga en él. Aquí es un texto basado en la fragmentación, palabras sueltas que conforman frases inacabadas, que construyen universos étereos, que acaban en la nada.
Como espectadora me canso de sentir voces, gritos, pensamientos inconexos durante más de una hora. Es obvio que la tragedia por la que pasa la protagonista la aboca hacia la locura, del estado de shock inicial hasta la pérdida de sentido, lugar y tiempo, pero el modo repetición constante aboca al público al aburrimiento y a mirar el reloj.
Pasar de Santander a Nueva York en pleno 2018 no es nada del otro mundo. La Grand Central Station impresiona estés o no en shock pero no deja de ser una anécdota y como metáfora del centro del mundo, de vivir apartada de la sociedad y en medio de la nada no sé si se aguanta, me atrevería a afirmar que no.
La dramaturgia hiere de muerte el montaje porque el texto no funciona y la dirección de la propia dramaturga tampoco ha sido capaz de pulir las faltas de ésta. Las tres intérpretes intentan, con poco, salvar los muebles, y pese a sus esfuerzos, el barco naufraga. Falta naturalidad, credibilidad, hay exceso de pose y algún que otro momento de sobreactuación al dejarse llevar por una felicidad excesivamente impuesta. Es un lástima que de este tren me tenga que apear casi en marcha.
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