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Fuente: elcultural.es

Duro varapalo para el mundo del teatro, por partida triple. El teatro Arlequín, el Arenal y Garaje Lumière echan el cierre. Este último apenas ha sobrevivido dos años. Abrió en marzo de 2011, y recientemente ha tenido en cartel clásicos como El perro del hortelano, de Lope de Vega, y La douleur, de Marguerite Duras, que compartían programación con obras actuales y de corte social como Banqueros y S. Paradise. La programación se mantendrá durante el mes de julio.

El Teatro Arlequín también se suma a esta oleada de cierres. Fue adquirido por Antonio Ozores en 2010 y desde su fallecimiento lo ha regentado su hija Emma. El domingo, esta sala de la Gran Vía madrileña bajará el telón y su futuro quedará en suspenso. La actriz ha decidido dejar la gestión del teatro tanto por las dificultades derivadas de la crisis como por la imposibilidad de compaginar los negocios con su carrera de actriz.

“Ha habido momentos en los que se me juntaban hasta cuatro textos y no tenía tiempo para leerlos. Dirigir un teatro requiere mucha dedicación”, explica Ozores. De momento, ha puesto el teatro en alquiler y asegura la actriz que ya hay personas interesadas en él. La subida del IVA ha sido también determinante para tomar la decisión, ya que ha afectado muy negativamente a la taquilla del teatro en los últimos dos meses, asegura Ozores. Dirigir el Arlequín fue un sueño de su padre, y la actriz lo considera cumplido: “Han sido tres años maravillosos”.

Por su parte, el Teatro Arenal cerró el pasado día 10 de junio, como consecuencia de impagos de la empresa titular del contrato. A esto se suman los problemas económicos que viene arrastrando un sector asfixiado, sobre todo este último año. “Quedamos los locos y los héroes”, ha declarado Alejandro Colubi, Presidente de la Asociación de Empresarios de locales de teatro. “De cada 25 euros del precio medio de la entrada, 10 se van en impuestos y en pagos ajenos al teatro. Estamos en una situación de inanición”. El Arenal tiene 327 butacas, con los mismos gastos que una sala de 1.500, asegura.

“No somos un país culto y el teatro es el último eslabón de la cadena, lo primero de lo que se prescinde. No hay educación cultural ni de humanidades. Es algo que la gente que ocupa puestos en la política, como no la tienen, no la valoran”, dice Colubi. José Ignacio Wert también se lleva su ración de crítica: “No sé por qué es ministro de Cultura, porque jamás ha dicho una palabra de cultura. Es una persona absolutamente incompetente. No quieren ni saben oírnos”. Las predicciones son de un completo pesimismo. “Antes de que termine la temporada es posible que se cierren 5 ó 6 teatros más”.Ojalá no se cumpla. 


Fuente: Rosana Torres (elpais.com)
Podría haber paralelismos en las vidas profesionales de dos conocidas mujeres de la escena: Amparo Climent y Carmen Losa. Ambas actrices de sólida trayectoria, ambas inclinadas en una etapa más tardía de su carrera por la escritura teatral, ambas exploradoras de los mundos femeninos alejados, opuestos, a tantos topicazos, sobre ellas, sobre ellos, que andan sueltos por muchos escenarios.
Rigurosas y conocedoras de su oficio, el destino, y las ganas de trabajar juntas, las ha terminado uniendo. Carmen Losa es la directora del debut sobre el escenario de Amparo Climent como dramaturga, con La caja oscura, una suerte de thriller escénico y psicologista que se estrena hoy en el Teatro Arenal, de Madrid.
Si bien es la primera obra que estrena Climent, ya cuenta con varios textos dramáticos; una de ellos, El último destello, recibió el Premio Agustín González de Teatro 2011.
El que hoy estrena lo ha escrito pensando en el grupo de actrices con las que comparte escenario, ya que uno de los personajes lo aborda la propia autora, junto a Ana Goya, Carmen Arévalo, María Jesús Hoyos y Carolina Lapausa, todas conocidas por sus trabajos en cine, teatro y televisión.
Todas ellas protagonizan una historia, que en principio transcurre durante una terapia psicoanalítica. Hasta parece, de entrada, una extraña comedia, con tono descacharrante. Pero finalmente se desvelan otras realidades. Ninguna de esas mujeres es lo que parece, todas tienen un tremendo pasado y la función se convierte en un viaje iniciático hacia los territorios de la culpa, la justicia, la venganza, el olvido: “Hay muchas lecturas dentro de la función, porque en ella hablamos no sólo de la soledad, de la lucha ante la injusticia, de las consecuencias del maltrato psíquico y físico en la infancia...”, apunta Amparo Climent.
La autora, para escribir la obra, consultó con profesionales del mundo de la psiquiatría y en todo momento deja claro que lo que la psiquiatra hace en la obra (interpretada por ella misma) no es la terapia convencional o tradicional, sino una alternativa que le sirve como base para plantear esta propuesta escénica en la que se habla del olvido de las víctimas: “Hay un tendencia muy fuerte a querer olvidar aquello que nos perturba, a no querer recordar lo que nos hace daño, ni querer asumir lo que somos”, señala Climent que transita en la obra por esa contradicción que siempre se da entre lo que somos, cómo nos vemos cada uno, cómo nos ven los demás, cómo queremos que nos vean…
La propuesta llegó a manos de Carmen Losa, conocida en el mundo teatral no sólo como actriz, autora y directora, sino también como directora del Laboratorio William Layton, del que han emergido cientos de profesionales de la escena desde hace años. “Lo cierto es que si me dicen ven, miro a dónde y me interesa, pues voy; y es lo que me ha pasado con La caja oscura, porque lo que quiero por encima de todo es que haya algo más que contar en nuestras carteleras, no sólo comedias que repiten chistes, sino que haya algo de contenido, de compromiso. Siempre intento que sea así, desde mi faceta de autora, de directora, no descarto el divertimento, también me gusta, pero si puedo elegir prefiero algo que lleve implícito un compromiso social”, señala Losa, que confiesa que lo que le atrapó inmediatamente de esta obra fue que el drama surge de la aparente trivialidad.“Es casi una tragicomedia, que es lo que pasa en la vida misma, una situación aparentemente normal de la que de repente saltan chispas y suceden hechos impresionantes, algunos felices, o no. Aunque me atraen los sucesos dramáticos, porque tendemos a pensar que en nuestra vida no pasaría según qué cosas, y desde un lugar que no esperamos, de repente, se tambalea el suelo que pisamos, de manera que nos haga plantearnos que a nosotros nos puede también pasar, y la persona que está viendo la función se convierte en algo más que un mero espectador”, apunta Losa. La directora de La caja oscura recuerda que los sucesos terribles no suelen nacer de preámbulos trascendentes y se producen a partir de una situación aparentemente insignificante.
A fin de cuentas, en esta pieza se nos sumerge en el mundo del inconsciente: “En donde dejamos aquello que no queremos recordar, pero que está instalado en el fondo de nuestro cerebro y que en cualquier momento se puede escapar”, apunta Climent, que también ha pretendido que La caja oscura sea la memoria poliédrica de la soledad, de la miseria, de la ignorancia, del deseo: “Del rechazo a lo que fuimos para poder emprender nuevos caminos que oculten nuestro pasado, al tiempo que se intenta reivindicar en nuestro imaginario la memoria de las víctimas, a las que muchos prefieren olvidar”.
Fuente: Patricia Peiró (elpais.com)

La mentira absorbe tanto a la realidad que lo falso acaba convirtiéndose en verdadero. Este es el argumento deLa madre pasota, una obra del premio Nobel de Literatura Dario Fo, interpretada por Petra Martínez, que se puede ver en el teatro Arenal desde el pasado jueves. La pieza cuenta la historia de una progenitora militante del Partido Comunista de los años setenta que busca proteger a su hijo integrado en movimientos de extrema izquierda. Para ello se mezcla en su mundo, el de la clandestinidad y las manifestaciones, y acaba descubriendo que en realidad es el lugar en el que se siente cómoda. Y termina abandonando a su familia.
El punto de partida de la obra es la huida de la mujer perseguida por la policía y su refugio en una iglesia. A partir de ahí, comienza el monólogo con un cura inexistente al que confiesa el vuelco que acaba de dar su vida. “Ya lo siento, pero no quiero volver con mi familia”, le espeta esta madre de familia al párroco. Martínez cree que a pesar de ambientarse en los setenta, el argumento se podría desarrollar en la actualidad. “Es como si un adulto ahora acompaña a su hijo a la Puerta del Sol a ver el Movimiento 15-M y decide unirse a ellos. Algo que, de hecho, pasó”, reconoce la intérprete.
El texto es “muy Dario Fo”, como reconoce la actriz. Es decir; irreverente, satírico y polémico. “Yo me lo paso muy bien interpretando a esta madre e intento hacer cómplice al público desde el primer momento”, afirma Martínez, quien admite que le encanta hacer monólogos. La actriz antes de nada se aprende el texto palabra por palabra de memoria, luego hace un estudio de cada una de las frases, comprende el significado de las mismas y por último trabaja los gestos. “Lo más importante es la memorización para luego sentirme libre de interpretar y no preocuparme de que se me olvide el papel”, explica.
La obra también es una crítica a las costumbres que no entienden de ideologías. Nada es blanco ni negro. Por ejemplo, el machismo con el que convive una mujer de izquierdas como la protagonista. “Es una de las cosas que le impulsa a escapar de su vida, se da cuenta de que por tradición se comporta de una manera en la que no cree”, detalla Martínez.
La pieza deja de ser un monólogo cuando emerge del público Juan Margallo. La ficción vuelve a mezclarse con la realidad. Ahí es cuando empieza la segunda parte de esta propuesta teatral: Cosas nuestras. El actor propone a Martínez una vuelta de tuerca de la obra que hasta ese momento ha estado interpretando. Margallo sale a escena para intentar emperifollar la pieza: mejorar la puesta en escena, llamar a diferentes festivales de teatro para venderla, cambiar elementos del texto… “Es una especie de repaso al teatro que hemos conocido y el que es ahora”. Él, con más de 52 años de tablas a sus espaldas, y ella, con 46, tratan de mostrar al público la parte trasera de un montaje teatral.
Después de ver durante tanto tiempo cómo sube y baja el telón, a Martínez le queda un buen poso: “El actor de teatro es optimista. Aunque una obra vaya fatal, siempre está seguro de que la siguiente va a triunfar. Somos supervivientes”. Margallo es de la misma opinión: “Con esta obra queremos transmitir que ni con el IVA nos tumban”.
La madre pasota y Cosas nuestras en el teatro Arenal, de jueves a domingo.

Fuente: EP vía www.lavanguardia.es

Los 39 escalones se estrena en el Teatro Arenal de Madrid este jueves. Beatriz Rico, Jorge de Juan, Santiago Urrialde y Salomón nos introducen en una de las obras del maestro del suspense Alfred Hitchcok interpretando a más de 130 personajes en escena a un ritmo frenético. 

Se trata de una producción dirigida por Eduardo Bazo y Jorge de Juan, que salta directamente de la gran pantalla al escenario y que ha sido premiado con el Lawrence Olivier a la mejor comedia del año 2007 y con dos Premios Tony. 

La historia es una representación clásica de la huída de un hombre que es acusado falsamente, y que va a vivir toda una serie de aventuras improbables mientras es perseguido por la policía. El romance viene de la mano de una joven junto a la que es esposado y de quien termina enamorándose. 

Pero los verdaderos criminales son descubiertos y nuestro héroe tiene un final feliz, en la obra de Patrick Barlow, a diferencia de la película de Hitchcock, que acaba con la trágica muerte de Mr. Memory. La obra puede considerarse una farsa alegre de la película de Hitchcock, representada a un ritmo frenético. 

Esta adaptación de Patrick Barlow es una farsa alegre de la película de Hitchcock representada a un ritmo frenético donde el talento físico y vocal de sus cuatro protagonistas permite la aparición en escena de más de 130 personajes. 

Premiada con el Lawerence Olivier a la mejor comedia de 2007 y dos premios Tony (los prestigiosos galardones americanos) continúa representándose en el Teatro Criterion de Picadilly de Londres y en los escenarios de todo el mundo.