BELGIUM RULES


concepto y creación JAN FABRE
autoría JOHAN DE BOOSE
dramaturgia MIET MARTENS
intérpretes LORE BORREMANS, ANNABELLE CHAMBON, CÉDRIC CHARRON, ANNY CZUPPER, CONOR THOMAS DOHERTY, STELLA HÖTTLER, IVANA JOZIC, GUSTAV KOENINGS, CHIARA MONTEVERDE, MARIATERESA NOTARANGELO, ÇIGDEM POLAT, ANNABEL REID, URSEL TILK, IRENE URCIUOLI, KASPER VANDENBERGHE y ANDREW JAMES VAN OSTADE
duración 3h 45min
fotografías WONGE BERGMANN
producción TROUBLEYN / JAN FABRE
TEATRE LLIURE (SALA FABIÀ PUIGSERVER, GREC 2018)

El ritual teatral a menudo conlleva que te dejes llevar por esa voz mayoritaria que estipula que es imprescindible y que no. Tenía miedo a tener las expectativas muy elevadas con todo lo que había circulado y circula de Jan Fabre, a veces los adjetivos grandilocuentes echan hacia atrás más que te convencen de algo. Esta vez, sin que sirva de precedente me dejé llevar y compré la entrada antes de el "sold out" colgara de la taquilla, como ha pasado.

Inicio cómico de las casi cuatro horas de función. Qué mejor que comenzar riéndose de uno mismo, de lo ves, de lo que escuchas, de lo que te muestran. Si habías entrado en la sala no del todo convencido, en menos de cinco minutos se ha disipado toda duda, ¡Qué empiece el espectáculo!



La verdad es que no he estado nunca en Bélgica y lo poco que sabía, y que sigo sabiendo, son sus tópicos y sus tradiciones: su orígenes, su afición por las palomas y por el ciclismo, su famoso chocolate y sus cervezas, su carnaval, su lista interminable de pintores, etc. 

Ficciones, realidad, humor y autocrítica se mezclan en sus casi 4 horas de duración con una puesta en escena muy plástica que deja boca abiertos a los presentes. Un sinfín de explosiones visuales que dejan poco espacio para el descanso visual hasta llegar a las tres horas de duración. A partir de las cuales el espectáculo cae en una repetición forzada de elementos ya visitados y se vuelve más efectista que sorprendente.



El espectáculo es irreverente, una de las imágenes más impactantes es aquella donde se muestra el incensario humeante atrapado entre las piernas de los actores. Ese baile, ese movimiento es una de las imágenes más impactantes de la noche. Porque de plumas y de cuerpos desnudos ya vamos bien servidos.

Fuera del teatro, de los tipos de teatro que pueblan la dramaturgia en formato textual y visual, el discurso subyacente es que Bélgica es un país como cualquier otro, con sus usos y costumbres  cuestionables y, a veces, difícilmente comprensibles, multicultural, multilingüístico y al que le gusta divertirse y la fiesta en cualquiera de sus múltiples estados.



Los intérpretes de Jan Fabre son resistentes y polifacéticos, sin miedo a nada. Las cuatro horas (non-stop) de desgaste encima del escenario no sólo les afectan a ellos. El espectador también ha de resistir el embite visual, de sobretítulos (de aquellos idiomas de no entiendes) y de quietud (nunca había tenido un "rigor mortis" en el cuello tan agudo). 

Siempre me he quejado que los entreactos, muchas veces, te cortan en seco el espectáculo ye te obligan a hacer después un sobre esfuerzo de recuperación de la concentración. En este caso (y aunque el espectador es libre de salir y entrar cuando quiera, con la molestia para los que no salen, of course) eché de menos un entreacto que me obligara a moverme



La sensación del día después de Belgium Rules fue de resaca (seca), de cuerpo entumecido y doloroso, como si me hubieran dado una paliza (al gimnasio). Nunca había tenido una sensación así post-teatro. No me quiero ni imaginar las 24h del Mount Olympus. De todas maneras ha valido la pena, pocas veces vemos tal explosión teatral en la cartelera y se agradece que una vez al año, podamos ser capaces de dinamitar nuestros esquemas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario