SHENZHEN SIGNIFICA INFERN
autoría STEFANO MASSINI
traducción CARLES FERNÁNDEZ GIUA
dirección ROBERTO ROMEI
intérprete SANDRA MONCLÚS
duración 65min
fotografías AITOR RODERO
producción GREC 2018 FESTIVAL DE BARCELONA, TANTARANTANA TEATRE y ARSÈNIC CREACIÓN SL.
TEATRE TANTARANTANA (GREC 2018)
Gracias a la edición de este año de Factoria Grec nos pudimos colar en el segundo día de ensayo, cuando todo estaba por hacer y todo era preguntas, dudas y un mundo por descubrir. Ahora es hora de ver en qué se convirtieron aquellos problemas de la sala de ensayo.
El texto de Stefano Massini es un monólogo que nos habla de las situaciones de abuso de poder a nivel laboral, de cómo el capitalismo sólo busca favorecer la producción sin importarle lo más mínimo la situación del trabajado. Cómo por unos euros de más nos convertimos en máquinas sin ningún tipo de sentimiento y nos arrastramos hasta límites de ninguna manera aceptables.
Roberto Romei situa al público en primer plano, con una disposición escenográfica en forma de cuadrado con el público alrededor de la escena. Minimalismo escénico llevado a su máxima expresión. Una especie de ring de boxeo pero sin redes y donde las bofetadas siempre van en una misma dirección, hacia el público.
Los espectadores de Shenzhen significa infern tienen un papel clave, quizás menor al que me hubiera gustado, pero sus reacciones y respiraciones aportan un plus a cada función. La dirección ha apostado por convertir al público en presente silente, dar todo el protagonismo a la actriz y dejar que las reacciones de los espectadores sean silenciosas. Quizás una apuesta más arriesgada con una participación más activa del público en el juego escénico que plantea Massini hubiera hecho irrespirable la escena, de aquella que te atrapa y no te deja escapar.
Eso sí, recibir la mirada directa de Sandra Monclús a escasos centímetros te impacta, te noquea, pero te causa un efecto de no poder dejar de mirarla, de análisis de gestos, miradas y movimientos para saber cuál será el siguiente paso de este juego. Su interpretación está perfectamente medida y trabajada para un público que se acepte el reto, pero ¿y si hay algún rebelde en la sala?
Delante de una obra donde tanto gestos como movimiento impacta tanto o más que el discurso, la opción de potenciar ciertas escenas con un espacio sonoro, diseñado por Jordi Collet, deja un cierto tiempo de relax al espectador. Como si las puñaladas se tomaran un descanso y estuviéramos cogiendo fuerzas para el siguiente embate.
PS. Lo único que no me ha gustado de manera tajante y me gustaría dejar constancia es que al mirar la ficha artística, todos y cada uno de sus miembros salvo Sandra Monclús y la alumna en prácticas sea hombres. Para hacérselo mirar.
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