Entre versos y cuchilladas


Fuente: Sergio C. Fanjul (elpais.com)
Señoras y señores, aquí va a haber versos y cuchilladas”. En efecto, ayer, en la plaza de Santa Ana se escuchó el ruido de los sables, los floretes y algunos de los mejores parlamentos del teatro clásico, muchos de los cuales se compusieron muy cerca, en el barrio de las letras, donde vivieron Lope, Quevedo, Cervantes o Góngora, y que se extiende a las espaldas del teatro más viejo, el Teatro Español. Cuatro siglos y medio después de la primera representación, el teatro organizaba esta muestra callejera de esgrima con la compañía La Irremediable, bajo la petrificada mirada de la estatua de Lorca. La ciudad andaba ayer muy teatral, porque anoche era La Noche de los Teatros.
“Madrid es un centro de referencia de la artes escénicas y así lo avala nuestra cartelera, que ofrece más de 500 funciones semanalmente en la región, al nivel de las grandes capitales del mundo”, dijo la consejera de Empleo, Turismo y Cultura de la Comunidad (que organiza el evento),Ana Isabel Mariño, durante la presentación. “Este evento es una demostración de esa pujanza”. Anoche la Comunidad sacó pecho, todos a una, con más de 200 actividades en 118 espacios, desde pequeñas salas a grandes teatros pasando por todo tipo de centros culturales.
En la Casa Museo de Lope de Vega pasaron cosas extrañas: un saxofonista tocaba Unchained Melody, de los Righteous Brothers, mientras los actores Eusebio Poncela (que se presentó con gafas de sol y clavel en la solapa) y Greg Hicks (que además de gafas de sol vestía guantes, gabán y bufanda, un poco a lo Leonard Cohen) se batían en singular duelo poético. “Un soneto me encarga hacer Violante…”, atacó primero Poncela con el verso de Lope. Luego, saxofón mediante, se defendió Hicks, recitando versos de Shakespeare, en la lengua de Shakespeare, claro. Dirigía Juan Carlos Pérez de la Fuente. Casi al mismo tiempo en la plaza de la Villa se representaba una versión contemporánea (caras pintadas de colores, ropa laboral, botas y escaleras) de Fuenteovejuna por parte de la compañía Obskené. A media tarde la cosa había comenzado con espectáculos familiares en la calle Fuencarral. Y de noche la acción se trasladaría a los teatros y salas de conciertos.
Todo parecía ayer muy bonito. Pero ¿cuál es la situación real del teatro en Madrid? Una situación agridulce: por un lado se vive un momento de gran efervescencia creativa con la aparición de muchas salas alternativas y compañías jóvenes, al tiempo que los grandes espectáculos también cosechan sus éxitos. Pero, en el lado malo, la subida del IVA cultural ha rebajado el público o supuesto un destrozo en las ganancias de las empresas teatrales. Las gentes del teatro, además, viven instaladas en la precariedad: el 73% de los actores en España no pueden vivir de su profesión, según un informe reciente de la Fundación Aisge.
“Esta efervescencia creativa viene dada por lo sembrado por las escuelas de teatro, públicas y privadas, que han dado una buena generación de actores, directores, etcétera”, opina Javier Yagüe, director de la sala Cuarta Pared, “pero vivimos con diferencia la peor situación laboral desde que nuestra sala existe, hace casi 30 años. Esta situación de precariado hará que pronto haya una deserción, porque los profesionales no pueden seguir sobreviviendo en estas condiciones para siempre”. Dice Yagüe que, a pesar de todo, su temporada no está resultado tan nefasta como preveían, pero, eso sí, para mantener el tipo tienen que “trabajar hasta la extenuación en jornadas kilométricas”.
Se habla mucho del auge de las salas alternativas, pero también está el lado de las llamadas salas comerciales: “En realidad no estamos al otro lado, el teatro ha de ser una experiencia amplia”, explica Enrique Salaberría, presidente del grupo Smedia, que gestiona teatros como el Pequeño Gran Vía, el Infanta Isabel, Fígaro, Cofidis, entre otros. “El offes necesario como la I+D del teatro, donde los jóvenes experimentan para renovar este arte”, continúa, “y nosotros estamos muy atentos a eso”. Coincide el empresario en que la subida del IVA cultural del “carnicero” Montoro ha sido un “destrozo para nuestra cuentas de resultados, ya que no repercutimos esta subida al público”. Su modelo de futuro son producciones público-privadas como El Cojo de Inishman, aunque denuncia las zancadillas que les ponen las administraciones públicas: “sobre todo el Ayuntamiento, que acapara las banderolas y espacios promocionales borrándonos del espacio urbano. A nosotros que traemos miles de espectadores a la ciudad, pagamos impuestos y encima tenemos que trabajar más y ganar menos”. La consejera Mariño también ofreció la semana pasada datos sobre la repercusión del teatro en la economía madrileña: cuatro millones de turistas visitaron la región en 2013 atraídos por la nutrida cartelera, según la Comunidad.
“En los congresos internacionales de la International Society for the Performing Arts (ISPA) a los que asisto nadie entiende lo que pasa con España. Nadie entiende la subida del IVA. Los artistas españoles son cada vez mejores, pero España como mercado y factoría teatral se está quedando atrás”, cuenta Joan Picanyol, director de Relaciones Internacionales del Teatro Español y del festival de artes escénicas “más arriesgadas", Fringe Madrid, que próximamente presenta una retrospectiva de algunos de sus mejores estrenos en el ciclo ReFringe. “Vivimos una belle epoque/ fiebre del oro del teatro alternativo”, continúa Picanyol. “La precariedad laboral y empresarial del sector de las artes escénicas explica en buena medida este bum, pero también las ganas del público de más teatro, más profundo y más variado. En términos de teatro alternativo, Madrid está en primera división mundial. En términos de teatro oficial, no. El teatro en España tiene un extraño doble estado de salud, por un lado está mejor que nunca, fresco, creativo, enrollado, abierto al mundo. Por el otro lado, está moribundo”, concluye.
Las iniciativas teatrales en la ciudad siguen adelante. Una de las últimas es un plan de colaboración que, promovido por Juan Diego Botto, actual programador de la sala Mirador, busca aunar esfuerzos entre las numerosas salas, grandes y pequeñas, del barrio de Lavapiés. Aún en conversaciones, persiguen dos objetivos principales: “crear sinergias en la difusión y organizar un mes del teatro en el barrio, en colaboración con librerías, galerías etcétera, creando circuitos y celebrando espectáculos callejeros”. Siempre con un ojo en la situación social y política del país, que para eso está el teatro según Botto: “tenemos el deber de mirar alrededor y de ofrecer respuestas”.

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