Deborah Warner: "El teatro sirve para tener buena salud mental"


"Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales". Así empieza La tierra baldía, uno de los poemas más sobrecogedores del siglo XX, que T. S. Eliot dedicó a Ezra Pound en 1922. Lo que seguramente no imaginaba su autor es que esos versos serían elegidos por una de las directoras escénicas más importantes del siglo XX y lo que llevamos del XXI para llevarlos al teatro interpretados por la portentosa actriz Fiona Shaw.

Y en una tarde de abril, la de ayer, esa directora, Deborah Warner, escudriñaba el escenario del Teatro Español donde The waste land se representará del 4 al 6 de junio, dentro del Festival de Otoño en Primavera (no es una errata, son cosas de Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid). Tres días, pero seis representaciones, para compensar que la directora no quiere más de 250 espectadores por función para lograr la intimidad y recogimiento necesarios: "Es muy importante sentir la respiración", señala Warner, que ha pedido que no haya sobretítulos, ya que considera fundamental que se escuche a Shaw en el idioma original durante los 33 minutos de representación.

"Es una joya muy valiosa. Tito Andrónico era como una corrida de toros bravos, incluso Julio César, pero este montaje es un pariente cercano a Días felices, tiene que ver con el universo de Beckett", dice comparando su montaje con sus dos shakespeares y con el beckett que ha paseado por España y que han convertido a la Warner en un icono escénico en nuestro país.

El montaje de The waste land nació hace 15 años por encargo. "Nos pidieron que eligiéramos un texto poético y experimentamos si podíamos convertir La tierra baldíaen un montaje. El resultado es una obra teatral fantástica", explica con pasión la directora teatral británica. La puso en pie en un momento en el que le interesaba especialmente la relación entre los textos poéticos y el espacio arquitectónico: "Buscaba abrir una nueva vía provocadora", señala Warner, que llegó a intentar que le dejaran la sala grande circular del Parlamento Europeo en Bruselas y la planta 93 que estaba vacía de la torre norte de las entonces aún existentes Torres Gemelas de Nueva York. En ambas ocasiones rechazaron su propuesta porque pensaban que no era buena idea ver esos espacios relacionados con ese título tan árido y metafórico.

Una vez estrenado el espectáculo recorrió durante cinco años numerosos países. Donde tuvo más éxito fue en Nueva York y Londres. En la ciudad americana se representó en el Liberty Theater, un teatro abandonado y casi en ruinas, sin calefacción y en invierno. La crítica se rindió a sus pies y John Heilpern, del New York Observer escribió: "Una experiencia teatral inolvidable y un logro impresionante de la más grande actriz a ambos lados del Atlántico".

Pero en la capital británica Warner consiguió su mayor logro en el Wilton' s Music Hall, "un maravilloso teatro antiguo, que se utilizaba para rodar películas, situado en el East End, zona a la que hace numerosas referencias el poema, era el lugar perfecto y 10 años más tarde, las chicas que luchan para recuperar este espacio pidieron a Fiona que recuperáramos el espectáculo un día para recaudar fondos", cuenta.

Encontraron un buen motivo para regresar a algo de lo que se habían despedido y Ariel Goldenberg, director del Festival de Otoño, las repescó para que vinieran a un país que no visitaron en su periplo de hace tres lustros.

"No sabíamos en qué había cambiado el montaje con el tiempo, cuando lo montamos por primera vez las Torres Gemelas estaban en pie, no había ocurrido lo del tsunami... Son acontecimientos que el poema de Eliot evoca de una forma casi premonitoria, porque es un texto que contiene cosas en su interior que aún no han ocurrido, y además también se trataba de ver cómo nosotras habíamos cambiado, después de 10 años la muerte está más cerca de todos nosotros", dice mientras toma una y otra vez el poema entre sus manos y lee fragmentos con los que demostrar sus teorías.

"The waste land ha tenido éxito por su naturaleza fragmentaria, es algo casi deconstruido, y eso es algo que ahora nos interesa mucho en este 2010 de tiempos convulsos", dice esta mujer que dedicará los próximos años a montar óperas para la Scala de Milán (Muerte en Venecia, de Benjamin Britten, con el tenor Ian Bastridge, primero; luego será Eugene Onegin, en Inglaterra y Nueva York, y algún que otro título más).

Mientras tanto, el Barbican de Londres espera que Deborah Warner elija un título teatral: "Pero tengo una auténtica crisis decisoria", cuenta ella riéndose y aclarando: "El teatro sirve para tener salud mental, es algo que vuelve a ser muy importante, dado que las iglesias están muy debilitadas: si ese alimento espiritual falla, el teatro recupera ese lugar importante y, desde luego", concluye, "mi responsabilidad con respecto al teatro es que siempre debemos estar buscando formas nuevas".

Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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