DOLORS


idea original MERITXELL YANES
dramaturgia SERGI BELBEL, EULÀLIA CARRILLO y CRISTINA CLEMENTE
dirección SERGI BELBEL y CRISTINA CLEMENTE
intérpretes ENRIC CAMBRAY, GEMMA MARTÍNEZ y MERITXELL YANES
duración 50min (cada capítulo)
fotografías SÍLVIA POCH
producción TEATRE LLIURE y MERIYANES PRODUCCIONS
TEATRE LLIURE (GRÀCIA)

Quería escribir esta crítica antes de ver el final, sin spoilers, simplemente de cómo una serie adicta como yo, percibe cómo dos de sus actividades culturales preferidas han cambiado de medio. He de decir que los dos primeros capítulos me costó acostumbrarme a ver que no podía hacer mute o hacer rewind. Si bien es verdad que muchas obras, en pleno 2019 han utilizado elementos audiovisuales y esta parte de la obra ya no nos resulta novedosa. Quizás sí que al inicio de cada capítulo tengamos un previouly y que los actores no salgan a saludar porque evidentemente en la tele nadie sale a saludar.

Dolors es una suma de oportunidades. El boom seriófilo ya es imparable, es más difícil de encontrar a alguien que no haya seguido una serie, con más o menos asiduidad, que una aguja en un pajar. Dolors habla de emprendimiento, de feminismo, de empoderamiento, de cómo el mundo está hecho por y para los hombres, de la invisibilidad femenina, de cómo los adjetivos cambian de connotación si están asociados a un género u a otro...



Dolors es una sitcom de 45 minutos, una mezcla de la series más famosas de los últimos 20 años. Pero más allá de la anécdota de ser una serie, lo es porque está dividida en 6 capítulos, y por los elementos audiovisuales que ya hemos comentado, Dolors es teatro, no hay pantalla, y la cuarta pared está rota sin salir de los límites del escenario, de la misma manera que Kevin Spacey eliminaba la pantalla cuando se dirigía al espectador.

Con un guión muy milimetrado, una puesta en escena que aprovecha y tira de la imaginación del espectador, la gran baza de Dolors son sus tres actores todoterreno. Meritxell Yanes, Dolors, que consigue hacer empatizar hasta el último espectador de la sala, Gemma Martínez, Miranda, por la que no sabes si sentir compasión o hacer un último intento por despertarla del ensoñamiento que padece y un brillante Enric Cambray, Nil, que despliega sin inmutarse las mil y una caras de su personaje.



Dolors es una serie, es teatro y es un entretenimiento. Si fuera una serie de tele sería una especie de Plats Bruts del 2019, y quizás ya que ha saltado directamente al teatro, pueda tener cabida en un futuro no tan lejano de vuelta a la pequeña pantalla. Por cierto, gran acierto los 5 minutos de pausa entre capítulos, toda una lucha contra el reloj y apto para mentes abiertas a la imaginación y a la coña indolora.

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