GOLDILOCKS
dramatúrgia JAUME VIÑAS
dirección JÚLIA BARCELÓ
intérpretes ALBA RIBAS y MERITXELL TERMES
duración 70min
fotografías MARTINA MATENCIO
SEGUNDO PREMIO BECA DESPERTALAB
SALA ATRIUM
¡Abre los ojos! ¡Abre los ojos! ¡Abre los ojos! ¡Más! ¡Más! ¡Más! No es que me haya vuelto loca, sino es la sensación que tengo desde hace tres semanas. Parece como si hubiéramos despertado de una pesadilla, como si hubiéramos estado viviendo en el País de Nunca Jamás y de pronto al despertar hubiéramos topado con el duro, frío y asqueroso mundo real.
Jaume Viñas, sí este texto lo ha escrito un hombre, sorpresa (positiva) nos invita a entrar a la truculenta historia de dos hermanas, mujeres que se encuentran en el lindar de la infancia y la edad adulta. Su habitación está cerrada, viven en un mundo inventado, lleno de miedos y esperanzas. Faltan horas para el año nuevo, en el que una de ellas se hará mayor y mientras sueñan con escapar.
La dramaturgia es como una flor al que se le van arrancando sus pétalos. Delicada al principio y dura, áspera y "fea" al final. El ritmo del principio te atrapa y te suelta, aunque el espectador esté siempre alerta al próximo paso, hay momentos en que te permiten respirar, tomar aire para la próxima embestida. Eso sí, una vez resuelto uno de los principales misterios de la obra, no serás capaz de quitártela de encima. Vivirás, respirarás y sentirás todo y cada uno de los movimientos de las protagonistas como si fueran tuyos.
Quien siga a Júlia Barceló en las redes sociales o quién haya visto sus últimas interpretaciones, verá un sello muy personal en la dirección del montaje. Sin duda la escena final es el ejemplo más claro, pero a lo largo de la obra también va dejando ligeras pinceladas. Sin duda, Goldilocks parece escrita para que la dirigiera ella. Ha controlado a la perfección los tempos, los movimientos, ha sabido conducir perfectamente al espectador durante toda la historia hasta dejarlo sin aliento.
A pesar de la inexactitud de edades, Alba Ribas y Meritxell Termes capturan la inocencia de cuerpos y miradas, gestionan el tono infantil con registros más adultos, implican al público en su situación y consiguen que seamos empíricos y cómplices al mismo tiempo de su drama. Goldilocks es una obra difícil de digerir pero mientras observaba, con los ojos bien abiertos, a sus protagonistas actuar, me daba cuenta de que el papel más difícil lo tenían ellas. Sin duda son el puntal de la obra y consiguen que dejemos de pensar en edades, que nos olvidemos de todo y nos centremos única y exclusivamente en su drama.
Nadie dijo que vivir fuera fácil, pero para algunos es casi misión imposible. Goldilocks llega en el momento donde nos hemos dado cuenta que es hora de coger la sarten por el mango y dar la vuelta a la tortilla. Ahora o nunca. Goldilocks es otra prueba más de que la única opción es ahora.
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