PUNT DE FUGA O LA MORAL DE L'HERBICIDA



dramaturgia MARIA PORRAS
adaptación COMPANYIA ÉSGRATA
dirección EDUARD TUDELA
intérpretes LAIA ALBERCH, GEORGINA LATRE y JAVIER LÓPEZ
duración 60min
fotografías INGRID RIBAS
producción TEATRE TANTARANTANA
ÀTIC22 (TEATRE TANTARANTANA)

Comienzo el 2018 subiendo al Àtic22, un espacio que hacía tiempo que no pisaba. Sobre el papel este Punt de Fuga o la moral de l'herbicida parecía otra vuelta de tuerca más al concepto de aniquilar la humanidad. Y, en realidad, lo es, ¿pero a qué precio?

Por meternos en situación, venimos de un 2017 marcado por series como The Handsmaid's Tale (El cuento de la criada) o Westworld. Ya tenemos bien aprendido que algunos sueñan o imaginan que un mundo sin seres inútiles es posible. Por eso cuando lees en el programa de mano, las palabras: fin de la civilización, errores, o libertad de acto; piensas a ver qué hay de nuevo.



Y efectivamente todo esta inventado, contado o casi, porque a pesar de todo los ojos del público joven ya han visto más ficción de lo que algunos dramaturgos creen. El inicio del montaje es estimulante, la mezcla de las proyecciones de video con una escena inmóvil crea el deseo en el espectador de querer saber más. 

El problema llega después de la parte proyectada. Es entonces cuando después de un inicio que quiere huir del teatro convencional, se cae en un forzado teatro de texto. Un texto, que entra con calzador en la mayoría de situaciones, y que sobra más que aportar alguna cosa.

El montaje pretende encajar un surrealismo o ficción pasada de vueltas con una realidad cercana gracias al texto. Las transiciones pretende romper, desencajar al espectador, sacarle de su sueño, pero realmente añaden leña a un fuego extinto.



Delante del desconcierto del montaje, las interpretaciones sufren y la dirección de Eduard Tudela no las ayuda a encaminarse. Dentro del histerismo indescriptible del personaje de Georgina Latre y de la falta de convicción de Javier López, encontramos una Laia Alberch que retrata con algo más de precisión y serenidad el alucine de obra que tenemos delante.

Mentiría si afirmara que me he creído algo de lo que he visto. Ante una dramaturgia dispersa, que busca encerrar demasiados conceptos pero no desarrolla ninguno de ellos, el espectador sólo ve fotogramas indistintos delante de sus ojos sin orden ni concierto. Primer des-propósito del año: siempre nos quedarán las series.

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