UN TRAMVIA ANOMENAT DESIG


TEXTO: TENNESSE WILLIAMS
DRAMATURGIA y DIRECCIÓN: ORIOL TARRASON
INTERPRETACIÓN: ANNABEL CASTÁN, MIREIA ILLAMOLA, JORGE ALBUERNE y PEPO BLASCO
DURACIÓN: 1h 30min
FOTO: DAVID TARRASON
PRODUCCIÓN: LES ANTONIETES TEATRE
SALA MUNTANER

Seguro que más de uno que esté leyendo estas líneas habrá visto más de una adaptación de esta obra. Quien más o quién menos de acuerda de la Blanche de Emma Vilarasau, de Pepa Plana o de Vicky Peña, unas con más gloria y otras con más pena han sido vistas por nuestros ojos. Les Antonietes que nos han hecho recordar algunos de los clásicos en los últimos años, Vània de Chéjov, Stockman de Ibsen o Molt soroll per no res de Shakespeare, han metido la tijera ahora a Tennesse Williams. Lejos de las tres horas habituales, Oriol Tarrason la ha condensado en noventa minutos. Toda un sinopsis, a la que al espectador menos teatrero le faltará un contexto previo, eliminadas las escenas superfluas, la acción va directa y Blanche entra en acción sin más, como un puñal afilado y algo oxidado.

Quizás por estereotipos, mi lectura de Blanche siempre ha sido la de una mujer optimista, llena de vida, incluso cuando todo se le vuelve en contra. Tarrason ha optado por mostrarnos la cara más oscura del personaje. Depresión, pocas muestras de alegría, y en esos momentos se ven que son fingidos, la tristeza se apodera de la escena, hasta que en una vuelta de tuerca aparece Stella, abnegada pero feliz, un rayo de luz, un maravilloso retrato que desarrolla Mireia Illamola, en otras ocasiones relegada a un segundo plano, y que en esta ocasión lleva el peso de la obra. Es ella en quien los espectadores ponemos atención, ella es la que sustenta y nos devuelve la alegría entre tanta oscuridad.

Esta vez Les Antonietes no han podido contar con dos pesos pesados como Pep Ambrós Muñoz o Bernat Quintana y han ido a buscar a Stanley al mundo del circo y a Madrid. Jorge Albuerne habla castellano, que le queda como un pegote a la obra, difícil de defender esta opción. Pero si fuera poco defendible el cambio de idioma, la interpretación es inasumible, el teatro de texto requiere de mucha preparación previa. No hay entonación, ni vocalización, los gritos no están medidos y los movimientos no salen de la naturalidad, más bien parece una coreografía a duras penas ensayada. Ni el mítico "Stella, Stella" se salvan de un estupor generalizado.

Después de un más que aceptable paseo por la dramaturgia americana que el año pasado lleno el Lliure de Gràcia, con el Somni Americà, esperaba algo más de esta adaptación del mítico tranvía. No acabo de dilucidar si el reto se le ha vuelto imposible a Oriol Tarrason o si la falta de tiempo se ha convertido en un exceso de recorte. Sea como fuere un pequeño contratiempo en una carrera donde nadie aseguraba que todo iban a ser éxitos. Esperaré con anhelo la siguiente parada.

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