ESMORZA AMB MI
autoría y dirección IVÁN MORALES
intérpretes ANNA ALARCÓN, ANDRÉS HERRERA, MIMA RIERA y XAVI SÁEZ
duración 1h 40min
fotografías SANDRA ROCA y ONA MILLÀ
producción LOS MONTOYA
SALA BECKETT
Iván Morales es uno de los nombres clave de la dirección y dramaturgia catalana actual. Una manera de entender el teatro diferente. Hacía tiempo que como dramaturgo teníamos ganas de que ver algo más allá de su mítico/clásico Sé de un lugar. El tiempo de espera ha concluido. Que nadie se espere una segunda parte ni nada parecido, menos mal. Aunque, evidentemente, algunos rasgos made in Morales sí que están presentes.
Esmorza amb mi explica la historia entrecruzada de dos parejas. Natalia (Anna Alarcón) y Salva (Andrés Herrera) mantienen una relación esporádica mientras ella hace un documental sobre el desamor. Sergi (Xavi Sáez) y Carlota (Mima Riera) se quieren y quieren apostar por su relación. Los cuatros sólo buscan desayunar con alguien.
Delante de un punto de partida bastante común, la intriga aparece nada más poner un pie en la sala. La sala grande de la Beckett se convierte en un ruedo, una especie de círculo, con un minúsculo escenario central y una atmósfera que nos hace pensar que venimos a ver una de 'sang i fetge' más que una comedia romántica.
Con una presentación de personajes tan potente, el nudo, desarrollo de la trama inexplicablemente se vuelve monótono. Escenas excesivamente alargadas, ritmo descompasado, información a cuentagotas pero sin una intriga que nos haga tener ganas de abrir el melón.
Una de las escenas más interesantes la mantienen Xavi Sáez y Andrés Herrera. De hecho será éste último a quien Morales le ha regalado el mejor papel de la noche, quizás el más creíble, el más cercano, con el que el propio Andrés Herrera consigue en empatices más con una interpretación más naturalista.
Lo mejor del montaje es sin duda la escenografía y el diseño de luces creado por Marc Salicrú. Gracias a él y a pesar de los fallos de ritmo consiguen que el espectador no deje ni por un momento de prestar atención a escena. Es una de esas escenografías de las que no consigues escapar.
También en el apartado de puesta en escena, destaca el gestión del movimiento escénico de la primera parte del personaje de Natalia, obra de David Climent. Una manera muy realista, sin caer en una parte sensiblera de hacer ver al público los problemas de movilidad de una de las protagonistas.
Me hubiera gustado abandonar la sala llena de la misma niebla que envolvía a los personajes, pero mi neblina personal esta vez acabó (des)conectada de mí.
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