HUMOR i HÒSTIES



dramaturgia: MARC MARTÍNEZ, MIGUEL CASAMAYOR y MARTA PÉREZ
letra y música: MARC MARTÍNEZ
dirección: MIGUEL CASAMAYOR y MARTA PÉREZ
técnico: JOAN SCUFESIS
duración: 1h 50min (aprox.)
fotos: David Ruano y Paco Amate
producción: SINGLOT FESTIVAL, MARC MARTÍNEZ, EL TERRAT, THEPROJECT y TARTAR FILMS
TEATRE REGINA


Después del shock dramático de la bestialidad policial del pasado 1 de octubre, mi cuerpo y mi cerebro no estaban preparados para ver nada que requiriera un poco más de concentración. Nada de dramas, ya estamos viviendo uno en propia piel. Así que ni corta ni perezosa me apunté a una terapia garantizada de risas, Humor i Hòsties.

Por primera vez entro en la sala sin ni siquiera preguntar la duración del espectáculo, me da igual, sólo quiero olvidar por un rato lo que me volveré a encontrar en la puerta cuando salga. Primera visita al Teatre Regina, sorprendida de la comodidad, tan buscada últimamente, de sus butacas. Preparadas las ganas de reírme. ¡Qué comience el show!



Aparece Marc Martínez, guitarra en mano y empezamos cantando, para aclimatarnos a la montaña rusa a la que te somete el espectáculo. Un repaso por su infancia real o inventada en el barrio chino de Barcelona, cuando no había sido invadido por los guiris. 

Treinta años de tablas se notan, y mucho, Marc Martínez, tras 10 meses paseando el show, le ha cogido todos los puntos y lo maneja a su antojo, adaptándolo a los últimos acontecimientos político-sociales, con numerosos guiños al público. No sabemos nada de la cuarta pared, el público está presente durante las casi dos horas de duración (que se dice pronto pero para un monólogo es una duración casi extrema), somos parte de un mismo barco.



La dramaturgia toca todos los palos de la emoción, pero sin caer en sentimentalismos. Es una espectáculo hecho a imagen y semejanza de su creador: gamberro, divertido, crítico, rebelde, multicultural, desde la Catalunya real y para la Cataluña real. Todo un arma de seducción masiva que engancha al público durante dos horas de risas non-stop en un monólogo que no deja títere con cabeza.

Una hora puede ser infinita, pero aquí no nos hubiera importado pertenecer a ese infinito, dos horas que han pasado volando. Anécdota tras anécdota hemos llegado al final per con la sonrisa todavía reflejada en el rostro y tarareando las canciones, la rumba catalana ya lo tiene, se te van los pies por mucho que la tristeza esté todavía presente. Hemos salido ganando, dos horas de normalidad. Y aunque sólo sea por un momento, la burbuja del teatro nos ha hecho soñar con la idea de que todo es posible. 

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