ESCENES D'UN MATRIMONI


autor INGMAR BERGMAN
traducción CAROLINA MORENO
dirección MARTA GIL
asesor ALBERT TOLA
intérpretes ANNA SABATÉ y JORDI FIGUERAS
duración 2h
fotografías ALBERT SERRADÓ
producción NEXUS EUROPA y LES ANTONIETES TEATRE
TEATRE AKADÈMIA

No es la primera vez que veo esta obra montada, si mi memoria no me falla es la cuarta, y quizás sea éste un punto que pesa, la maldita costumbre de comparar. Pero no sólo es cuestión de comparativa sino que el entendimiento sobre el sentimiento de visceralidad que en mí han producido otras producciones, y que en ésta la búsqueda ha sido en vano.

La propuesta de Nexus Europa y Les Antonietes Teatre le cuesta soltarse. Durante su primera hora, los personajes están demasiado encorsetados, no son libres en movimiento ni en sentimientos, siguen a pies juntillas el guión marcado y la pérdida de naturalidad es aplastante.



La opción de la dirección de Marta Gil ha optado por simplificar la obra y hacer ver que el paso del tiempo no afecte a los intérpretes más que por cambios de ropa o de peinado. Más allá de la intensidad de la obra, el paso del tiempo no queda reflejado más que en una pared. Los espectadores son dueños de darle más o menos crédito y de ver o no una evolución de los personajes más allá del texto.

Escenes d'un matrimoni está divida en seis escenas, en este caso notables por la aparición de la música que permite a los actores cambiarse el traje. Sin embargo, al haber tantas transiciones se echa de menos un componente más audiovisual que pueda reforzar el paso del tiempo o los recuerdos de los personajes.



Aunque en el texto hay una clara evolución (natural) de los dos protagonistas, en la puesta en escena queda más difuminada. Buscada o no (lo desconozco) se deja entrever una falta de química sustancial entre los actores, Anna Sabaté y Jordi Figueras, que no logran empatizar del todo con el público. 

La visceralidad que requiere el texto se convierte en una frialdad que pone los pelos de punta, excesiva, incluso cuando la ternura parece ganar la batalla y los recuerdos buenos pesan más que los malos, el hielo sigue allí, impenetrable.



El espacio escénico de Joanna Martí ha optado por encerrar a los personajes en una especie de caja sin paredes, donde el público puede ser voyager de la escena. Sin duda es funcional, como los dos rectángulos de madera que hacen función de todo. El diseño de luces de Lluís Serra i Natàlia Ramos, aunque uniforme y monótono en un primer momento va ganando peso e importancia según avanza la obra.

El montaje intenta "salirse de plano", cuando ya ha pasado su ecuador, y coger el vuelo, pero quizás es un intento demasiado tardío y el público hace ya tiempo que vuela solo. Es toda una pena que un texto de la altura del de Ingmar Bergman me deje, tan pronto, a medio gas.

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