Elisa DÃez (Butaques i Somnis)
Terrassa no es Tà rrega, no se repira el mismo ambiente de ciudad que espera todo un año para acoger el festival. Pese a ello, los asistentes tienen un espÃritu parecido, buscando los espacios del festival y parándose en sus puertos al aguardo de lo que les espera.
Terrassa no es Tà rrega, no se repira el mismo ambiente de ciudad que espera todo un año para acoger el festival. Pese a ello, los asistentes tienen un espÃritu parecido, buscando los espacios del festival y parándose en sus puertos al aguardo de lo que les espera.
Realmente sólo pretendÃa ver Tabac Rouge James Thiérrée, pero la casualidad y la aventura me llevó a la calle Doctor Cabanes, 8 donde en un pequeño garaje disfrute de una maravilla llamada La máquina de la soledad de Microscopia y Oligor.
Unas sesenta personas alrededor de todo un paraÃso de pequeños objetos que salÃan de maletas, de pequeños escondrijos, que en la oscuridad o iluminados por unas pequeñas luces, hacÃan volar nuestra imaginación y crearon un ambiente único, que incluso algunos nos hicieron poner nuestros pelos de punta y solar alguna lagrimita.
Con la excusa de la lectura de unas cartas de un tal Manuel y una tal Elisa, reales o ficticios que cada uno piense lo que quiera, consiguieron el ambiente de intimidad propicio para seguir desarrollando el montaje. La sensibilidad y una manera única de narrar atraparon al público desde el primer momento hasta el final, consiguiendo lo que pocos hacen, que todos los presentes respiran lo mismo al mismo tiempo. Evidentemente, después las sensaciones de cada uno les llevarÃa a diferentes lugares. Pero lo cierto es, que pocas veces he salido tan tocada de ver una obra, y me hubiera quedado horas escuchando sus historias.
Pero media hora más tarde tenÃa una cita con James Thiérrée, del que me quedé con las ganas en su visita de hace unos años en el Teatro Nacional, y al que iba con los ojos vendados, sin apenas saber de qué iba el espectáculo. Sorprendentemente, desde primera fila de platea, se contempla todo. Con un montaje basado en fuegos artificiales, lleno de idas venidas, juegos de luces, una imponente escenografÃa metálica que no paraba de moverse, eso sÃ, lejos de la magia que desprendÃa (según cuentan) su anterior montaje. La danza ocupa el lugar de la magia, y los cuerpos de bailarines se convierten en chicle que se mueven sin lÃmite. Acrobacias, un ritmo que no te permite ni pestañear, la potente escenografÃa y unos intérpretes excepcionales son la combinación perfecta para que el estallido de aplausos, bravos y el público mayoritariamente de pie haga que mi corto y escaso paso por el Festival TNT haya sido un éxito. El año que viene más. Yo seguro que me apunto. Gracias.
Unas sesenta personas alrededor de todo un paraÃso de pequeños objetos que salÃan de maletas, de pequeños escondrijos, que en la oscuridad o iluminados por unas pequeñas luces, hacÃan volar nuestra imaginación y crearon un ambiente único, que incluso algunos nos hicieron poner nuestros pelos de punta y solar alguna lagrimita.
Con la excusa de la lectura de unas cartas de un tal Manuel y una tal Elisa, reales o ficticios que cada uno piense lo que quiera, consiguieron el ambiente de intimidad propicio para seguir desarrollando el montaje. La sensibilidad y una manera única de narrar atraparon al público desde el primer momento hasta el final, consiguiendo lo que pocos hacen, que todos los presentes respiran lo mismo al mismo tiempo. Evidentemente, después las sensaciones de cada uno les llevarÃa a diferentes lugares. Pero lo cierto es, que pocas veces he salido tan tocada de ver una obra, y me hubiera quedado horas escuchando sus historias.
Pero media hora más tarde tenÃa una cita con James Thiérrée, del que me quedé con las ganas en su visita de hace unos años en el Teatro Nacional, y al que iba con los ojos vendados, sin apenas saber de qué iba el espectáculo. Sorprendentemente, desde primera fila de platea, se contempla todo. Con un montaje basado en fuegos artificiales, lleno de idas venidas, juegos de luces, una imponente escenografÃa metálica que no paraba de moverse, eso sÃ, lejos de la magia que desprendÃa (según cuentan) su anterior montaje. La danza ocupa el lugar de la magia, y los cuerpos de bailarines se convierten en chicle que se mueven sin lÃmite. Acrobacias, un ritmo que no te permite ni pestañear, la potente escenografÃa y unos intérpretes excepcionales son la combinación perfecta para que el estallido de aplausos, bravos y el público mayoritariamente de pie haga que mi corto y escaso paso por el Festival TNT haya sido un éxito. El año que viene más. Yo seguro que me apunto. Gracias.
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