Fuente: Sergio Delgado Salmador | Juan Gómez (elpais.com)
Una vez más Alemania se cita con una de esas oscuras etapas de su historia a la que no tiene miedo a enfrentarse. Y no, no se trata de los nazis, esta vez le toca el turno a la República Democrática de Alemania (RDA). En Mis actas y yo (Meine Akte und ich), ocho vÃctimas y un funcionario del Ministerio para la Seguridad del Estado (Ministerium für die Staatssicherheit) toman el escenario de la Staatsschauspiel de Dresde para recordar sus experiencias con la Stasi.
La función se enmarca dentro del proyecto Vidas paralelas: El siglo XX a través de la policÃa secreta impulsado por el Festival Internacional de Teatro Divadelná Nitra de Eslovaquia, en el que participan ocho paÃses del antiguo bloque soviético. "Vendrán de HungrÃa, Polonia, RumanÃa y Chequia, entre otros. Yo me encargo de la parte alemana y soy el único que ha sugerido trabajar con testigos de la época", explica desde el otro lado de la lÃnea telefónica en alemán Clemens Bechtel (Heidelberg, Baden Würtemmberg, 1964), director de la obra, estrenada el domingo en Dresde.
La iniciativa pretende rescatar el papel del servicio secreto antes de 1989 dentro del ambicioso marco del festival que busca poner el foco sobre fenómenos sociales y la recuperación de la memoria histórica. "Uno de los puntos clave del proyecto es que se abra un diálogo entre vÃctimas y funcionarios o autores de crÃmenes. Deseamos que 20 años después empiecen a sentarse juntos y promover el dialogo".
Los textos de la obra de 90 minutos de duración se escribieron a partir de una serie de entrevistas con los protagonistas: cinco vÃctimas de la policÃa secreta y tres que narran su historia desde la perspectiva de la Stasi. Entre ellos, se encuentra Gottfried Dutschke (Hainsberg, Turingia, 1945). Licenciado en Ciencias del Deporte y BiologÃa, el alemán fue arrestado por ayudar a un grupo de amigos a huir de la RDA para reencontrase con familiares al otro lado. “A mis hijos, mi mujer y conocidos ya lo han escuchado, pero se lo querÃa contar a los jóvenes. Hay gente que quiere acabar con estas vivencias pero debe haber memoria histórica. Esta gente aún existe y podrÃa ser peligrosa”, apunta sin tapujos. Tras arrestar a uno de sus compañeros de universidad en Praga, la Stasi encerró a Dutschke dos años y medio en la cárcel de Gera, una localidad a 133 kilómetros al oeste de Dresde. “Fue terrible. Mi mujer le dijo a mi hijo de 10 años que estaba en el hospital. No les hicieron nada pero estuvieron bajo vigilancia”. Junto a él, opositores, ciudadanos de otros paÃses del bloque e, incluso, algún exfuncionario formaban parte de una prisión en la que Dutschke fue también castigado en una celda de aislamiento. “Me metieron ahà durante tres dÃas por negarme a salir a andar y contestar a un guardia. Fue horrible: sin luz, contacto humano y sin saber hasta cuando”.
El histórico encuentro no ha resultado, sin embargo, sencillo de organizar. “Dar con vÃctimas que estuvieron en la cárcel o tuvieron malas experiencias es relativamente fácil pero, lógicamente, es más si uno ha tenido algo que ver con la Stasi. Está estigmatizado, es una marca diferenciadora. Normalmente esa gente esconde su biografÃa”, considera Bechtel. Entre las escasas personas presentes relacionadas con los funcionarios Evelin Ledig-Adam (Vogtland, Sajonia, 1955), evoca la experiencia de su primer marido. Bajista y violinista de profesión, él confesó a su mujer haberse unido a la Stasi en 1984, dos semanas después de haber firmado el contrato. “Se unió para poder viajar y su trabajo consistÃa en informar sobre otros músicos. Por aquel entonces pensé que era una traición a los ideales. TenÃa miedo de hablar de compañeros y de si querÃan ir a la República Federal. Lo que nunca sabré es si escribió informes también de mÔ, sospecha la antiguamente relaciones públicas de un teatro.
Mis actas y yo se suma asà a la ya extensa memoria histórica de un paÃs que, a pesar de saldar sus cuentas con la etapa comunista, ha ido aún más lejos en lo relativo a la época nazi. "Sobre ese periodo hay un verdadero diálogo. De niños nos llevaron con el colegio al campo de concentración de Buchenwald y a mà me impactó profundamente. Es algo que no se olvida", comenta Ledig-Adam. "Después de la Segunda Guerra Mundial hubo más juicios y castigos. Ahora, la gente ha viajado mucho, ha visto mundo, están bien educados y a lo mejor ha llegado la fase de pensar", argumenta Dutschke. "Espero que la juventud conozca esto y no piensen solo en coches y cosas banales. SerÃa triste y peligroso".
El régimen de la RDA como protagonista en la cultura alemana
Entre los escritores quizá fue Ronald M. Schernikau el que mantuvo una relación más estrafalaria con la República Democrática Alemana (RDA): nacido en el Este en 1960, de niño pasó con su madre a la República Federal escondido en un maletero. En Hannover se afiliarÃa al Partido Comunista y, todavÃa un escolar, escribirÃa una novela corta sobre un joven homosexual de provincias. Lo convirtió en una de las jóvenes promesas literarias en alemán. Cuando todo el mundo daba por muerta (con razón) a la RDA, el escritor solicitó la nacionalidad de su paÃs natal. Se instaló en BerlÃn oriental en 1989, apenas unas semanas antes de la caÃda del Muro. Su libro de aquellos dÃas Die tage in l. (Los dÃas en L.) lleva el subtitulo “De cómo la RDA y la RFA no se entenderán nunca y menos a través de su literatura”. Nunca se publicó en el Este.
Schernikau murió de algo relacionado con el SIDA en 1991, en la Alemania ya unificada. HabÃa terminado su tremendo mamotreto satÃrico y trágicolegende (Leyenda. Contiene episodios como “Una canción para Rostock”, donde imagina una imposible victoria de la RDA en Eurovisión y la consiguiente organización del Festival en la ciudad norteña de Rostock. No se publicó hasta 1999.
En el teatro, que disfruta de gran popularidad en Alemania, ha llamado mucho la atención la pieza de 2003 Zeit zu lieben, Zeit zu sterben (Tiempo de amar, tiempo de morir), escrita por Fritz Kater. Pone en las tablas escenas de la vida de varios jóvenes de la RDA, entre nostálgicas y deprimentes.
La autopsia de sus regÃmenes históricos fracasados es uno de los temas principales en la cultura popular alemana. Hace décadas que interpretar a un nazi en una gran producción sirve de trampolÃn internacional para actores de lengua alemana. Como segunda opción queda la RDA, cuyo abanico de personajes abarca desde el espÃa noble de La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) hasta la enternecedora comunista enferma de Good Bye, Lenin (2003), de Wolfgang Becker. El thriller sobre la policÃa polÃtica de la RDA y la comedia sobre la caÃda del Muro fueron enormes éxitos internacionales. Menos conocida fuera, pero también un éxito en Alemania, fue la comedia de Leander Haussmann Sonnenallee(1999). Desde que desapareció en 1990, la RDA ha inspirado una larguÃsima lista de pelÃculas de cine y televisión.
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