Fuente: Roger Salas (elpais.com)
Como con tantas obras del catálogo mozartiano de sus últimos años, abundan las tesis y los misterios alrededor de la Misa en Do menor KV 427 llamada La Grande o La gran misa, que es el tÃtulo que adopta la coreografÃa de Uwe Scholz y que trae a los escenarios de Teatros del Canal el Ballet de Leipzig, una ocasión excepcional para acercarnos a una soberbia obra de danza que se respalda en una extraordinaria joya de la música de todos los tiempos.
Es La Grande uno de los momentos más elevados de la música sacra de Mozart; y al igual que su Requiem, puede hablarse de partitura inconclusa o de estructura fragmentaria. En la versión coréutica de Uwe Scholz las partes no escritas o no terminadas por Mozart son reemplazadas por elementos de acompañamiento de muy diversa factura, desde cantos gregorianos, a la música contemporánea del estonio Arvo Pärt, asà como partes literarias, en este caso, poesÃa de varios autores.
Mucho se ha escrito en la musicologÃa de cómo esta misa de Mozart está participada de las herencias de Johann Sebastian Bach y de Haendel; también se especula con una hipotética versión terminada (muy precipitadamente por el compositor de Salzburgo) que se perdió. La coreografÃa de Scholz, con toda probabilidad su pieza coral más ambiciosa y donde se resume su estética, ha ganado peso y poso con los años desde su estreno en Leipzig. Es un trabajo abstracto que enlaza con la tradición del gran ballet sinfónico y que rivaliza con los intentos parecidos de otros coreógrafos del siglo XX, pudiéndose citar desde la “Misa para el tiempo presente” y la “Misa por el tiempo futuro”, ambas de Maurice Béjart al “Magnificat” de John Neumeier.
Hablar del Ballet de Leipzig es, aún hoy, hablar de Uwe Scholz, su director artÃstico y coreógrafo principal desde 1991 hasta su prematuro fallecimiento en noviembre de 2004. La compañÃa ha reducido su plantilla a 40 bailarines, pero sigue sosteniendo el repertorio mayor que impuso Scholz, donde se necesita de un sólido y numeroso cuerpo de baile disponible. Sólo un año después, Uwe Scholz llega a Leipzig procedente de Zurich. Los dos directores de la agrupación de Leipzig anteriores a Scholz fueron Dietmar Seyffert y Enno Markwart. A la muerte de Uwe en 2004, le sustituyó el exbailarÃn canadiense Paul Chalmer hasta 2010, en que un primer bailarÃn del conjunto, Mario Schröder, que habÃa estudiado en la prestigiosa Academia de Danza de Gret Palucca, asume la dirección.
No se destaca lo suficiente que Uwe Scholz comenzó a estudiar ballet a los cuatro años, pero que al mismo tiempo, la música también formó parte esencial de su espectro con el piano, el canto, el violÃn y la guitarra; él llegó con 13 años, un mes antes de la trágica muerte de John Cranko, a la academia de Stuttgart. Despuçés siguió siendo un protegido de Marcia Haydée. La primera coreografÃa de Scholz fue sobre música de Mozart: Serenata para 5 + 1 (1976). En 1980, para concluir su modesta carrera de bailarÃn, hizo un solo de Maurice Béjart. Como en una historia de curiosas e inexplicables repeticiones, la primera obra que hizo Scholz para Leipzig cuando todavÃa estaba en Zurich, fue un pas de trois sobre una suite para dos pianos de Rachmaninov. Medio en broma, medio en serio, en el ambiente del ballet se decÃa que no habÃa música que se resistiera a la mano de Scholz, que hasta habÃa “domesticado” para el ballet una sinfonÃa de Bruckner.
Como relata Rita Feliciano, cuando cuando Scholz se hizo cargo de la compañÃa de Leipzig, se encontró con una desangelada compañÃa en ruinas después de la abrupta y veloz caÃa de la RDA inmediatamente después. Fueron "tiempos duros y complejos", recuerda Scholz, que siempre fue un hombre tÃmido, reservado, abocado a la tristeza y la depresión, pero a la vez, atenazado por su imponente fuego creador.
A medida que la ciudad de Leipzig cobraba nueva vida, Uwe se empeñaba en la tarea de revivir su compañÃa de ballet, fundó una escuela, buscó patrocinios privados para una nueva sede, creó un público entusiasta desde una masa apática y desencantada. La burocracia le odió y le combatió (no pudo dirigir la escuela hasta 1997 aunque estaba en el su paraguas desde 1993). No fue gratuito empezar con “La creación” (1984, Haydn), y la compañÃa de Leipzig la adoptó como una firma artÃstica, un sello.
Uwe Scholz le dijo una vez a la periodista: “Estoy tan fuera de sintonÃa con los tiempos a veces me avergüenzo”. No era eso. Su catálogo de más de 100 ballets respalda su figura, y “La gran misa” lo encabeza.
A Uwe le ofrecieron el cargo del Ballet de la Ópera de BerlÃn antes que a Vladimir Malajov, y lo rechazó, se mantuvo fiel a Leipzig hasta el final.La gran misa es también una prueba de ese amor.
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