Fuente: Roger Salas (elpais.com)
La idea del cumpleaños-funeral en clave satÃrica apoya una dura metáfora sobre la situación de la danza contemporánea española. No era Carmen Werner la muerta en sÃ, sino que, a la manera de los neoclásicos, resultaba ser sÃmbolo del género, una TerpsÃcore enlutada (con brillos), gafas de diva y muy posmoderna. Era la danza a la que se enterraba con sorna de preaviso y cierto gusto entre lo surrealista y los golpes dadá. La coreógrafa tuvo una aparición estelar y calculada, de gran efecto. Luego las partes corales se impusieron sobre los solos asistenciales a los que falta un cierto cosido, una organicidad justificadora. La banda sonora es un buen hilván sobre los estilos más manejados por la creadora, desde el treno barroco a la densidad de Behles y Henke (Monolake).
La luminotecnia fue precisa y acorde al producto; los bailarines vestidos sin riesgos en blanco y negro con los estándares civiles de hoy: eso es parte del estilo de Provisional Danza. A fin de cuentas, esta función era la piñata de la compañÃa, su jubileo, y resultaba imponente ver a los 25 artistas desplegarse, si bien es verdad muy a la manera de Bausch (de quien Werner reconoce abiertamente la influencia sobre su trabajo) en algunas secuencias, pero con la idea de hacer del canto fúnebre una fiesta, de la procesión un aquelarre. De todos los que acudieron, algunos han progresado o se conservan en forma, otros siguen igual e inciden en las mismas banalidades. La reunión acusó las prisas. ValdrÃa la pena repetirlo… dentro de solamente cinco años, para celebrar a lustro redondo.
Se suponÃa graciosa la andanada de algunos de los participantes contra los crÃticos de danza con alusiones al gusto y al lenguaje técnico. El resultado no da risa, pero tampoco inspira conmiseración. Era simplemente una payasada tÃpica de adolescentes tardÃos o peor, si se mira con el rasero del producto artÃstico, una pataleta de quienes no han sabido encajar un criterio ajeno. Y un aviso para navegantes: coréutica no es lo mismo que coreografÃa, tal como que no todo lo que pongas a hervir en una olla resulta potaje. Werner, es muy evidente, ha dejado que los respondones se explayen a placer, lo que dice mucho y bien de su talante como directora y de sus maneras a la hora de regir el material (ahora sÃ) coréutico tanto ajeno como propio. Con un tono de desenfado, pero siempre en su sitio, la compañÃa dejó sobre el escenario las trazas de su quehacer moral y artÃstico, del compromiso con la creación.
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