
Con la polémica por la versión que de su vida hace El cónsul de Sodoma recién pasada por las pantallas, Jaime Gil de Biedma llega ahora a los escenarios. Pero a diferencia de la pelÃcula que se basa en la visión que de él tenÃan supuestamente otras personas, el montaje teatral otorga la palabra al poeta para que se presente ante los demás.
AsÃ, verso a verso y también con algunas declaraciones de entrevistas que le hicieron en algún momento de su vida, presenta Pep Munné a Jaime Gil de Biedma en Las rosas de papel. La obra, que toma el tÃtulo de su libro Poemas póstumos, comienzó ayer por la noche sus representaciones en el Teatro Lara de Madrid, donde estará los fines de semana en función nocturna.
El Gil de Biedma que sube a las tablas es otra persona que la de las pantallas. Sin entrar de lleno en la pelÃcula, Munné sà asegura que el escritor que conoció en la Barcelona de los años sesenta era «muy distinto» al de El cónsul de Sodoma. «Era una persona muy elegante, que impactaba nada más verla», explica Munné. «A diferencia de otros grandes personajes de la época y amigos suyos, Gil de Biedma no apabullaba, no era un pedante ni un parlanchÃn, aunque tenÃa un don de la palabra extraordinario que le hacÃa relacionarse muy bien con la gente».
Ese «verbo florido», aprendido tal vez cuando, de pequeño, se escondÃa en la casa familiar de Segovia para oÃr hablar a los mayores, es algo indisociable de un escritor al que «lo que más le gustaba era conversar con sus amigos». Especialmente, de todo lo relacionado con la escritura, que la gozaba de forma plena.
«Su vida era la literatura», continúa Munné. Tanto si se trataba de la propia como de la ajena, a Gil de Biedma no se le puede explicar sin ella. A través de la literatura se explica su vida, sus sentimientos, anhelos. «Para él era una necesidad, un juego, con el que consigue aceptarse tal como es. Por eso cuando deja de tenerla, deja de escribir», afirma Munné.
De esos trazos emerge una persona que «en realidad, lo que busca es inventarse un personaje». Y que lo consigue hablando «de sà mismo y consigo mismo, de sus parejas y de su vida nocturna», diferente de la que llevaba durante el dÃa como ejecutivo de una multinacional del tabaco.
También, como no podÃa ser de otra manera tratándose de Gil de Biedma, de sus filias y las amistades literarias que tuvo en la creativa Barcelona de los años 60 y 70 del siglo pasado, aunque la obra no es una crónica personal ni social del personaje.
La obra recorre todas esos senderos con textos del propio autor. Munné se ha sumergido en la obra poética de Gil de Biedma para confeccionar Las rosas de papel. Pero también ha espigado otros escritos, como entrevistas que concedió a diferentes medios de comunicación o colaboraciones de tipo muy distinto, incluido «un informe genial que hizo sobre economÃa en el que anticipaba y analizaba la globalización actual».
Igualmente sube al escenario la palabra pronunciada, extraÃda de conferencias que en algún momento de su vida pronunció. Con ese material y unos pocos elementos escenográficos el actor ha configurado un montaje que «no es un recital poético», asegura Munné. «Es otra cosa, una especie de puzzle que a través de una curva dramática nos permite conocer toda su problemática personal».
Fuente: Rafael Esteban (www.elmundo.es)
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