Resurrección del teatro renacentista



Lucas Fernández, el dramaturgo y músico salmantino del siglo XVI, resucitará mañana. El trascendental evento tiene incluso hora y lugar asignados: el teatro Pavón de Madrid, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) a las 20.00. Y aunque la resurrección no será física, sí lo será en espíritu. Parte de los textos del autor, recopilados en 1514, se representarán sobre las tablas bajo el título de Farsas y églogas, un acontecimiento muy poco común en los últimos centenares de años, a pesar de la cantidad de estudios académicos que han versado sobre ellos.
Para insuflar vida a las páginas yermas, la CNTC ha echado mano de ayuda: la de la compañía segoviana Nao d’amores, que desde hace una década se dedica a la prácticamente inédita tarea de recuperar el teatro prebarroco español de entre los siglos XII y XVI. “Se trata de una fórmula que empezamos a explorar ahora. La coproducción con Nao d’amores nos permite abordar textos que desde nuestra estructura no abordaríamos”, ha señalado Helena Pimenta, la directora de la CNTC en la presentación del espectáculo.
La obra, como explica la directora de Nao d’amores, Ana Zamora, nace de su personal “obsesión por un repertorio que ha quedado un poco lejos de la sensibilidad actual, pero que es perfectamente reabordable”. El espectáculo renacentista, compuesto de un texto en verso, danza popular y música, es, según apunta Pimenta “una obra global, una fiesta para los sentidos”.
El estudio, el tesón, y el “rigor”, han sido los faros que han guiado a la hora de preparar el proyecto, del que se ha intentado mantener en todo momento el carácter de la época. “Hemos sido más puristas que nunca”, dice Ana Zamora. “Para ello, hicimos un encierro creativo en Segovia, con talleres de aprendizaje, durante dos meses que pasamos en una torre adosada a una puerta de la ciudad, en una iglesia y hasta en un una nave de un pueblo, con gallinas y todo”.
En esos preparativos, el equipo al completo hizo piña para intentar revivir un teatro nacido para ser visto en la calle, por el pueblo, pero creado y representado por los estamentos más altos. De él, solo quedan los textos, escritos en un lenguaje pastoril, y la imaginación para revivirlo. “El espectáculo es nuestra manera de entender a Lucas Fernández”, explica Zamora, “porque se ha visto muy pocas veces sobre las tablas”.
Además de Segovia, la compañía también pasó una temporada en Salamanca, la cuna de Lucas Fernández, para intentar recomponer el carácter primigenio de las farsas y églogas a base de piezas del rompecabezas de la historia castellana que aún pudieran subsistir. “Nos recorrimos la provincia para escuchar a la gente, a los abuelos, para ver cómo se expresan, su entonación… Fue una experiencia que para mí fue todo un descubrimiento”, asegura Zamora.
Los textos que componen Farsas y Églogas son una selección del total de la obra de Lucas Fernández. “No podíamos meter todo, porque si no sería muy largo”, asegura la directora de Nao d’amores. Lo que se incluye son tres farsas laicas, un diálogo para cantar (“que algunos expertos consideran la primera ópera en español”) y un auto de la pasión.
En su esfuerzo por hacer pervivir las cualidades de los textos originales, el equipo ha buceado incluso en las aguas de la fonética castellana del siglo XVI. “Actualizar las cosas me parece un error”, argumenta Zamora. “De todos modos, aunque hay palabras que no se entienden, no hay manera de perderse”, asegura. La razón: la sencillez y rotundidad de las escenas y los sentimientos expresados. “Se habla sobre todo del amor, que fusiona lo sacro y lo profano”, explica Zamora. “Aunque creo que el objetivo fundamental de los textos es una finalidad cómica”.
La música y la danza, los otros dos componentes fundamentales del espectáculo, también han sido meticulosamente cuidados. “Alicia Lázaro (la responsable de los arreglos y la música) ha realizado un trabajo importantísimo de investigación. Lucas Fernández también era músico, y realizó un trabajo conjunto para verbalizar el verso”, indica Ana Zamora.
Aunque esta es la primera vez que se puede ver el espectáculo en Madrid, la obra se estrenó, como no podía ser de otro modo, en su entorno natural. Primero, “en un espacio muy pequeño, con gradas de madera” en San Juan de los Caballeros, en Segovia y posteriormente, en la tierra de Fernández, Salamanca, muy cerca donde hoy supuestamente está enterrado el dramaturgo: la catedral charra, donde también yace su némesis, el autor coetáneo Juan del Encina, a quien la historia ha dedicado más laureles.
“¡Tenemos muchas ganas de ver cómo reacciona el público urbanita a esta obra tan rural!”, remata Zamora ante el estreno de mañana. “Al final, este es un trabajo muy directo al público. Es una fiesta de comunicación directa con el público”.
Fuente: Silvia Hernando (www.elpais.com)


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