La gran enseñanza del fracaso



Él mismo lo dice. Encerrona es una revisitación que desde hace 24 años el popular actor Pepe Viyuela hace sobre este espectáculo que nunca está terminado del todo. Fue el primero que hizo en su vida: “Pero como yo mismo he cambiado, el espectáculo lo ha hecho. He crecido, o me he deformado, no lo sé, y el personaje también”, dice Viyuela de su criatura, a la que a estas alturas no ha bautizado, seguramente debido al pertinaz anticlericalismo de su creador y con la que plantea una reflexión sobre lo cotidiano, desde la perspectiva del payaso. El suyo vive la experiencia de haberse quedado atrapado en el escenario. Desde el día 20 en el del Pequeño Teatro Gran Vía, donde estará sólo los martes.
A ese personaje tan cercano a lo que conocemos por payaso, con los años, le han salido los mismos resabios que a Viyuela, quien nunca ha podido prescindir de este personaje: “Vuelvo a él una y otra vez, es como visitar a un amigo importante, recurrentemente lo tengo que hacer, porque le echo de menos y me da mucha pena no verle”. Reencontrarse con él ha terminado siendo para Viyuela muy gratificante, de hecho él mismo lo compara a la organización de una fiesta con muchos amigos y, de repente, se encontrara con él.
Su amigo no es un graciosillo al uso, ni un payaso lleno de lugares comunes. Su amigo habla fundamentalmente del fracaso: “Pero trata el fracaso como un lugar fundamental para el ser humano, porque siempre tendemos a negar esa parte de nosotros, no le damos el valor que tiene al hecho de fracasar innumerables veces a lo largo del día, cuando curiosamente es el territorio que más visitamos”, señala el actor enormemente popular por su participación en la serie televisiva Aída, y profundamente admirado por críticos y espectadores que le han visto trabajando en teatro, medio en el que Viyuela se involucra hasta lo más profundo, dejándose el poco tiempo libre que tiene.
“Vivimos en la sociedad del éxito, todos queremos triunfar y queremos coches y todo tipo de bienestar material, pero ello nos lleva a negar esa parte, muy humana, que es la de nuestra vulnerabilidad y de nuestro fracaso constante con todas las cosas; este personaje habla de lo hermoso que puede resultar el vivir tu propio fracaso y servirte de ello para crecer, porque el payaso es un personaje que se alimenta del fracaso y hace una fiesta a partir de él”, dice el actor de este personaje escénico, muy ligado al mundo infantil, pero del que destaca que caerá mil veces, pero siempre se levanta. “Nunca se queda en el suelo, se recupera permanentemente de esas frustraciones a las que le lleva su torpeza y el caos permanente en el que vive”.
En Encerrona, Viyuela nos muestra a un auténtico superviviente, un payaso que también representa el mundo del ser humano excluido: “Es parte de esos seres señalados con el dedo, de esos seres estrafalarios que nos encontramos por ahí, y que los excluimos por su forma de vestir, por su opción sexual, por vivir en la marginalidad”. Son personas, no sólo personajes, que lleven o no su nariz roja se identifican con todo eso y que Viyuela sostiene que su figura ha recorrido la historia desde que el mundo es mundo: “Los encontramos en Grecia, en Roma, los conocemos por bufones, y desde su marginalidad se han permitido decir cosas que otros no podían, porque no se atrevían o porque eran bien pensantes; por algo será que el término payaso se utiliza como un insulto; seguramente es porque representa el fracaso y lo estrafalario, lo diferente y lo marginal…”, señala el actor y también poeta, ya que Viyuela, aunque en este momento lo tenga abandonado, ha publicado varios libros de poemas.
Parte de la creencia de que todo el mundo tiene un payaso dentro, y para sacarlo tanto él, como cualquiera, tiene que mirarse dentro: “Es una especie de caricatura de uno mismo, lo que uno ve que es, y como uno se siente frente al mundo, se plasma en el payaso que va creando”. Dice que el suyo es muy caótico: “Como yo, que tiendo al orden porque le tengo miedo a mi caos, que me planteo mucho las cosas y soy muy escéptico; ese desequilibrio que vivo interiormente, mi payaso lo plasma físicamente, nunca encuentra salidas, quizá porque no las hay y todo lo que hace es como si fuera la primera vez, porque nunca cree que ha conseguido nada y siempre cree que hay que empezar de nuevo, porque el camino recorrido no sé si sirve de algo, aún no tengo claro si la experiencia sirve o te confunde”. En cualquier caso parece que a Viyuela no le sirve de nada “porque lo vivido, lo olvido” y no tiene claro si este espectáculo es una terapia: “Sólo sé que a fuerza de años me gusta hacerlo y poder decirle a la gente, y a mí mismo, ‘aquí estoy yo con estas miserias y estupideces’…. a lo mejor si es un poco terapéutico”.
Su personaje con el tiempo cree que ha perdido ingenuidad y ha ido echando espolones; “Es lo que toca cuando te echas años, pero a pesar de todo no ha perdido la ilusión, pero ya no es la ilusión adolescente, sino de madurez, el personaje ha perdido ese tono naïf, se ha endurecido, se ha hecho un payaso más viejo, que son los que me gustan, los que tienen arrugas y van tendiendo a la inmovilidad, pero con la mirada lo llenan de poesía”, señala de su hijo escénico, que empezó en salas alternativas y escenarios marginales, no hablando y ahora suelta alguna frasecilla, aunque por encima de todo sigue siendo más que un payaso, un poeta visual. “El payaso en un poeta en movimiento, que crea imágenes para recordar, aunque se diluyen en el momento y sólo quedan en la memoria del espectador para que cada uno se escriba su propio poema”, concluye este actor, que se siente muy orgulloso de que sus hijos quieran dedicarse a las tablas, y de haber iniciado una saga de cómicos, a la manera de otras que existen en la escena española: “Cada vez que voy a verlos tiemblo, y todavía me resulta extraño porque nunca lo imaginé”, dice de su hijo Samuel, quien ya ha destacado en un par de trabajos, y de su hija Camila, que aún está en periodo de formación.
Fuente: R.T. (www.elpais.com)


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