El gen maldito de Pascual Duarte


Retorna la España negra. Siete décadas han pasado desde aquel primer viaje a Torremejía (Extremadura); una desde que falleciera Cela. Y ahora, por primera vez, las confesiones de Pascual Duarte retumban en las paredes de un teatro. Algo de vértigo y mucha responsabilidad preceden a esta versión, que carga dos años de adaptación. Dirigida por Gerardo Malla y producida por Tomás Gayo, el Teatro Fernán Gómez se transforma en el escaparate de las miserias de la familia Duarte.


"Violenta, dura, visceral. Al público le vamos a golpear duro". Habla el protagonista, Miguel Hermoso. Directo y sin adornos se muestra satisfecho con el resultado y apuesta por la fidelidad al maestro. Le secunda su compañera en las tablas, Ana Otero: "Nunca estuvo en los planes hacer más amable el texto, sería traicionar a Cela", algo que piensa, jugará a su favor. Son conscientes de los riesgos que entraña —es una de las novelas más leídas en castellano—, sienten el aliento de los incondicionales de Cela, "los más exigentes", pero confían en la selección de picos que componen este espectáculo intenso, incendiario.
Al igual que en la novela, los momentos de tranquilidad, de felicidad, escasean. La tensión, la violencia y la rudeza de la esta familia extremeña acaparan el guión, aunque también hay momentos para relajación, con valles para poder coger aire. Los protagonistas llaman a sentarse en la butaca abiertos, sin prejuicios y dispuestos a disfrutar de la palabra del premio Nobel.
A debate, la vigencia del texto. Algo que Hermoso defiende sin complejos. "Parece que puede estar desfasado hablar de la España profunda ahora con Internet, las nuevas tecnologías... Sin embargo, estos personajes tienen un gen maldito que tenemos arraigado todos". Hermoso pone en la balanza común la desesperada búsqueda de la felicidad y la falta de control. "La dificultad de canalizar los impulsos, que muchas veces son violentos, y que nos pueden llevar a un desenlace fatal".

Salvando las distancias, Ana Otero concreta un poco más y enumera el machismo, la misoginia, los malos tratos, los asesinos en serie que a día de hoy siguen provocando escalofríos. En definitiva, la miseria humana, común a todos los tiempos.
La expectación está garantizada. Pero a la controversia propia de una primera vez, "la única referencia es la película y los códigos cinematográficos son muy distintos", reflexiona Ana, hay que sumarle la presión de ponerse bajo la pluma de Cela. Son palabras mayores.
"Tienes que intentar olvidarte del peso de la cultura, de la historia, de los ríos de tinta de los especialistas... tienes que jugar a que es un personaje que acabas de leer. En otro caso, es imposible". Miguel relata la dificultad inicial de enfrentarse al texto de estas características. No obstante, reconoce que una vez aprendidos los diálogos, "la cuota de poesía y a la vez de monstruosa realidad de los textos de Cela", le absorbió y todo fue mucho más fácil.
"Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo". Acostumbrado a la desgracia, víctima de su realidad (1882-1937), Pascual Duarte se confiesa en el Teatro Fernán Gómez a partir de este 8 de febrero.
Fuente: María Jesús Hernández (www.elmundo.es)

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