Spacey convierte a Ricardo III en un dictador del s. XX


El grito de muerte de Ricardo III ("un caballo, un caballo, mi reino por un caballo") se escuchó anoche en Avilés con la estremecedora fuerza del actor estadounidense Kevin Spacey, quien estrenó en el teatro Palacio Valdés de la localidad asturiana la versión de esta crónica histórica de William Shakespeare que él interpreta y Sam Mendes dirige. Con la camisa blanca ensangrentada y el rostro desencajado, el actor entregaba su piel a un público que saltó como un resorte de sus butacas para ponerse en pie y ovacionar las tres horas largas de traición y sangre de una obra sin tregua. Un Ricardo III que, en manos de Spacey, toma el uniforme de un dictador del siglo XX para ofrecernos su deformidad y su ambición no como un hecho histórico sino como un hecho del presente.

Con todas las entradas agotadas desde hace semanas y los hoteles de Avilés completos, Spacey (que durante la gira evita cualquier encuentro con periodistas) estará en cartel hasta el próximo sábado. Serán las cinco únicas representaciones que se verán en España. Actores como Lluís Homar, Gonzalo de Castro y Verónica Forqué o el cantante Joan Manuel Serrat acudieron anoche a la primera representación. Además, Spacey ofrecerá mañana por la mañana una clase magistral de interpretación a un grupo de estudiantes de teatro en el Centro Niemeyer, coproductores del montaje. Según el actor, se trata de algo que aprendió de su mentor y maestro, Jack Lemmon: desplegar generosidad con los que llegan.

El montaje (que se estrenó en junio en el Old Vic de Londres, teatro que dirige Spacey) sitúa la acción en una fecha indefinida de principios del siglo XX y en un escenario en el que un juego de 16 puertas marca los tiempos, las salidas y entradas de las situaciones. La acción, que acaba y empieza -como en muchas de las crónicas históricas de Shakespeare- con un rey muerto, se mueve por una corte de víctimas manejadas por su cruel verdugo. Una cadena de crímenes en la que no hay piedad ni para los niños. La sed de poder de Ricardo, duque de Gloucester, su astucia, su capacidad de manipulación, su falta de piedad, le convierten en uno de los personajes más malvados y más fascinantes de Shakespeare, y Spacey lo llena de una energía bipolar, saltando sin respiro del susurro al grito, de la caricia al puñetazo, del deseo a la muerte. Una demostración de fuerza técnica, física e imaginativa que le permite construir un personaje exagerado, de cuyos tentáculos es difícil escapar.

Arropado por un elenco de actores-víctimas de su cruel espada, Spacey mantiene el pulso con cada uno de ellos, entre los que cabe destacar a su fiel esbirro Buckingham o a las reinas Isabel y la desquiciada y espectral Margarita ("Yo tenía un Eduardo, hasta que Ricardo lo mató. Yo tenía un esposo, hasta que Ricardo lo mató. Tú tenías un Eduardo, hasta que un Ricardo lo mató. Tú tenías un Ricardo, hasta que un Ricardo lo mató").

Pentámetro yámbico

A ritmo de pentámetro yámbico se suceden 14 años de la historia de Inglaterra, una historia que renació en manos de la imaginación de Shakespeare, cuya obsesión por los laberintos del poder ya quedaron escritos en esta obra temprana en la que, según declaró hace unos meses Spacey, se dibujó el perfil esperpéntico de dictadores de hoy como "Gadaffi o Mubarak".

La versión de Mendes y Spacey es uno de los montajes enmarcados dentro de esa revisión de los clásicos de manos de actores angloamericanos en la que se ha embarcado el director de American beauty con su The Bridge Project. "Desde que concebí la idea del Bridge Project siempre tuve la intención de que Kevin actuase el último año", declaró también en su día el director en Londres. "Siempre pensé, incluso antes de conocerlo y de ver películas como Seven o Sospechosos habituales, que era por su brillante técnica un actor nacido para interpretar Ricardo III".

Fuente: Elsa Fernández-Santos (www.elpais.com)

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