Sancho Gracia íntimo, noble y golfo


El actor Sancho Gracia se ha implicado en el recién nacido Festival Rías Baixas que codirige con Miguel Narros, una de las figuras más reconocidas del teatro español contemporáneo. Ellos son los que han puesto en pie Versos bandoleros y canciones escondidas, un espectáculo intimista que va más allá de lo que en principio podría parecer una lectura de poemas, o tangos, por los que Sancho Gracia transita de la mano inteligente de Narros, quien ha convertido el recital músico-literario de un actor, en un pequeño viaje iniciático por la literatura poética y por bellas y casi desconocidas imágenes de figuras como Margarita Xirgu, Miguel Hernández, Machado, García Lorca, Ignacio Sánchez Mejías o de ciudades portuarias ligadas a Gracia, que ofrece este montaje, cuyo estreno absoluto se produjo el pasado miércoles en Pontevedra, también hoy en el Auditorio Centro Cultural Novacaixa de Vigo, ciudad de la que este actor partió hacia la inmigración a la edad de once años. Y ciudad desde la que inicia una nueva gira con este espectáculo.

"Todavía no sé porque me he metido en este lío, pero siempre he pensado que decir versos no está mal ", señala el actor con su humor muy gallego, sobre este espectáculo que nació de "una propuesta que me hice yo a mí mismo" a la que luego se incorporó el cineasta Manolo Matji, el productor Celestino Aranda y finalmente el broche de oro con Miguel Narros. Una propuesta basada fundamentalmente en textos poéticos y pensada a la medida de este versátil actor, quien se sube al escenario a canturrear tangos y boleros, contar historias, unas verdaderas y otras no tanto y recitar los poemas que le han ido envenenando a lo largo de sus muchas vidas.

Gracia recorre poemas de Manrique, Lorca, Machado..., y se ha inclinado más por grandes lamentos poéticos donde la muerte es protagonista. Y habla de la Xirgu (así, sólo con el artículo delante, como se llama a las grandes), su gran maestra de la que aprendió la disciplina y la seriedad a la hora de ejercer el oficio de actor y la que le inculcó "ese gran amor por el teatro". Mientras habla de ella se queda pensativo, envuelto en una sonrisa entrañable, y dice: "Ella tenía la permanente disciplina de inyectarte lo que era el cariño en el trabajo, me acuerdo de una frase que siempre soltaba, 'Sancho ayuda..., que te ayudaran"; yo con ella empecé, lógicamente, haciendo extras en una obra que se llamaba Sueño de una noche de verano, ¡casi nada!, luego fui creciendo como actor y me incorporó a Beckett, Bodas de sangre, de Lorca, y todo me hacía aprender mucho, además yo era muy fijón, y cuando estaba entre cajas miraba sin pestañear lo que pasaba en el escenario".

Pero insiste en que este montaje no es una recreación biográfica: "Bueno, es cierto que mi padre murió, y que lo del tango es muy mío, pero decir a esos poetas no significa biografía.., hasta lo de versos bandoleros no lo he puesto yo, es de Matji".

En cualquier caso el recorrido huele mucho a Sancho Gracia y huele bien. Su vitalidad, contra la que no ha podido ni los dos cánceres que ha superado en los últimos años, su acertada dicción, su mirada y su actitud, entre noble y golfa, atrajeron sobremanera a un público que le interrumpió con aplausos en varias ocasiones y que se quedó petrificado con la lectura de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.

El actor llevaba dos años sin subirse a un escenario, desde que protagonizó La cena de los generales, de José Luis Alonso de Santos, también con dirección de Narros. En medio de este tiempo ha participado en varias películas, entre ellas Balada triste de trompeta y Entre Lobos. El teatro, como a los grandes actores, le engancha mucho y dice sin nostalgia que no hay ningún papel que le atrajera y se haya quedado sin hacer: "Los que me hubiera gustado hacer no tenía físico para ello, no podía ser Romeo, casi ni Hamlet, otra cosa es Macbeth, ahí sí que me veo".

Sabe que el teatro le ha servido para mucho: "Pero llevo tantos años dentro de él, que no sé para que me ha servido, pero la de actor es una profesión que me tiene enganchado y es muy difícil que me baje de ella, nunca he hecho otras cosas", señala este hombre que asegura que de no haber sido actor "me hubiera gustado ser actor" y que lo que más le gusta de la vida "es vivirla".

En su oficio ha toreado personajes que han sido fundamentales en su carrera como El Empecinado, el asesino Jarabo o el popular y televisivo Curro Jiménez, que le llevó a la fama en 1976, después de su vuelta a España en 1963.

Claro, que su peor toro han sido esos dos cánceres: "La enfermedad me ha servido para solidificar aún más mi relación con mi familia, con mi mujer, con mis hijos, pero en realidad fui un poco inconsciente cuando me diagnosticaron, me acuerdo que les dije a los médicos '¡cómo que tengo cáncer, no jodas, eso no es posible" y resultó que sí, que era cierto, pero bueno aquí estoy", dice este hombre que además se siente muy orgulloso de sus tres hijos y le halaga especialmente que su hijo Rodolfo, al que le va muy bien con su carrera, haya heredado su oficio.

El montaje, además, ofrece el atractivo añadido de una escenografía sugerente, que sitúa al protagonista en un remedo de taberna portuaria de la primera mitad del silgo XX por la que desfilan, no sólo el actor, sino también un guitarrista y un bandoneonista , que aportan la parte musical del espectáculo.

Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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