LA CAÍDA DE LOS DIOSES



VERSIÓN y DIRECCIÓN: TOMAZ PANDUR
TRADUCCIÓN: PABLO VIAR
DRAMATURGIA: LIVIJA PANDUR
INTÉRPRETES: BELÉN RUEDA, PABLO RIVERO, ALBERTO JIMÉNEZ, MANUEL DE BLAS, SANTI MARÍN, FRANCISCO BOIRA, NUR LEVI, FERNANDO CAYO, EMILIO GAVIRA i RAMON GRAU
PRODUCCIÓN: TEATRO ESPAÑOL
TEATRE GREC


Tomaz Pandur pretendía hacer un homenaje a Luchino Visconti y lo ha conseguido en la parte visual, musical y estética, pero se ha olvidado de que en una obra teatral hay otros elementos, como dramaturgia, actores, movimiento e interpretaciones. Y aquí es cuando todo el montaje empieza a hacer aguas desde los primeros minutos.

La dramaturgia de Livija Pandur es un desconcierto de voces, movimientos con una buena falta de lógica. Para los que la película nos quedaba lejana, hemos pasado noches mejores. Pero el contexto de una Alemania en plenos años treinta, con las ascensión al poder de los nazis, la instauración del Tercer Reich y donde la familia aristócrata Von Essenbeck, propietaria de una empresa siderúrgica que se plantea si dar o no apoyo al nuevo régimen. Y en esa diatriba comienzan las peleas internas por asumir el poder de la empresa.

Fuera de contextos, La caída de los dioses está dramáticamente desperdiciada. Los intérpretes han sido dejados a su suerte encima del escenario. Ninguno de ellos parece tener claro qué está interpretando o qué necesitaría para hacerlo. Son personajes estereotipados en actores donde la sobreactuación es la norma común en todos ellos. Además de la exageración de sus personajes, la falta en el cuidado de detalles de la producción tampoco ha reparado en la necesidad de una correcta dicción castellana. La forma ampulosa de hablar es signo de no saber entender cómo se debe hablar y pronunciar para el teatro y denota una falta visible de calidad interpretativa.

Pero no sólo se queda en eso, la parte interpretativa también peca de falta de actuación, de personajes increíbles, de expresión de las emociones, en definitiva, una falta de una dirección clara de actores. Además la disposición del Grec y la necesidad de que el escenario esté demasiado alejado de la platea, no permite visualizar con exactitud las caras de los actores. Pese a todo, la dramaturgia se ha entestado en convertir a los personajes en seres fríos, sin emociones aparentes, donde los gestos escasean y las palabras que debían ser dardos, se quedan en simples gemidos. Toda la comparsa escénica se acompaña por la música inquietante o de suspense que "toca" en directo un pianista, que subraya ciertas acciones de los protagonistas y que taladra la cabeza al público.

Los dioses de Pandur no se han caído, se han suicidado después de ver con horror la masacre en que han convertido la película de Visconti. Una función donde no se salvaría ni el apuntador y donde el trabajo más celebrado está entre bambalinas. Por suerte, siempre nos quedará el genio y poder tirar de hemeroteca en futuras ocasiones.

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