Vivo y representado


El teatro de la Abadía celebra su decimoquinto cumpleaños con una fiesta escénica por todo lo alto, una declaración incondicional de amor por el teatro que envuelve una divertida indagación sobre el ser y el estar del hecho escénico, y la dignidad de la profesión teatral.

El arte de la comedia es una destilación de la sabiduría del formidable Eduardo de Filippo, que desde niño conoció sobre las tablas los secretos, las miserias, los deslumbramientos y la urdimbre de ese arte al que dedicó toda su existencia.
El pulso entre Oreste Campese, director de una modesta compañía itinerante y el Excelentísimo De Caro, nuevo gobernador de la región, un tipo paternalista y pagado de sí mismo, da pie a una pirandelliana reflexión sobre el teatro... y sobre la vida. Más que teatro dentro del teatro, De Filippo introduce el teatro dentro de la vida, de manera indistinguible, juego sobre juego -y sobre fuego- en un vivísimo ejercicio de teatralidad que trenza lo vivo y lo representado haciéndolo uno.
Bulle en El arte de la comedia lo mejor del oficio y el genio del autor, que encarnó en su momento a Campese, un humilde ciudadano, sí, pero también un orgulloso miembro de la familia teatral y de una familia dedicada al teatro. Hay aquí esa combinación de lo trágico y lo cómico que define el hacer de De Filippo, la difícil sencillez y la sencilla profundidad, su humorismo costumbrista, su maestría en el dibujo de tipos y caracteres, su preocupación social, su humanidad sin fisuras. Los personajes que desfilan por el despacho del gobernador, sin que este sepa distinguir si son reales o actores representando un papel, son producto de la capacidad de observación del escritor y la capacidad de apropiación de gestos y perfiles del actor.
Carles Alfaro desarrolla brillantemente ese juego entre lo real y lo teatral como magnitudes esenciales, y lo plasma tanto en el ritmo de la función, en la que para los estándares de hoy tal vez se alarguen excesivamente algunas situaciones, como en su propuesta escenográfica, que recrea desde una perspectiva realista la opulencia ajada de un despacho oficial que conoció mejores tiempos y, a la vez, deja ver la ficción de la tramoya, con el añadido de una fantasmagoría suspendida de trajes y efectos del oficio.
A la celebración del aniversario se suman, en papeles de fuste o episódicos, varios componentes de las levas de intérpretes vinculados en algún momento a la casa abacial. El peso de la función lo llevan con brío el estupendo gobernador de Pedro Casablanc, que apenas sale de escena en toda la representación, y el sensible Oreste Campese de Enric Benavent; el desaforado médico que sirve Jesús Barranco y el párroco preconciliar encarnado por Joaquín Hinojosa fueron muy aplaudidos en sus mutis la noche del estreno, lo mismo que, al final de la representación, todo el reparto de esta fiesta.
Fuente: Juan Ignacio García Garzón (www.abc.es)

No hay comentarios:

Publicar un comentario